sábado, 23 de marzo de 2024

Publicado en HOY 23/03/2024 EL CONTROL DE DOÑA OTILIA

 La calma del encinar

EL CONTROL DE DOÑA OTILIA

                               

                                  Tomás Martín Tamayo


Miraba de abajo a arriba, forzada por la curvatura de su espalda,con las gafas al límite de la nariz. La medalla de la Virgen de Guadalupe suspendida del cuello, balanceándose, como la condecoración de un general jorobado. Adoquín tras adoquín, con su bastón como guía, superaba la calle y entraba en el banco el día cinco de cada mes, para verificar el ingreso de su paga. Olía a Heno de Pravia, lucía sus puñetas y su cuello de puntillas, sus zapatos de charol, con unos centímetros de tacón. Cuando entraba en el banco, con ella se colaba un ángel. Guardaba su turno y mantenía la distancia para no molestar. Con la mirada nos comunicábamos su presencia porque irradiaba delicadeza, sensibilidad y buen gusto. Y porque conocíamos su control mensual que, siendo absurdo, respetábamos. Al llegar al mostrador, casi de su misma altura, esbozaba una sonrisa cálida y esperaba a ser atendida:


-Buenos días, Doña Otilia, ¿en qué puedo servirla?

-Buenos días, perdone la molestia, ¿llegó mi paga?

-Sí, doña Otilia, llegó puntual, como todos los meses. La Seguridad Social no se olvida de usted.

-¿Las 34.254 pesetas?

-Espere que lo mire, enseguida se lo digo.

-Sí, por favor, lamento molestarle.

-Usted no molesta nunca, doña Otilia... ¡Sí, exacto, el día uno llegó la transferencia con las 34.254 pesetas, sin faltar ni una!

-¿Sí, justas? ¿Las contaron ustedes?

-Sí que las contamos. Dos veces para más seguridad, pero usted lo quiere comprobar ¿verdad?

-Sí, me quedo más tranquila si las cuento yo, aunque no dudo de que ustedes lo habrán hecho bien. ¿Pueden dármelas, por favor?

Le rellenábamos el impreso y ella cambiaba de gafas para leerlo. Después sacaba del bolso una pluma pequeña, desenroscaba el capuchón con sus manos temblorosas, huesudas, venosas, moteadas de amaneceres y firmaba. Recogíamos el impreso, anotábamos en su cartilla la salida de las 34.254 pesetas y las contábamos bajo su atenta mirada. Durante todo el proceso, doña Otilia seguía con un leve movimiento de cabeza el conteo. Entrábamos el dinero en un sobre, lo cerrábamos y lo poníamos a su alcance, en el límite del mostrador. 

Doña Otilia lo recogía con su manos temblorosas, lo abría, sacaba el dinero y lo contaba dos veces y palpando los billetes los volvía a entrar en el sobre y lo acercaba, deslizándolo con delicadeza: 

-Sí, está todo bien, este mes tampoco se han confundido.

-No, no se han confundido. ¿Qué quiere usted hacer con él dinero? 

-Quiero devolverlo a mi cartilla, cuéntenlo, por favor.

Recogíamos el sobre, lo abríamos ceremoniosamente, sacábamos el dinero y lo contábamos, como ella pedía.

-Perdone las molestias, doña Otilia, pero tiene que firmar otro impreso para hacer efectivo el ingreso en su cartilla.

-Sí claro, no es molestia. Un impreso para sacar el dinero y otro para entrarlo. Por favor, quiero una copia.

-Claro, doña Otilia, tendrá su copia. 

Volvía a cambiar de gafas, sacaba de nuevo la pluma y firmaba el impreso de ingreso, casi en diagonal. Guardaba las gafas y la pluma y delicadamente, como si fuera de porcelana, empujaba el papel para dejarlo a nuestro alcance.

-Misión cumplida. Parece que está todo bien ¿verdad?

-Sí, doña Otilia, todo está correcto, puede usted irse tranquila que el dinero queda depositado en su cuenta. Tome la copia del ingreso.

-Gracias. ¿Hasta el próximo mes?

-Hasta cuando usted quiera, doña Otilia, aquí estaremos para atenderla como merece.

-Gracias, son ustedes muy amables, pero es que con el dinero hay que tener mucho cuidado. Buenos días.

-Buenos días, doña Otilia.







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