sábado, 8 de junio de 2024

Publicado en HOY, 08/06/2024

 

La calma del encinar

 SECRETILLOS A VOCES

 

                                                                Tomás Martín Tamayo

 

En la Casa Blanca eran muy selectivos en la elección del personal de servicio y destacaban, por su belleza, las mujeres negras. Estaban tan bien elegidas y resultaban tan tentadoras para sus inquilinos que Anna, la esposa de William Henry Harrison, nada más llegar decidió despedirlas a todas, para elegirlas ella misma, descartando a las menores de 45 años. La esposa del presidente quería evitar los escarceos amorosos del nuevo inquilino, que llegaba a la presidencia con cinco hijos de una esclava negra.  Y lo mismo le pasó a las esposas de otros presidentes, como Martin Van Buren, James Monroe, Woodrow Wilson, Herbert Hoover… que demostraron desde el principio una considerable tendencia a la fusión cromática. Pero el caso más destacado es el de Thomas Jefferson que, mientras redactaba su famosa Declaración de Independencia, se aliviaba las urgencias con Elizabeth, una bellísima esclava negra.

 Elizabeth Hemings, de negritud extrema, en realidad era mestiza porque era hija del suegro de Jefferson y, por tanto, hermanastra de su esposa. O sea, que el bueno de Jefferson se aliviaba con las dos hermanas y pasaba del blanco al negro con tanta celeridad que ambas quedaban embarazadas casi simultáneamente, aunque una pariera en la alcoba presidencial, atendida por un prestigioso equipo médico y la otra en un cuchitril apartado, con la ayuda de otra esclava. Doscientos años después y tras muchas especulaciones, una prueba genética confirmó que los seis hijos de Elizabeth tenían el mismo ADN de la familia Jefferson, aunque esto se sabía porque los puñeteros negritos eran iguales a su padre biológico. La caprichosa genética delataba los pecadillos de alcoba del tercer presidente de EE. UU y mientras que sus hijos legítimos se parecían a la madre, los que paría la esclava negra llegaban al mundo como clones de Thomas Jefferson. Dos de ellos incluso heredaron la inclinación al caminar del presidente.

 Se conocía la paternidad oculta del fogoso mandatario, pero no se había oficializado la consanguinidad hasta que se ha demostrado científicamente, que los Jefferson y los Woodson son la misma familia y por partida doble, ya que comparten genética por parte de abuelo materno y padre. Los mismos genes, aunque unos sean de armiño y otros de carbón. Pelillos a la mar, después de tantos años, un centenar de los descendientes de Thomas Jefferson se han reunido en una de las mansiones que el presidente poseía en Virginia y en la que se dejaba asistir por la esclava negra y su esposa blanca al mismo tiempo. Los descendientes del presidente, blancos y negros, con la misma sangre paterna y materna, corrieron suertes bien diferentes, porque los blancos han gozado, generación tras generación, del privilegio, respeto y fortuna que les deparaba el apellido Jefferson, mientras que los negros, los Woodson Hemings, fueron por caminos sin asfaltar. Su suerte quedó marcada por el capricho de unos espermatozoides que decidieron anidar, alternativamente, en la esclava negra o en la esposa blanca. Un azar, insignificante para la naturaleza, que los marcó por generaciones. Mientras unos estaban bien situados, con estudios y profesiones de prestigio social, los negros pertenecían al sector servicios. En la rama negra el más próspero era propietario de un par de gasolineras. El color sí importa.

 
No ha trascendido si, después del reencuentro y el chin-chin al brindar, los Jefferson blancos se abrieron a compartir más cosas con sus hermanos, los Jefferson negros. Y si no ha trascendido…

 

 

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