La calma del encinar
PRÁCTICAS NAZIS
Tomás Martín Tamayo
La noticia me pareció aberrante,
pero no la cuestioné porque la publicaba HOY y la firmaba Rocío Romero:
“Militantes socialistas piden al partido el cese de Ricardo Cabezas por su
opinión sobre el acoso sexual”. ¿Y qué opinión manifestó Ricardo Cabezas al
respecto? Me atrevo a resumirla: Que una denuncia anónima, llena de vaguedades
e imprecisiones, no puede poner en un brete a los socialistas pacenses”. Si no
hay nada detrás, me parece sensata y oportuna la defensa de sus compañeros,
porque, si la anónima quiere denunciar, que denuncie, pero saliendo del
anonimato y con todas sus consecuencias.
Unas de las prácticas nazis
más terroríficas, era la de dar credibilidad, sin comprobación alguna, a
denuncias anónimas para arruinar a un vecino, a una familia o a un colectivo.
Eso permitió la vendetta de muchos desalmados, que usaron semejante monstruosidad
para ajustar cuentas, medrar, desprenderse de adversarios o para aprovechar la
confusión del momento. ¿Razones para pedir la cabeza de Cabezas? Resulta que
una mujer anónima le cuenta a otra que, en una celebración del PSOE, cinco años
atrás, un socialista “abusó” de ella, porque tuvieron relaciones sexuales sin
usar preservativo”. Sin entrar en detalles que añaden poco a lo denunciado y
sin cuestionar lo que se dice, con el revuelo que se ha montado por la cara
oculta de Íñigo Errejón, creo que es legítimo que el secretario general de los
socialistas pacenses reclame claridad en la denuncia, en nombre propio y en el
de todos los socialistas presentes en aquel acto, porque, sin concreciones, es
verdad que todos están bajo sospecha. ¿Para qué sirve señalar sin fijar y sin
dar la cara?
¿Y por eso piden su cese? Sí, por eso piden su
cese, pero me gustaría conocer lo que realmente subyace en semejante solicitud,
porque me temo, ojalá esté confundido, que aquí se está aprovechando que el
Guadiana pasa por Badajoz para desprenderse de un adversario político dentro de
la propia familia. Creo que las denuncias deben fundamentarse y que el
denunciante tiene que asumir la responsabilidad de lo que denuncia, porque lo
contrario es caer en la práctica nazi de permitir el ajuste de cuentas, individual
o colectivo. No descalifico lo que está haciendo la señora Fallarás con su
página abierta a los posibles atropellos, pero parece exigible que, al mismo
tiempo que se señala, se diga quien o quienes sostienen el señalamiento. El
feminismo es algo muy serio como para dejarlo al albur de rencillas familiares
y no me parece que pedir concreciones ante denuncias graves, sea “señalar a la
víctima y liberar al agresor”.
Algunos/as creen que lo que
se aprueba en el Congreso de los Diputados es la palabra de Dios y que lo que
de allí sale, además de legal, es moral, sensato, cívico y progresista. ¡Como
la Ley del “Solo sí es sí! ¿Son legales todas las regalías que Pedro Sánchez ha
hecho a los independentistas para poder seguir aferrado al Falcon? Legales
puede que sí, pero inmorales y repugnantes también. Me parece de dudosa
legalidad tomar en consideración denuncias fijadas desde el anonimato, pero aún
es peor hacerlo sin un señalamiento concreto, dejando en la cuerda floja a todo
un colectivo. Y esa es la cuestión. Es
rizar el rizo que sea anónima la denunciante y anónimo el presunto denunciado. ¿Para
qué sirve todo esto, además de resucitar una práctica poco recomendable? Ustedes
mismas.
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