La calma del encinar
NUESTROS ERNESTINOS
Tomás
Martín Tamayo
Diosdado Cabello, ministro de Interior de Venezuela,
mostrando un arsenal de armas, ha anunciado que dos españoles vinculados al CNI,
planeaban asesinar a Nicolás Maduro, lo que me ha hecho recordar la odisea de
Ernestino Abreu, el verdadero héroe de la revolución cubana. No me extrañaría
que en el guion venezolano estuviera el ahora silente Zapatero, para después
intermediar por las dos víctimas, porque el “bobo solemne” no tiene remedio.
José María Basoa y Andrés Martínez fueron arrestados cerca
de Puerto Ayacucho, acusados de contactar con miembros de la oposición
venezolana para organizar el asesinato de Maduro. Es la tercera vez que
Diosdado Cabello cuenta el mismo chiste. Menuda empresa, incluso para dos
bilbaínos, que se han convertido en los “ernestinos” de nuestros días.
Ernestino Abreu y Fidel Castro eran amigos, tenían la misma edad y compartían
las mismas inquietudes. Los dos coincidieron en la Universidad de la Habana y
en ambos anidó la rebeldía por una situación política que había hecho de la
isla “el mayor prostíbulo de Miami”. Ernestino fue de los primeros en sublevarse
y con una escopeta de cañones recortados y un cuchillo matancero, plantó cara a
la guardia de Fulgencio Batista. Meses después se incorporó a la revuelta Fidel
Castro que, con su verborrea revolucionaria, dio visibilidad a todos los
movimientos guerrilleros. El Ché era la idea, Ernestino el trabajo y Castro la
voz.
Ernestino fue uno de los históricos que, junto a Castro y el Ché, entraron
victoriosos en La Habana tras la huida de Batista, pero la luna de miel de
Ernestino con Castro fue tan corta como la de Castro y el Ché. Ernestino acabó
sublevándose contra su compañero y fundó el Movimiento Revolucionario de
Recuperación, perseguido por los hermanos Castro, que lo declararon como “el
mayor enemigo de la revolución cubana”. La respuesta de Ernestino fue “Yo no me
fui al monte para quitar un dictador y poner otro”.
Muchos de los que entraron victoriosos en La Habana, cayeron en los dos
primeros años por oponerse a un dictador al que habían ayudado a llegar.
Ernestino tuvo que asilarse en la embajada de Brasil para escapar de las garras
de quienes lo buscaban para fusilarlo, como hicieron con dos de sus
lugartenientes. Consiguió huir y, desde Miami, organizó la resistencia contra
los Castro, con el mismo ímpetu que había puesto contra Batista.
No se oxidó ni con el tiempo. A los 74 años logró reclutar para la causa a
Vicente González, de 64, a Miguel, hermano de Vicente, de 63 y a Rolando
Corrales, de 51 y tras un exhaustivo entrenamiento militar, el 14 de mayo de
1998, en una lancha con el motor de una lavadora, lograron desembarcar en las
costas de Cuba, con el propósito de acabar a tiro limpio con la dictadura de
Fidel Castro. El cuarteto, estaba decidido a morir intentándolo, pero fallaron
los apoyos interiores, fueron detenidos y condenados a 15 años de cárcel. Ernestino
logró huir y hasta su muerte, mantuvo encendida la antorcha de la rebelión para
liberar a Cuba del nuevo dictador.
La odisea de Ernestino fue de verdad, pero la de los dos bilbaínos apesta a trola y parece una salida desesperada del dictador venezolano para
acallar las protestas. Mentira pestilente. ¡Lástima, porque dos bilbaínos
intentando derrocar a un dictador, hubiera dado para un precioso guion
cinematográfico!
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