La calma del encinar
LO DEL PSOE
Tomás
Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Felipe González y Alfonso Guerra se
distribuyeron muy bien los papeles y el PSOE era una máquina poderosa y perfectamente
engrasada durante la Transición. Felipe sabía vender y Guerra, en la cocina,
elaboraba unos platos novedosos, picantes y provocativos que servían de crítica
acerada hacia el Gobierno y, al mismo tiempo, acaparaban titulares. El PSOE,
como oposición indiscutible, era a su vez la incuestionable alternativa y tras
unos tanteos fallidos arrasó en las elecciones del 28 de octubre de 1982,
logrando 202 de los 350 escaños del Congreso. Ese fue el punto más álgido
de un PSOE que ha ido degradándose hasta convertirse en el espectro que hoy es,
un partido con más charanga, “chunda-chunda” y vocerío que propuestas. Y al servicio
exclusivo de su secretario general.
Lo viejos
socialistas, como Ibarra, que conocían el paño de sus bases, renegaban de las elecciones primarias para
elegir a la cúpula del partido, porque sabían que ese salto, supuestamente
democrático, iba a acabar cediendo un poder omnímodo al elegido, en detrimento
de la organización, de la ideología y del músculo electoral. El tiempo les ha
dado la razón, pero ¿quién pone ahora el cascabel al gato, retirando a las
bases la posibilidad de elegir al “Chiquilicuatre” de turno?
La primera cruz de
las primarias llegó con Zapatero, un estornudo ideológico, sin norte ni
resortes, al que eligieron para rechazar a Bono. ZP se vio en la presidencia
del Gobierno por los atentados del 11-M de 2004, algo que descartaban todos los
sondeos hasta 24 horas antes. Es verdad que después, en las generales de 2008
volvió a ganar las elecciones, pese a que en su primera legislatura ya había
dejado evidencias de su desquicio. ¿El electorado no se equivoca nunca?
No, claro, ni cuando eligió a Hitler…
Zapatero destrozó al
PSOE, desacreditándolo, hundiéndolo pueblo a pueblo y empujando a Rajoy y al
Partido Popular hasta una mayoría absoluta, cuya onda expansiva llegó incluso a
Extremadura que, con ayuda de tres diputados de IU, puso la presidencia de la
Junta en manos de Monago. Después, en vez de agradecerle el triunfo a los
despropósitos de Zapatero, se lo
apuntaron a Iván Redondo, que acababa de llegar. Así es la política, más tontos
que setas.

Volveré el 5 de septiembre, con permiso de don
Covid-19 y de la autoridad competente. ¡Que
los rebrotes sean leves!
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