La calma del encinar
OPCIÓN DE RIESGO
Tomás Martín Tamayo
No estoy entre los que aseguran no arrepentirse
de nada de lo que han hecho en su vida. Si existiera la moviola, yo evitaría
lugares donde he estado, no haría cosas que he hecho, no diría mucho de lo que
he dicho y evitaría a gente que he conocido, porque no reconocer el error es
confundirse dos veces. En una ocasión recorrí 800 km. para presentar un libro
de alguien a quien no conocía… ¡Un compromiso idiota, porque el tal escribe
mucho en HOY! Previamente, había leído el libro, subrayado, analizado, sacado
notas… Al concluir el acto estaba convencido de que había sido un error, porque
el autor es un tipo vanidoso, pedante y sobre todo, desagradecido. ¿No es para
estar arrepentido? En algún tramo de mi
vida defendí trincheras que no eran mías y postulados que no me pertenecían,
pero eso me enseñó porque, en la base de mis errores está la cimentación de mis
aciertos.
Ser independiente es una opción
personal, aunque creo que los mayores defensores de la independencia somos los
que no siempre hemos gozado de ella. No voy a caer en el lamento del monje que
abandona el convento y oye a sus espaldas el portazo, porque quedar a la
intemperie, apartándote de todo gremio, asociación, club, redil, confesión… es
algo que te endurece la piel del alma. Situarte en una isla te deja aislado y desasistido
del calor de la manada y, si careces de “vecinos”, no tienes a quien pedir
perejil, porque la soledad es dura y paga peaje. No hay perdón para el que se
atreve a salir del aprisco, pensar sin ataduras o abandonar la secta.
Opinar con libertad conlleva
el riesgo de no contentar a la tropa y nadie va a defender una causa que casi
siempre resulta incómoda para todos. Si optas por la libertad, renuncias a los
beneficios del gremio y eso, aparentemente, te hace vulnerable. Y se pasa frío.
Es exponerte a recibir la metralla de los bandos enfrentados y no puedes
esperar una manta en caso de nevada. De nadie, porque nadie es solidario con el
que se aparta.
“¿Existe la independencia?” -me
preguntaron en un instituto de Badajoz. Existe como ideal, pero siempre es
relativa y tiene límites. Tener un criterio propio, huyendo de la contaminación
y del dirigismo vertical, no significa que uno se levante al margen de sus
raíces o que podamos renunciar a convicciones que llegaron con la leche
materna. Una amiga dice que “la primera papilla nunca se digiere” y puede que
tenga razón, que ese primer calostro se enquista en nuestro estómago de por
vida.
Los que carecen de independencia
para ser libres o de libertad para ser independientes, son los más radicales, porque
se creen señalados por los que no están en el redil. Es su cruz. ¿Qué
posibilidades tiene de manifestarse en libertad alguien que vive cómodamente
por su pertenencia a un clan? Su pensamiento puede ser libre, pero no puede
ejercerlo porque vive de la mansedumbre, a cambio de la pitanza. ¿Pitanza o
libertad?
Me impresionó un recluso que el día
que lo ponían en libertad, después de quince años, me dijo: “Tengo miedo a la
calle porque no la conozco, voy a buscar un piso tutelado, donde viven otros ex
reclusos”. Sin la manada se sentía perdido y buscaba cobijo para, de alguna
forma, seguir preso y rodeado de presos. La soledad, la libertad, la
independencia son opciones de riesgo, pero bendito riesgo si te permite
respirar hondo y llenar los pulmones.
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