La calma del encinar
EL CONTROL DE DOÑA OTILIA
Tomás Martín Tamayo
-Buenos días, Doña Otilia, ¿en qué puedo servirla?
-Buenos días, perdone la molestia, ¿llegó mi paga?
-Sí, doña Otilia, llegó puntual, como todos los meses. La Seguridad Social no se olvida de usted.
-¿Las 34.254 pesetas?
-Espere que lo mire, enseguida se lo digo.
-Sí, por favor, lamento molestarle.
-Usted no molesta nunca, doña Otilia... ¡Sí, exacto, el día uno llegó la transferencia con las 34.254 pesetas, sin faltar ni una!
-¿Sí, justas? ¿Las contaron ustedes?
-Sí que las contamos. Dos veces para más seguridad, pero usted lo quiere comprobar ¿verdad?
-Sí, me quedo más tranquila si las cuento yo, aunque no dudo de que ustedes lo habrán hecho bien. ¿Pueden dármelas, por favor?
Le rellenábamos el impreso y ella cambiaba de gafas para leerlo. Después sacaba del bolso una pluma pequeña, desenroscaba el capuchón con sus manos temblorosas, huesudas, venosas, moteadas de amaneceres y firmaba. Recogíamos el impreso, anotábamos en su cartilla la salida de las 34.254 pesetas y las contábamos bajo su atenta mirada. Durante todo el proceso, doña Otilia seguía con un leve movimiento de cabeza el conteo. Entrábamos el dinero en un sobre, lo cerrábamos y lo poníamos a su alcance, en el límite del mostrador.
Doña Otilia lo recogía con su manos temblorosas, lo abría, sacaba el dinero y lo contaba dos veces y palpando los billetes los volvía a entrar en el sobre y lo acercaba, deslizándolo con delicadeza:
-Sí, está todo bien, este mes tampoco se han confundido.
-No, no se han confundido. ¿Qué quiere usted hacer con él dinero?
-Quiero devolverlo a mi cartilla, cuéntenlo, por favor.
Recogíamos el sobre, lo abríamos ceremoniosamente, sacábamos el dinero y lo contábamos, como ella pedía.
-Perdone las molestias, doña Otilia, pero tiene que firmar otro impreso para hacer efectivo el ingreso en su cartilla.
-Sí claro, no es molestia. Un impreso para sacar el dinero y otro para entrarlo. Por favor, quiero una copia.
-Claro, doña Otilia, tendrá su copia.
Volvía a cambiar de gafas, sacaba de nuevo la pluma y firmaba el impreso de ingreso, casi en diagonal. Guardaba las gafas y la pluma y delicadamente, como si fuera de porcelana, empujaba el papel para dejarlo a nuestro alcance.
-Misión cumplida. Parece que está todo bien ¿verdad?
-Sí, doña Otilia, todo está correcto, puede usted irse tranquila que el dinero queda depositado en su cuenta. Tome la copia del ingreso.
-Gracias. ¿Hasta el próximo mes?
-Hasta cuando usted quiera, doña Otilia, aquí estaremos para atenderla como merece.
-Gracias, son ustedes muy amables, pero es que con el dinero hay que tener mucho cuidado. Buenos días.
-Buenos días, doña Otilia.
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