sábado, 14 de diciembre de 2024

 

 

La calma del encinar

INTERROGANTES

 

                                Tomás Martín Tamayo

 

 

Más fácil lo tenía Miguel Ángel Gallardo en el PSOE que María Guardiola en el PP, pero el zurcido de la líder popular ha sido más fino que el del secretario general de los socialistas. Ella, consciente de su debilidad inicial, procuró el equilibrio entre provincias y familias, para que nadie se sintiera excluido. Incluso después de ser investida presidenta de la Junta, siguió con la estrategia política de los repartos, “colocando” en puestos de segundo nivel, pero bien remunerados, a grandes quemados de la etapa anterior. De hecho, siguen casi todos. Un lastre necesario para coger fuerza y afianzarse en el PP y en la Junta. Algo así como “Ahora hago lo que puedo para mañana hacer lo que debo”.

  Miguel Ángel Gallardo, a quien no se le puede negar inteligencia política, consiguió la secretaría general del PSOE extremeño por escasa diferencia de votos, pero sus compañeros/adversarios dicen que siguió con la política de exclusión que había practicado en el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena y en la Diputación Provincial: “Los que no están conmigo están contra mí”. Dicen que se comportó como un dirigente a la vieja usanza y que esa falta de sintonía con la actualidad, ha debilitado su liderazgo en la provincia de Cáceres, dónde no alcanza el brazo de la Diputación de Badajoz, que es su mejor baza. Por eso, pudiendo ser diputado autonómico y ejercer la oposición desde la Asamblea de Extremadura, decidió seguir como presidente de la institución provincial. Los que se sienten excluidos, en la primera ocasión, han decidido plantarle cara en un momento en el que su debilidad es manifiesta. El caso es que con un PSOE a la greña y sin candidato consolidado, el anticipo de elecciones sería un desastre, porque podría perder -hay sondeos- muchos diputados. La alternativa de Esther Gutiérrez, está sin cocinar y la de Miguel Ángel Gallardo, como mínimo, es cuestionada por parte de sus compañeros.

 Después de aquel extraño arrepío inicial, en el que María Guardiola salió por peteneras, negándose a una coalición con VOX para ser investida presidenta de la Junta de Extremadura, su trayectoria ha sido prudente, no ha arriesgado en verborrea, no parece proclive a los espectáculos estridentes de Monago y su liderazgo es sólido, además del plus electoral que le presta ser presidenta de la Junta. ¿Es buen momento para que, con la disculpa de la falta de entendimiento presupuestario, anticipe las elecciones autonómicas? Supongo que Guardiola tendrá la interrogante en su agenda. ¿Adónde irán los diputados que puede perder el PSOE? Los del PP parecen garantizados y con cinco más lograría la mayoría absoluta, pero también puede quedar rozándola y con los cambios que VOX está imponiendo en sus delegaciones territoriales, es un riesgo a considerar. Hoy, el partido de Abascal es imprevisible.

 El líder de VOX en Extremadura, Ángel Pelayo, es un político avezado, buen dialéctico y cercano, pero a Vox solo le preocupan las elecciones generales y está extremando su postura, un riesgo que puede mermar su implantación en comunidades y municipios. La verticalidad que impone desde su cúpula, lo deja como una franquicia, supeditada al “ordeno y mando” que llega desde la sede central. Aún así, parece que mantiene sus diputados y alguno más.

 ¿Elecciones anticipadas? Creo que el PSOE no debería tentar la suerte, rechazando los Presupuestos autonómicos. Afrontar unas elecciones en su situación actual, es enfrentarse a un riesgo del que saldría muy tocado.

 

PD. Por razones personales debo ausentarme unas semanas de este espacio. Volveré pronto.

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sábado, 7 de diciembre de 2024

 

Lo del hermanísimo

  • Hoy
  • 7 Dec 2024
  • TOMÁS MARTÍN TAMAYO

Creo que el ‘affaire’ del hermanísimo, David Sánchez o David Azagra, va a quedar en poco/nada, aunque la sospecha de enchufismo tenga más consistencia, eco y recorrido que el archivo de una causa que siempre vi complicada. Veremos en que quedan las indagaciones de la jueza, porque el absentismo laboral de años es difícil de sostener si la Diputación de Badajoz, en teoría la perjudicada, tiene más empeño en ocultar que en aclarar. En todo este tiempo, ¿cuántos días trabajó, si no tenía ni una mesa asignada? ¿Y el puestecito a medida, en el que solo faltaba su foto?


Hace años me cayó desde las alturas, Secretaría de Estado de Instituciones Penitenciarias, la apertura de un expediente disciplinario por «absentismo laboral continuado». La calificación provisional era de 47 faltas graves, una por día. Incluso desplazaron a Badajoz a toda una subdirectora general, rueda de prensa incluida, para dar difusión al caso. Se volvió a Madrid sin verme, porque el día que me citó, yo, que era diputado autonómico, estaba convocado a un pleno en la Asamblea de Extremadura. Gran enfado de la señora que, acertadamente, dedujo que le había dado plantón porque me había dado la gana.


El tema tuvo algún recorrido, sin defensa posible por mi parte, pese a que la Ley me amparaba. Después llegó a Badajoz un tipo, inspector se decía, para instruir el expediente disciplinario y me citó, alertándome de las consecuencias si no acudía a su convocatoria. Tampoco asistí, porque estaba en una reunión del Consejo Superior de Deportes. Grandísimo cabreo de la marioneta enviada que, después de cuatro días en Badajoz, tuvo que volverse a Madrid, sin verme. Podía haber asistido a las dos citas abandonando mis obligaciones parlamentarias (yo no tenía liberación económica y vivía de mi profesión), pero me apetecía dejar abanicándose a las dos marionetas de la trama. De la trama política.


Al final nos reunimos y el instructor, muy distante, rechazó el tuteo y me exigió el «usted» y el «don». Miel sobre hojuelas, yo le exigí que se dirigiera a mí como ilustrísimo señor o señoría. Puso cara de pez globo y así estuvimos cinco días, él preguntando tonterías y yo respondiendo con papeles. Después de justificarle, con documentos oficiales, cada uno de los 47 días que había faltado a mi trabajo en un año, como estaba abolida la pena de muerte, concluyó el expediente proponiendo solo dos años de suspensión de empleo y sueldo. ¡Todavía sigo esperando la resolución final! Supongo que la detuvieron al saber que yo, previamente, había interpuesto denuncia en el juzgado de guardia. Once años después y con motivo de su jubilación, el instructor me envió un tarjetón, disculpándose por «aquel penoso asunto». ¿Remordimiento de conciencia o vergüenza de haberse prestado al enredo? Le respondí de inmediato: «Que te den».


A mi quisieron condenarme incluso justificando, día a día, todas mis ausencias y al hermanísimo pueden incluso justificarle horas extraordinarias si las necesita. Sé que lo de Azagra nada tiene que ver con aquel ridículo episodio y que lo suyo lo está llevando una jueza y no un alfeñique, pero intuyo que, dada la implicación de altos responsables de la institución provincial, justificarán lo injustificable, aunque ahí sí que hay un «absentismo laboral continuado». Y otras hazañas colaterales, que irán saliendo.


Como dice el ‘colocador’ de Azagra, «si se llamara Pepe Pérez no hubiera trascendido». Clarísimo, no hubiera trascendido porque no lo habría colocado.

sábado, 30 de noviembre de 2024

PUBLICADO EN HOY, 30/11/2024

 

Con un par

Pedro Sánchez ha pactado con la extrema derecha europea para salvar el puesto de Teresa Rivera en Bruselas, pero lo ha hecho con tanta naturalidad que, más allá de algún señalamiento aislado, apenas ha trascendido. Ese pacto pone en cuestión toda su política y deja en evidencia la estrategia de sus socios en España, que vendieron que el diluvio universal se evitaría erradicando cualquier posibilidad de que Vox llegara al Gobierno de la mano de Feijóo. El posible acuerdo de PP y Vox penalizó al Partido Popular en las últimas elecciones generales y fue la justificación para el contubernio que vino después al grito de «Cuidado, que viene la extrema derecha». ¡Qué miedo! Aún así y por mucho que grite el gran falsario, las elecciones las ganó el Partido Popular (137 PP, 121 PSOE). Todos, investidos de progresismo, pusieron pie en pared para que la extrema derecha no tocara pelota pero, mientras se demonizaba el posible acuerdo de Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, él pactaba con la extrema izquierda, con la misma naturalidad que ahora lo ha hecho con la extrema derecha europea. De rondón, se aliaba con separatistas, golpistas y proetarras. ¿Quién lo vendió bien? Pedro Sánchez. La política no está para ganarse el cielo y «al final, el que se salva sabe y el que no, no sabe nada».


¿Cree alguien que el presidente del Gobierno haría remilgos a parapactar con Vox, si pudiera? Lo haría sin un parpadeo y lo vendería como un acto patriótico y progresista. ¿Cree alguien que el mentiroso compulsivo prefiere antes a los etarrines de Bildu que a la derecha de Vox? Si Vox apoyara a Pedro Sánchez entraría en el club selecto de los progresistas, sin renunciar a ninguno de sus postulados, y pasaría de odiosa extrema derecha, franquista, ultramontana y cavernícola a progresista «pata negra». En el club privado del señor de las moscas, sobrevuelan moscardones más extremos que Vox, pero con el marchamo añadido de separatistas, golpistas, fugados de la Justicia, nacionalistas, supremacistas, filoterroristas…. ¡Y ahí siguen, chupando, porque España les importa lo mismo que a Pedro Sánchez. A ellos les preocupa su terruño y a Pedro Sánchez su ombligo.


Ahora Feijóo se ha puesto al frente de la manifestación, para que Teresa Ribera no consiguiera la vicepresidencia de la Unión Europea, confiando en que los populares europeos iban a secundar su veto a la candidata sanchista. ¿Qué ha pasado? Que la tal ya ha sido ratificada, porque el insomne, sin complejo alguno, ha pactado con la extrema derecha europea de Viktor Orbán, el autócrata húngaro y de Giorgia Meloni la, hasta ahora, neofascista italiana. De puntillas y con sordina, pero lo ha hecho. ¡Con un par!


Subir al cuadrilátero para «pelear» con alguien que lleva arena en el bolsillo para cegar al rival, exige un planteamiento menos pío y acomplejado. No es equitativo que un púgil pelee con reglas y el otro no respete ninguna. Que uno lo haga sin límites éticos, políticos, cívicos, morales... y el otro cargado de limitaciones. Y con complejos.


La mochila de Pedro Sánchez es una madriguera llena de conejos y nos queda mucho por ver. Si algún día se va, no será por sus escrúpulos y si tuvo como vicepresidente a Pablo Iglesias, no lo veo con remilgos para no hacer lo propio con Santiago Abascal. Mientras él pueda seguir, todo lo demás son fruslerías de beatas, lo acaba de demostrar. Otra vez.

viernes, 22 de noviembre de 2024

 

La calma del encinar

LA CUCHARA DE SAN ANDRÉS

 

                                                                           Tomás Martín Tamayo

 

Se reúnen porque sí, una vez al mes, amigos de la buena mesa y de la mejor sobremesa, quedan para pasar revista a los dos cocineros del día, que se someten al examen riguroso de la cofradía. Ellos son responsables de los aperitivos, platos principales, postres y vinos. Los caldos elegidos para la ocasión, de “Encina Blanca”, un lujo de Alburquerque. José Rivero, el “culpable”, habló del tinto, del blanco, del espumoso y desveló métodos y susurros de los vinos en los que pone todo su arte. Arte es el de “La cuchara de san Andrés” al maridar guiso, vino y buena compañía.  El mal rollo, si lo hay, lo atan en la puerta, como si fuera un jaco que puede esperar el anochecer sin un mal relincho. Son los juglares del buen comer y del mejor beber, necesarios en un Badajoz que debe continuar porque es patrimonio del Badajoz de siempre. Con la misma liturgia, “Los doce apóstoles”, con sede en el barrio de San Roque.

 Estuve con ellos, allí, en el Badajoz center, donde tantas veces fui para comprar el libro que me urgía, dejando anotada la deuda en la santa Alianza, una librería que me fiaba. Debieron ver en aquel muchachillo que llegaba del pueblo a alguien que pagaba. Cuando cerró la librería, yo no estaba en el libro de anotaciones, repleto de deudores de antaño, de apellidos conocidos. En La Alianza entré de nuevo, cincuenta años después, para saborear unas “albóndigas de choco”, donde estaban los estantes llenos de fantasías y el mostrador de plumas y tinteros. En el frontal que ayer ocupaban los libros de historia, hoy luce la orla de los cofrades, con lucecitas de Navidad. No desmerecen. ¿Ayer mejor que hoy, hoy mejor que ayer? Era y es un lugar de respiro en el que la bibliosmia ha dado paso al olor a guiso de madre. Tampoco desmerece.

 Los mesoneros del día, Emilio Vázquez, que repartía como naipes platos de ranas fritas y Florencio Monje, silente y eficaz, que ultimaba las “verdiñas con langostinos” espesadas con la paciencia de muchas horas, solo por el gusto de hacerlo bien. Vale quien sirve. Fran Fragoso, el buen alcalde que fue de un Badajoz que le debe, aguantaba las chanzas como monaguillo los capones del párroco y José Luis Macía, aferrado a los números, en un brindis, de rondón y hablando bajito, subió la cuota.  A lo suyo, Santiago García y Javier Rodríguez comen con calma y beben despacio, ajenos a una algarabía en la que están inmersos.

 Se entra en faena, Isaac Ambel, sin bisturí, en el afán de poner un orden imposible en la anarquía dialéctica de Juan Ovando. Se oye por lo bajini: “Ni debajo del agua”. Ni leyendo los estatutos consiguió apaciguar a un torbellino que disparaba en modo ráfaga. Pedro Botello mira y se ríe para adentro. Alguien le dice galgo, por lo delgado y él levanta la copa y asiente. No hay música ni canto, pero sí tolerancia, amistad y empatía, que es la mejor manera de cantarle a la vida y de que ella te cante. Esa, la vida que queda en algunos rincones del Badajoz que no se deja embridar por la corriente hortera que asfixia. De la Alianza a la Cuchara de San Andrés, un suspiro. Aquí también me fían.

 Queda abierta la esperanza, mientras unos amigos se junten en armonía, para alzar la copa y la cuchara.

 

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LA ASOLADA VIVENCIA DE MILA ORTEGA

                                                                           Tomás Martín Tamayo

                                                               

                                                                                                    LA VIDA ASOLADA

                                                                                                    Mila Ortega

                                                                                                    Ed. Con M de mujer

                                                                                                    280 páginas

 

La autobiografía, aunque se alivie con algo de ficción, es un género complicado porque el autor se obliga a fragmentar su vida en una selección unidireccional de acontecimientos, como es el caso de “La vida asolada”.  Cabe preguntarse si la vida de Mila Ortega no hubiera discurrido por otros derroteros, completamente diferentes, sin el aderezo “asolado” que la embridó al tener que ensamblar su vida a la de una hermana mentalmente discapacitada. Para bien o para mal, esa realidad marca un rumbo, pero ¿y las otras realidades de las que se prescinde en la autobiografía?

 “La vida asolada”, a medio camino entre lo autobiográfico y la ficción, es un relato conmovedor, con personajes bien definidos y ambientaciones logradas. Escrita con pulcritud, Mila Ortega nos lleva, sin brusquedad, a un mundo complejo, en el que las circunstancias ajenas resultan determinantes. El “Yo soy yo y mis circunstancias” orteguiano, se hace realidad en esta novela sosegada y sin estridencias, porque incluso los pasajes más controvertidos se relatan con calma y naturalidad. Está más visualizada la convivencia con enfermos de Alzheimer, renales o disminuidos físicos que con los afectados psíquicos y eso tiene de aportación singular esta historia, en la que se muestra la desnudez de una convivencia difícil, donde se hace posible el entendimiento de dos realidades diferentes. Cuidar y llevar de la mano a una discapacitada mental, dejándola ser y haciéndola feliz sin mutilarla, es una enseñanza que “La vida asolada” nos muestra: el día a día de una convivencia compleja, que solo se supera con generosidad y mucho amor.

 

 La conducta reiterativa, los miedos, las manías y las visiones deformadas de una discapacitada psíquica y física, deben hacerse insoportables más allá de los encuentros casuales. Es la convivencia estrecha, la del desayuno, la del almuerzo, la de las 24 horas, siete días a la semana, la que no puede franquearse sin una dosis muy importante de humanismo, comprensión y tolerancia. ¿Quién cuida al que cuida? La respuesta es determinante en esta narración, en la que la protagonista, la que cuida, llega a desear entrar en el círculo mental de la cuidada.

 Junto al encuentro con la realidad que impone, sin solución, una discapacitada intelectual, “La vida asolada” nos enseña la cara desconocida de sus miedos sin limitaciones, sus goces sin disimulos y la franqueza de sus expresiones afectivas, para lo que se hace imprescindible, además de grandeza y generosidad, saber transformar lo difícil en oportunidad. La novela es una guía.

 “Describes sin esfuerzo”, -le dice uno de los personajes a la protagonista. Y así es, en esta novela hay más lágrimas que sudor y la facilidad narrativa de Mila Ortega se hace patente en descripciones que no necesitan de la imaginación. Hay momentos muy logrados de exposición fotográfica y escenas que se visualizan con precisión, porque todo fluye de forma natural y sin empujones narrativos.

  Como aderezo, se afronta en “La vida asolada” una relación de amistad consolidada entre dos amigas de la infancia, que se conocen y se tratan sin ocultaciones ni recovecos, aunque dejaremos, para goce del lector, las alteraciones que se dan en una narrativa tan aparentemente lineal y carente de sorpresas.

 “La vida asolada” es la segunda entrega novelística de Mila Ortega, tras “Los suicidios de Victoria Fontaine”. “Álgebra esencial” (poesía), “Hija de la muralla” y “Una firma en el agua” (relatos).

 

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lunes, 18 de noviembre de 2024

RESEÑA PUBLICADA EN HOY 16/11/2024

 

 FLORIÁN RECIO POR LA SENDA DE HERMAN MELVILLE                           

 

                                                                        Tomás Martín Tamayo

 

 

                                                                                     Lo que salvaría del fuego

                                                                                     Florián Recio

                                                                                     Ed. Amazon

                                                                                     398 páginas

 

“Lo que salvaría del fuego” (Novela), es la cuarta publicación de Florián Recio en lo que va de año, tras las obras de teatro “El enemigo del pueblo”, “La aparición” y el logrado ensayo “Apocalipsis imbécil”, que confirman la versatilidad del almendralejense que, en otras entregas anteriores, demostró solvencia narrativa y originalidad en la narración corta.

 En el Siglo de las Luces, Abelardo Contreras, un joven médico, hijo de un médico rural, consigue un puesto como adjunto de la cátedra de Medicina de la Universidad de Salamanca. Decidido a renunciar a un futuro que ve reflejado en el presente de su padre, afronta el riesgo de lo desconocido y deja atrás la comodidad asegurada, ignorando que le esperaban andanzas que jamás había imaginado y que nada tenían que ver con sus estudios o su destino. La obra, trepidante de principio a fin, no da sosiego al lector y encadena aventuras y desventuras, con guiños cinematográficos que haría las delicias de Johnny Depp y siguiendo -naufragio incluido-, la senda narrativa de Herman Melville, al que recuerda en las páginas que dedica a la mar enfurecida.

 El protagonista abandona su núcleo familiar, camino de Salamanca, pero los tumultos contra Esquilache cambian su destino, porque, impropio de alguien que no sea un aventurero, acepta la encomienda de entregar en Sevilla un paquete cuyo contenido ignora. Un cambio brusco en el inicio sosegado que apuntaba la narración, porque el joven galeno pretende pasar del aburrimiento de la aldea que lo encorsetaba, al afán profesional de lo que podía esperarle en Salamanca, pero, sin mucha resistencia, lo cambia todo para hacer de recadero de un noble que le propone un cometido aparentemente sencillo. En su deambular, lleno de sobresaltos y dificultades, va incorporando personajes que comparten sus desdichas, con descripciones de rápidas pinceladas, aunque se detiene en Melchora, una negra, atropellada por la vida, que sube en el relato hasta el pedestal de una verdadera heroína.  

 Desde una visión muy personal, entra en escena a  personajes claves en la Revolución Francesa, como Voltaire y Rousseau, a los que hace competir. En “Lo que salvaría del fuego”, Florián Recio usa todos los ingredientes de la novela de aventura, el amor, el odio, la intriga, la vileza, el honor la amistad… para sumergirnos en un mundo lleno de incertidumbres, misterios y peligros, que los protagonistas sortean con desigual fortuna. Como novela de aventuras solo necesita un productor que arriesgue por una buena historia.

 Siguiendo las estaciones preceptivas en todo libro de aventuras que se precie, al final los buenos ganan y los malos se olvidan. En una escena muy lograda, en la que se ven más fotogramas que texto, Abelardo, a punto de ser colgado, es salvado por el estruendo de una carroza que entra atropelladamente en la plaza del cadalso y de la que bajó Voltaire, para poner fin a la ejecución. Al final, busca el sosiego y aburrimiento aldeano del que huía y decide sustituir a su padre como médico. La negra Melchora, cansada de esperar  amores que no le corresponden, se embarca hacia la América de sus sueños y Voltaire y Rousseau, caballeros al fin, se despiden, fraternalmente, subidos al estribo del adiós definitivo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

PUBLICADO EN HOY 16/11/2024


La calma del encinar

PEQUEÑECES

 

                         Tomás Martín Tamayo

 

Aún no había amanecido, casi en la puerta de mi bloque, dos trabajadoras del servicio de limpieza retiraban los restos de un perro atropellado en la autopista. Sobre el asfalto, un reguero de sangre señalaba el lugar del impacto. La cogida, posiblemente múltiple, le dejó un hálito de vida para arrastrarse, hasta quedar incrustado entre dos contenedores de basura. Las limpiadoras se afanaban en extraerlo con los escobones, las ayudé a separar uno de los contenedores y el amasijo de carne, huesos y piel ensangrentada, cayó al suelo, flácido, como los relojes blandos de Dalí. En los ojos del animal, dolor y niebla de la muerte. La sangre había fundido la piel blanca con las manchas canela.

 

Lo reconocí, sentí pena y algo de remordimientos por aquel pobre perro que se nos hizo vecino por voluntad propia. En realidad, lo era de todo el barrio, porque la última vez que lo vi estaba en las inmediaciones de la estación de autobuses. Me acerqué a él y, sumiso, bajó la cabeza. Creo que tenía fiebre, las orejas muy calientes y, agradecido, cerraba los ojos al percibir mi contacto. Intentó levantarse, pero la pata que arrastraba se lo impidió. Días antes, como una premonición, había escrito:

 

Blanco y canela,

como una esperanza manchada,

alumbraba apagado

el brillo de su mirada.

 

Estaba muy sucio, olía mal y desde allí mismo, volví a llamar al servicio de recogida del Ayuntamiento. En dos ocasiones fueron, pero no lo encontraron: “La próxima vez átelo a un banco para que no pueda huir”. No lo hice porque sabía, posiblemente como el perro, que su suerte tenía pocas salidas, pese a que él se esforzaba, respondía a los estímulos y pidiendo auxilio, seguía al que lo acariciaba.

 

Me siguió por la calle,

me dejó en el portal,

me esperaba sentado

 en la puerta del bar.

 

Era viejo, de raza indefinida, cojo, con la pata trasera izquierda colgada como un péndulo. Si te acercabas movía la cola y temblaba. Sé que otros vecinos también habían llamado para que lo recogieran y que alguien, en un seto cercano, le dejaba algo de comida y agua, que compartía amigablemente con unos gatos…  Su sufrimiento delataba al desalmado que lo abandonó con la pata quebrada… Esta mañana, depositado en la acera, parecía más pequeño. Destrozado, un amasijo de carme amontonada, mal envuelta en una piel ensangrentada, canela y blanca.

 

Desde que disfrutamos de Perica y Juanita, nuestros dos chihuahuas, tenemos asumida la existencia de los ángeles. Aquellas pequeñeces nos enseñaron lo que es la fidelidad perruna, la prudencia sin límites, la comprensión extrema y el saberse retirar para darnos una razón que no siempre teníamos. Si nos percibían enfadados, no importaba el motivo, ellas se sentían culpables. Al final, cuando la vida se les escapaba, tenían en sus ojos el mismo brillo apagado.

 

 Sentí que temblaba,

que sus ojos brillaban.

Su pata colgaba

cuando se quiso levantar.

 

 Perica y Juanita nos dejaron un dolor que, muchos años después, sigue ahí, anclado como un barquichuelo entre dos rocas. Desde entonces, dijimos “nunca más”, rechazando el ofrecimiento de amigos que querían aliviarnos porque “un ángel nuevo os ayudará”. Nunca más.

 

 La tarde anterior, sentado en la acera, al verme llegar intentó levantarse, pero la pata le falló:

 

Cayó, gimiendo bajito,

 como pidiendo perdón,

Lo miré y me miró,

me siguió desde lejos.

 

¿Pude hacer algo más por el pobre perro? Necesitaba un calor que yo no podía darle.

 

 

 

 


sábado, 9 de noviembre de 2024

 

 

La calma del encinar

OPCIÓN DE RIESGO

 

              Tomás Martín Tamayo

 

No estoy entre los que aseguran no arrepentirse de nada de lo que han hecho en su vida. Si existiera la moviola, yo evitaría lugares donde he estado, no haría cosas que he hecho, no diría mucho de lo que he dicho y evitaría a gente que he conocido, porque no reconocer el error es confundirse dos veces. En una ocasión recorrí 800 km. para presentar un libro de alguien a quien no conocía… ¡Un compromiso idiota, porque el tal escribe mucho en HOY! Previamente, había leído el libro, subrayado, analizado, sacado notas… Al concluir el acto estaba convencido de que había sido un error, porque el autor es un tipo vanidoso, pedante y sobre todo, desagradecido. ¿No es para estar arrepentido?  En algún tramo de mi vida defendí trincheras que no eran mías y postulados que no me pertenecían, pero eso me enseñó porque, en la base de mis errores está la cimentación de mis aciertos.

 Ser independiente es una opción personal, aunque creo que los mayores defensores de la independencia somos los que no siempre hemos gozado de ella. No voy a caer en el lamento del monje que abandona el convento y oye a sus espaldas el portazo, porque quedar a la intemperie, apartándote de todo gremio, asociación, club, redil, confesión… es algo que te endurece la piel del alma. Situarte en una isla te deja aislado y desasistido del calor de la manada y, si careces de “vecinos”, no tienes a quien pedir perejil, porque la soledad es dura y paga peaje. No hay perdón para el que se atreve a salir del aprisco, pensar sin ataduras o abandonar la secta.

 Opinar con libertad conlleva el riesgo de no contentar a la tropa y nadie va a defender una causa que casi siempre resulta incómoda para todos. Si optas por la libertad, renuncias a los beneficios del gremio y eso, aparentemente, te hace vulnerable. Y se pasa frío. Es exponerte a recibir la metralla de los bandos enfrentados y no puedes esperar una manta en caso de nevada. De nadie, porque nadie es solidario con el que se aparta.

 “¿Existe la independencia?” -me preguntaron en un instituto de Badajoz. Existe como ideal, pero siempre es relativa y tiene límites. Tener un criterio propio, huyendo de la contaminación y del dirigismo vertical, no significa que uno se levante al margen de sus raíces o que podamos renunciar a convicciones que llegaron con la leche materna. Una amiga dice que “la primera papilla nunca se digiere” y puede que tenga razón, que ese primer calostro se enquista en nuestro estómago de por vida.

 Los que carecen de independencia para ser libres o de libertad para ser independientes, son los más radicales, porque se creen señalados por los que no están en el redil. Es su cruz. ¿Qué posibilidades tiene de manifestarse en libertad alguien que vive cómodamente por su pertenencia a un clan? Su pensamiento puede ser libre, pero no puede ejercerlo porque vive de la mansedumbre, a cambio de la pitanza. ¿Pitanza o libertad?

 Me impresionó un recluso que el día que lo ponían en libertad, después de quince años, me dijo: “Tengo miedo a la calle porque no la conozco, voy a buscar un piso tutelado, donde viven otros ex reclusos”. Sin la manada se sentía perdido y buscaba cobijo para, de alguna forma, seguir preso y rodeado de presos. La soledad, la libertad, la independencia son opciones de riesgo, pero bendito riesgo si te permite respirar hondo y llenar los pulmones.

 

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sábado, 2 de noviembre de 2024

Publicado en HOY, 02/11/2024

 

La calma del encinar

PRÁCTICAS NAZIS

 

                Tomás Martín Tamayo

 

La noticia me pareció aberrante, pero no la cuestioné porque la publicaba HOY y la firmaba Rocío Romero: “Militantes socialistas piden al partido el cese de Ricardo Cabezas por su opinión sobre el acoso sexual”. ¿Y qué opinión manifestó Ricardo Cabezas al respecto? Me atrevo a resumirla: Que una denuncia anónima, llena de vaguedades e imprecisiones, no puede poner en un brete a los socialistas pacenses”. Si no hay nada detrás, me parece sensata y oportuna la defensa de sus compañeros, porque, si la anónima quiere denunciar, que denuncie, pero saliendo del anonimato y con todas sus consecuencias.

 Unas de las prácticas nazis más terroríficas, era la de dar credibilidad, sin comprobación alguna, a denuncias anónimas para arruinar a un vecino, a una familia o a un colectivo. Eso permitió la vendetta de muchos desalmados, que usaron semejante monstruosidad para ajustar cuentas, medrar, desprenderse de adversarios o para aprovechar la confusión del momento. ¿Razones para pedir la cabeza de Cabezas? Resulta que una mujer anónima le cuenta a otra que, en una celebración del PSOE, cinco años atrás, un socialista “abusó” de ella, porque tuvieron relaciones sexuales sin usar preservativo”. Sin entrar en detalles que añaden poco a lo denunciado y sin cuestionar lo que se dice, con el revuelo que se ha montado por la cara oculta de Íñigo Errejón, creo que es legítimo que el secretario general de los socialistas pacenses reclame claridad en la denuncia, en nombre propio y en el de todos los socialistas presentes en aquel acto, porque, sin concreciones, es verdad que todos están bajo sospecha. ¿Para qué sirve señalar sin fijar y sin dar la cara?

 ¿Y por eso piden su cese? Sí, por eso piden su cese, pero me gustaría conocer lo que realmente subyace en semejante solicitud, porque me temo, ojalá esté confundido, que aquí se está aprovechando que el Guadiana pasa por Badajoz para desprenderse de un adversario político dentro de la propia familia. Creo que las denuncias deben fundamentarse y que el denunciante tiene que asumir la responsabilidad de lo que denuncia, porque lo contrario es caer en la práctica nazi de permitir el ajuste de cuentas, individual o colectivo. No descalifico lo que está haciendo la señora Fallarás con su página abierta a los posibles atropellos, pero parece exigible que, al mismo tiempo que se señala, se diga quien o quienes sostienen el señalamiento. El feminismo es algo muy serio como para dejarlo al albur de rencillas familiares y no me parece que pedir concreciones ante denuncias graves, sea “señalar a la víctima y liberar al agresor”.

 
Algunos/as creen que lo que se aprueba en el Congreso de los Diputados es la palabra de Dios y que lo que de allí sale, además de legal, es moral, sensato, cívico y progresista. ¡Como la Ley del “Solo sí es sí! ¿Son legales todas las regalías que Pedro Sánchez ha hecho a los independentistas para poder seguir aferrado al Falcon? Legales puede que sí, pero inmorales y repugnantes también. Me parece de dudosa legalidad tomar en consideración denuncias fijadas desde el anonimato, pero aún es peor hacerlo sin un señalamiento concreto, dejando en la cuerda floja a todo un colectivo. Y esa es la cuestión.  Es rizar el rizo que sea anónima la denunciante y anónimo el presunto denunciado. ¿Para qué sirve todo esto, además de resucitar una práctica poco recomendable? Ustedes mismas.

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