La calma del encinar
LO DE PODEMOS
Tomás
Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Si escribí “Lo de Cs” y escribiré “Lo de Vox”, “Lo del PSOE”
y “Lo del PP”, seguiré hoy con “Lo de
Podemos”, aunque creo que sería más certero titular “Lo de Pablo Iglesias”, propietario
y administrador único de la formación morada, a la que ocupa como a su casoplón
de Galapagar. Pablo Iglesias, con una concepción caudillista y de comuna
familiar, estilo Ceaucescu, desde su corta representación está “podemizando” la
política española con una organización callejera, populista y anclada en el
comunismo chavista, subespecie residual y circense del extinguido comunismo europeo, del que
mantiene el sesgo totalitario. Peor que el comunismo doctrinario es el
comunismo populista, estrafalario y sin doctrina.
El director de un importante medio de comunicación de CyL,
tras el acuerdo del PSOE con Podemos, me adelantó lo que hoy es una evidencia
incuestionable: “Iglesias se come a Sánchez en un desayuno y como el PSOE es
Sánchez, los dos caen en la misma digestión”. Preclaro vaticinio porque el
presidente del Gobierno se ha dejado “podemizar” por un “guerracivilista” que aspira a la voladura del sistema que él
debe proteger.
Con Pedro Sánchez a
Pablo Iglesias le ha crecido una flor en el culo y, desde la vicepresidencia,
lleva las riendas de cuatro ministerios y la iniciativa política en el
Parlamento y en el Gobierno. Lejos de estar tutelado por el presidente del
Gobierno, es él el que lo tutela, lo supervisa y lo guía. A él y al PSOE
porque, como la derecha ha tomado la calle, anda como un zumbado en el
Parlamento, en el Gobierno y en la calle.
Con su dialéctica tabernaria y matonista, riéndose de sus propios
dogmas: “Es peligroso que los políticos vivan aislados en sus chalets”, ”La policía son los matones al servicio de los
ricos”, “Los escraches son jarabe de palo democrático de los de abajo”, “La
Justicia en España está al servicio del poder”, “En España hay presos políticos”…
oculta su desastrosa gestión en la crisis del coronavirus, pese a ser
responsable de unas residencias en las que han muerto miles de ancianos, a los
que se les negó incluso los primeros auxilios, mientras él lucía palmito en las
ruedas de prensa, saltándose la cuarentena a la que estaba obligado. Su táctica
de enlodarlo todo ha sido muy efectista porque, llevando la iniciativa en el
Gobierno, ningunea con pulsos estrafalarios al PSOE, pero está despertando a
una derecha, hasta ahora acomplejada, y a otra sin complejos, que han tomado la
calle administrando al vicepresidente su propia medicina.
La “podemización” de la política
llega hasta el extremo de que, desde el Gobierno, ha guiado la fobia hacia PP y
Vox. Hoy las bases socialistas ven normal su alianza con la extrema izquierda
que ayer le quitaba el sueño a Pedro Sánchez y han llegado, con un relativismo
vergonzoso, al olvido de los casi 900 asesinatos de ETA, para pactar con Bildu.
¿Otegui antes que Abascal? ¡Por supuesto, la duda ofende! Pablo Iglesias va
cumpliendo sus objetivos y se frota las manos. Lo peor es que las consecuencias
de esos objetivos no las pagará solo el PSOE.
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