sábado, 27 de junio de 2020


                             La calma del encinar
                      LO DEL PSOE


                                         Tomás Martín Tamayo
                                         Blog Cuentos del Día a Día
                                         tomasmartintamayo@gmail.com


 Felipe González y Alfonso Guerra se distribuyeron muy bien los papeles y el PSOE era una máquina poderosa y perfectamente engrasada durante la Transición. Felipe sabía vender y Guerra, en la cocina, elaboraba unos platos novedosos, picantes y provocativos que servían de crítica acerada hacia el Gobierno y, al mismo tiempo, acaparaban titulares. El PSOE, como oposición indiscutible, era a su vez la incuestionable alternativa y tras unos tanteos fallidos arrasó en las elecciones del 28 de octubre de 1982, logrando 202 de los 350 escaños del Congreso. Ese fue el punto más álgido de un PSOE que ha ido degradándose hasta convertirse en el espectro que hoy es, un partido con más charanga, “chunda-chunda”  y vocerío que propuestas. Y al servicio exclusivo de su secretario general.

Lo viejos socialistas, como Ibarra, que conocían el paño de sus bases,  renegaban de las elecciones primarias para elegir a la cúpula del partido, porque sabían que ese salto, supuestamente democrático, iba a acabar cediendo un poder omnímodo al elegido, en detrimento de la organización, de la ideología y del músculo electoral. El tiempo les ha dado la razón, pero ¿quién pone ahora el cascabel al gato, retirando a las bases la posibilidad de elegir al “Chiquilicuatre” de turno?

La primera cruz de las primarias llegó con Zapatero, un estornudo ideológico, sin norte ni resortes, al que eligieron para rechazar a Bono. ZP se vio en la presidencia del Gobierno por los atentados del 11-M de 2004, algo que descartaban todos los sondeos hasta 24 horas antes. Es verdad que después, en las generales de 2008 volvió a ganar las elecciones, pese a que en su primera legislatura ya había dejado evidencias de su desquicio. ¿El electorado no se equivoca nunca? No,  claro, ni cuando eligió a Hitler…

Zapatero destrozó al PSOE, desacreditándolo, hundiéndolo pueblo a pueblo y empujando a Rajoy y al Partido Popular hasta una mayoría absoluta, cuya onda expansiva llegó incluso a Extremadura que, con ayuda de tres diputados de IU, puso la presidencia de la Junta en manos de Monago. Después, en vez de agradecerle el triunfo a los despropósitos  de Zapatero, se lo apuntaron a Iván Redondo, que acababa de llegar. Así es la política, más tontos que setas.

¿Con ZP llegó el PSOE a su “non plus ultra”? En política no hay imposibles y si Zapatero fue un juguete destornillado, Pedro Sánchez está superando sus hazañas, sobre todo las que se alimentan con el combustible de la mentira. Lo suyo es el engolamiento, la fatuidad, el vacío, el narcisismo y para coronar la tarta usa siempre la mentira. Pedro Sánchez es una mentira con pantalones pitillo y creer algo de lo que dice demuestra más candidez  o estulticia, que bondad. Miente siempre, a todas horas,  en todas partes, de forma incansable y contumaz porque la mentira es consustancial a su persona. Nada de lo que dice sirve, nada de lo que afirma vale, nada de lo que propone se sostiene. Como se ha evidenciado durante esta crisis, miente incluso cuando miente… ¿El futuro del PSOE? Pese a las trolas de Tezanos, vuelven a apostar por el PP.

 Volveré el 5 de septiembre, con permiso de don Covid-19 y de la autoridad competente.  ¡Que los rebrotes sean leves!
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sábado, 20 de junio de 2020

Lo del PP


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  La calma del encinar
                         LO DEL PP

                                    Tomás Martín Tamayo
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De los tres candidatos a la presidencia del Partido Popular, entre  Cospedal y Sáez de Santa María, Casado partía en clara desventaja, una era secretaria general y Ministra del Ejército, la otra vicepresidenta del Gobierno y mano derecha de un Rajoy que pudo decidir en su favor y no lo hizo. Antes de dejar que se consumara la moción de censura tuvo la oportunidad de dejar a su vicepresidenta en la presidencia, pero prefirió hacerse una cata de chupitos y dejar correr las horas y la  oportunidad, desbrozándole el camino a Pedro Sánchez.

Pablo Casado era el menos contaminado, el más joven y de menor experiencia y sobre esos tres pilares, supo levantar una candidatura que finalmente resultó la más atractiva para una militancia cansada de las dos señoras y sus guerrillas de ambiciones. Se hizo con la presidencia de un partido deshilachado, con más cocineros que pinches, barones y versos sueltos con mando en plaza y vicios consolidados, que se resistían, y se siguen resistiendo, a concluir una etapa en la que se sentían  herederos de un patrimonio familiar. En algunos sitios eso no ha cambiado. Casado, ha limpiado mucho pero  es mucho lo que le queda por limpiar y tendrá que desmochar torres, señalar puertas y agradecer servicios prestados. En Extremadura siguen las aguas estancadas y por aquí el viento de la renovación no ha pasado.

Antes, mientras la izquierda se dividía en subsectores ideológicos, la derecha permanecía compacta y aglutinaba en el PP desde el centro a la extrema derecha, pero las indecisiones y corruptelas, los complejos y el “impasible el ademán” de un Rajoy que no supo ni administrar una mayoría absoluta, dio alas a Cs y a Vox, que le hicieron una mordida importante, porque el electorado que había aglutinado ya disponía de referentes más cercanos y no tenía que refugiarse en el PP como “mal menor”.

Pablo Casado, que no da pasos de siete leguas, pero tampoco permanece parado,  está logrando una estabilidad capaz de acabar con las divisiones, que son las que han propiciado un Gobierno socialcomunistas, de imposible encaje en la UE, en Europa y en los países desarrollados, que nos miran como a un gato con dos cabezas, propio para exhibirlo en una barraca de feria.
 
Pero el éxito del PP no depende solo de Madrid y antes de afrontar una cita electoral, que no va a tardar, deben limpiar óxidos y humedades. En Extremadura apenas lograrán las calderillas de consolación si no renuevan a fondo,  pasando el testigo a otros militantes que con el tiempo  y en la compleja parcela municipal, se han consolidado, demostrando eficacia en la gestión, tirón electoral y saber estar. Es el momento de que gente como Fran Fragoso, Tina Rodríguez,  Fernando Pizarro, Juan Antonio Barrios, José M Ballesteros, Nandi Ortiz, Carmen Pagador, María Natividad… aspiren a retos mayores por el bien de su partido. Banquillo hay y si no lo mueven,  seguirán teniendo lo que tienen, por los siglos de los siglos. La cabra haciendo malabares encima de una silla  ya no vende.





sábado, 13 de junio de 2020

Lo de Vox


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                         La calma del encinar
                         LO DE VOX

                                      Tomás Martín Tamayo
                                      tomasmartintamayo@gmail.com
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Sigo con la serie y, después de lo de Cs y lo de Podemos, toca lo de Vox aunque, para evitar las lecturas torticeras que se harán, ganas dan de decir aquello de “Señor, que pase de mí este cáliz”. De la “jartura” del bipartidismo surgieron Ciudadanos y Podemos, uno situado entre el PP y el PSOE y el otro entre el PSOE y el no se sabe. Pero faltaba la respuesta a “la derechita cobarde” de un Rajoy que ni “chicha ni limoná” y surgió Vox.

¿Vox es ultra, fascio/nazi, extrema derecha…? Desde luego es la extrema ojeriza para todos que, a coro, lo repiten con el ánimo de meternos el miedo en el cuerpo. Leo lo que escriben, oigo lo que dicen y, a pesar de las patochadas patrioteras de sangre, raza y pureza, me parece que están a la derecha del PP y ya está, aunque, para marcar su terreno, se adentren en postulados nostálgicos, disputándoselos al PSOE, que sigue en la Guerra Civil, paseando a Franco y tarareando aquello de “sin ti no soy nada…”

Lo que dice Vox suena bien al electorado clásico de la derecha, tanto tiempo abandonado por la indefinición de un PP acomplejado y arrinconado desde que concluyó la etapa de Aznar. Rajoy, indeciso en tantas cosas, también fue “Don Tancredo” en esto y nunca se supo si subía o bajaba de la escalera. A él le debemos este momento. ¡Qué puntería tenemos, dieciséis años naufragando: Zapatero, Rajoy y ahora Pedro Sánchez! A España no hay quien la hunda.

Vox habla alto, fuerte y claro, sin ningún complejo, y eso desconcierta mucho a la extrema izquierda comunista, al PSOE podemizado, a los filoterroristas, nacionalistas y separatistas que, acostumbrados a cabalgar con espuelas y usando la fusta, no soportan verse contestados por los “hijos del pasado”. Como si el terrorismo, el nacionalismo, el anarquismo y el comunismo fueran inventos arcangélicos proyectados desde el futuro para sacarnos del estercolero.

Vox tomó iniciativas que pusieron entre rejas a los golpistas catalanes, lo que no hizo el Gobierno ni el  pueblo catalán. Pero dicen -yo no lo niego porque no lo sé-, que son homófobos, con tendencia al golpismo, racistas, radicales en sus postulados, intolerantes y un peligro para la democracia, aunque, mientras lo dicen, algunos pactan con golpistas, radicales furibundos, antisistema declarados, proetarras, fugados de la justicia e incluso cogobiernan con los que quieren derruir el sistema. ¿Son misóginos porque piden  que las “asesoras” de las mujeres maltratadas tengan una cualificación que vaya más allá de su osadía? Evidentemente es una medida extrema,  como exigir médicos en los hospitales o maestros en los colegios.

Los demócratas de pitiminí justifican, para sentarse con Bildu y demás jauría, que hay que respetar el veredicto de las urnas, pero no les merecen tanto respeto los votos de Vox porque, exquisitos que son ellos, mientras pactan con gentuza de todo pelaje, evitan estar al lado de los ultras.

¿Creemos lo que dice Vox o creemos lo que dicen que dice Vox? He ahí el dilema.





sábado, 6 de junio de 2020

Lo de Podemos




                         La calma del encinar
                         LO DE PODEMOS

                                      Tomás Martín Tamayo
                                      tomasmartintamayo@gmail.com
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Si escribí “Lo de Cs” y escribiré “Lo de Vox”, “Lo del PSOE” y “Lo del PP”, seguiré  hoy con “Lo de Podemos”, aunque creo que sería más certero titular “Lo de Pablo Iglesias”, propietario y administrador único de la formación morada, a la que ocupa como a su casoplón de Galapagar. Pablo Iglesias, con una concepción caudillista y de comuna familiar, estilo Ceaucescu, desde su corta representación está “podemizando” la política española con una organización callejera, populista y anclada en el comunismo chavista, subespecie residual y circense del  extinguido comunismo europeo, del que mantiene el sesgo totalitario. Peor que el comunismo doctrinario es el comunismo populista, estrafalario y sin doctrina.

El director de un importante medio de comunicación de CyL, tras el acuerdo del PSOE con Podemos, me adelantó lo que hoy es una evidencia incuestionable: “Iglesias se come a Sánchez en un desayuno y como el PSOE es Sánchez, los dos caen en la misma digestión”. Preclaro vaticinio porque el presidente del Gobierno se ha dejado “podemizar” por un “guerracivilista”  que aspira a la voladura del sistema que él debe proteger.

Con Pedro Sánchez  a Pablo Iglesias le ha crecido una flor en el culo y, desde la vicepresidencia, lleva las riendas de cuatro ministerios y la iniciativa política en el Parlamento y en el Gobierno. Lejos de estar tutelado por el presidente del Gobierno, es él el que lo tutela, lo supervisa y lo guía. A él y al PSOE porque, como la derecha ha tomado la calle, anda como un zumbado en el Parlamento, en el Gobierno y en la calle.

Con su dialéctica tabernaria y matonista, riéndose de sus propios dogmas: “Es peligroso que los políticos vivan aislados en sus chalets”, ”La  policía son los matones al servicio de los ricos”, “Los escraches son jarabe de palo democrático de los de abajo”, “La Justicia en España está al servicio del poder”, “En España hay presos políticos”… oculta su desastrosa gestión en la crisis del coronavirus, pese a ser responsable de unas residencias en las que han muerto miles de ancianos, a los que se les negó incluso los primeros auxilios, mientras él lucía palmito en las ruedas de prensa, saltándose la cuarentena a la que estaba obligado. Su táctica de enlodarlo todo ha sido muy efectista porque, llevando la iniciativa en el Gobierno, ningunea con pulsos estrafalarios al PSOE, pero está despertando a una derecha, hasta ahora acomplejada, y a otra sin complejos, que han tomado la calle administrando al vicepresidente su propia medicina.

La “podemización” de la política llega hasta el extremo de que, desde el Gobierno, ha guiado la fobia hacia PP y Vox. Hoy las bases socialistas ven normal su alianza con la extrema izquierda que ayer le quitaba el sueño a Pedro Sánchez y han llegado, con un relativismo vergonzoso, al olvido de los casi 900 asesinatos de ETA, para pactar con Bildu. ¿Otegui antes que Abascal? ¡Por supuesto, la duda ofende! Pablo Iglesias va cumpliendo sus objetivos y se frota las manos. Lo peor es que las consecuencias de esos objetivos no las pagará solo el PSOE.

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