sábado, 25 de mayo de 2024

Publicado en HOY, 25/05/2024

 

La calma del encinar

EL PELOTÓN DE LOS TIESOS

 

                           Tomás Martín Tamayo

 

En la Sociedad de Plateros de la cordobesa calle Cruz Conde, solíamos juntarnos funcionarios, maestros, dependientes, policías… con el nexo común de pertenecer al “pelotón de los tiesos”, apelativo que nos dábamos los que sorteábamos la dificultad para estirar la escasez hasta final de mes. Era una constante que llevábamos con naturalidad, porque algunos teníamos extras que empinaban la cuesta. En mi caso afrontaba la quita de una máquina de escribir, una Olivetti (Pluma 22), que había comprado a plazos, pero los otros tampoco andaban muy sobrados. De tarde en tarde, se sumaba al pelotón Julio Anguita, que también comía en “El Pelitos”, dos platos y manzana por 25 pesetas. Si era comunista o del Rayo Vallecano, nadie lo sabía. Muchos años después volví a verlo, en televisión y como alcalde de Córdoba.

 Con este panorama se entenderá que a primero de mes abundaran los finos, la japuta, los boquerones en vinagre…, que iban decayendo a medida que el sobre adelgazaba, pero había dos excepciones: la de Pepe Castro y Pepe Rubio. Los dos “pepes” tenían “posibles de familia”, para vivir sin agonías. Pepe Castro, funcionario de la prisión cordobesa, aprobó judicatura y con el tiempo, fue uno de los jueces más famosos de España, como instructor del caso Nóos, que afectaba a la infanta Cristina y a Urdangarin. Pepe Rubio, hijo de un apoderado de toreros, regentaba un hostal de su padre y llegó a dirigir uno de los hoteles más prestigiosos de Madrid, donde desapareció en 1988. Y hasta hoy. Su único rastro, cinco años después, lo dio un suicida canadiense, que se arrojó desde la planta veinte de un edificio en Filadelfia y que llevaba en el abrigo el pasaporte de Pepe Rubio, pero que no lo era.

 Aquellos años, no se recuerdan hoy por sus dificultades, sino por las ilusiones inconcretas que estaban por hacerse realidad. Si finalmente llegaron no importa, porque nos alimentaron y empujaron mientras estuvieron. Uno de los mejores, “Shiquillo”, quiso ser torero y aunque no pudo pasar de novillero prometedor, porque un morlaco le destrozó un tobillo al pisarlo, murió en un cubículo que tenía en el alto de su tasca, en el cordobés barrio de El Brillante, rodeado de fotos de sus años de luces con Palomo Linares, El Cordobés, Paco Camino… Nunca fue uno de ellos, pero en las fotos eso no se ve y seguro de que acabó su vida saboreando el sueño.

 Hoy, los sueños se envuelven en intereses diferentes porque, aunque no falte empuje, todo está materializado, se busca la inmediatez, se pone precio a cualquier suspiro y se ha perdido la sabia espera del que sabe que despacio también se llega. España casi duplica la tasa de paro de la UE, pero no se encuentran camareros, conductores, albañiles, informáticos, mecánicos, electricistas, carpinteros…¿Qué estamos haciendo mal? El mundo es más global y eso nos ha hecho perder rasgos propios y el santo temor a las fronteras que no se pueden pisar. Algo incuestionable, como aceptar la dificultad, el respeto a la autoridad, a los mayores, se relativiza porque todo es cuestionable y no hay principio que no pueda ser pisoteado.

 Cualquier tiempo pasado no fue mejor, porque cada época tiene su impronta, pero sería bueno no “progresar” retrocediendo. La escritora Eva Baltasar, decía en Hoy el miércoles pasado que “vamos a una sociedad cada vez más medievalizada”.

 

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