sábado, 7 de diciembre de 2024

 

Lo del hermanísimo

  • Hoy
  • 7 Dec 2024
  • TOMÁS MARTÍN TAMAYO

Creo que el ‘affaire’ del hermanísimo, David Sánchez o David Azagra, va a quedar en poco/nada, aunque la sospecha de enchufismo tenga más consistencia, eco y recorrido que el archivo de una causa que siempre vi complicada. Veremos en que quedan las indagaciones de la jueza, porque el absentismo laboral de años es difícil de sostener si la Diputación de Badajoz, en teoría la perjudicada, tiene más empeño en ocultar que en aclarar. En todo este tiempo, ¿cuántos días trabajó, si no tenía ni una mesa asignada? ¿Y el puestecito a medida, en el que solo faltaba su foto?


Hace años me cayó desde las alturas, Secretaría de Estado de Instituciones Penitenciarias, la apertura de un expediente disciplinario por «absentismo laboral continuado». La calificación provisional era de 47 faltas graves, una por día. Incluso desplazaron a Badajoz a toda una subdirectora general, rueda de prensa incluida, para dar difusión al caso. Se volvió a Madrid sin verme, porque el día que me citó, yo, que era diputado autonómico, estaba convocado a un pleno en la Asamblea de Extremadura. Gran enfado de la señora que, acertadamente, dedujo que le había dado plantón porque me había dado la gana.


El tema tuvo algún recorrido, sin defensa posible por mi parte, pese a que la Ley me amparaba. Después llegó a Badajoz un tipo, inspector se decía, para instruir el expediente disciplinario y me citó, alertándome de las consecuencias si no acudía a su convocatoria. Tampoco asistí, porque estaba en una reunión del Consejo Superior de Deportes. Grandísimo cabreo de la marioneta enviada que, después de cuatro días en Badajoz, tuvo que volverse a Madrid, sin verme. Podía haber asistido a las dos citas abandonando mis obligaciones parlamentarias (yo no tenía liberación económica y vivía de mi profesión), pero me apetecía dejar abanicándose a las dos marionetas de la trama. De la trama política.


Al final nos reunimos y el instructor, muy distante, rechazó el tuteo y me exigió el «usted» y el «don». Miel sobre hojuelas, yo le exigí que se dirigiera a mí como ilustrísimo señor o señoría. Puso cara de pez globo y así estuvimos cinco días, él preguntando tonterías y yo respondiendo con papeles. Después de justificarle, con documentos oficiales, cada uno de los 47 días que había faltado a mi trabajo en un año, como estaba abolida la pena de muerte, concluyó el expediente proponiendo solo dos años de suspensión de empleo y sueldo. ¡Todavía sigo esperando la resolución final! Supongo que la detuvieron al saber que yo, previamente, había interpuesto denuncia en el juzgado de guardia. Once años después y con motivo de su jubilación, el instructor me envió un tarjetón, disculpándose por «aquel penoso asunto». ¿Remordimiento de conciencia o vergüenza de haberse prestado al enredo? Le respondí de inmediato: «Que te den».


A mi quisieron condenarme incluso justificando, día a día, todas mis ausencias y al hermanísimo pueden incluso justificarle horas extraordinarias si las necesita. Sé que lo de Azagra nada tiene que ver con aquel ridículo episodio y que lo suyo lo está llevando una jueza y no un alfeñique, pero intuyo que, dada la implicación de altos responsables de la institución provincial, justificarán lo injustificable, aunque ahí sí que hay un «absentismo laboral continuado». Y otras hazañas colaterales, que irán saliendo.


Como dice el ‘colocador’ de Azagra, «si se llamara Pepe Pérez no hubiera trascendido». Clarísimo, no hubiera trascendido porque no lo habría colocado.

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