sábado, 3 de febrero de 2024

 

Que salga el sol por el oeste

Pedro Sánchez, su gobierno, socios de la zanahoria y su PSOE genuflexo, se han encontrado con un Puigdemont que parece tener una hoja de ruta definida y sabedor de que es el dios de las tempestades, está dispuesto para hacer naufragar cualquier barquichuelo que se le cruce en sus entrepiernas. ¿Dice lo que hace, es alguien en quien creer? De momento hace lo que dice y, aunque diga sandeces que no caben ni en la Constitución ni en cualquier cabeza sana, lo sostiene como un mandamiento inquebrantable, porque peor que él al pedir la luna, son los que confabulan, amasan y manipulan para poder servírsela en bandeja. ¿Entre toda esa marabunta hay alguien con una neurona? Lo escribo con cierta pena, pero creo firmemente que antes que Puigdemont, el que está necesitado de un psiquiatra es Pedro Sánchez.


El golpista –y no sabemos si también terrorista–, se sabe dueño de la situación y todos los demás, ERC, Sumar, BNG, Bildu, los mandilones arrodillados del PNV, los cuatro tamborileros de Podemos y lo que queda de aquello que fue PSOE, se enchaquetaron para escuchar la voz del amo y acudieron al Congreso dispuestos para aprobar una bochornosa «amnistía de mínimos» con la que, según dijo después el de Waterlóo: «Vais a mear sangre si creéis que sin un olvido universal y sin acotaciones temporales, esto puede prosperar». Peor que los cuernos en sí, es que se infecten. Y el del flequillo acortinado los está poniendo a diario. Hasta el santurrón estrábico y entregado de ERC se mostraba contrito.


Hago y me hago desde aquí una pregunta impertinente: ¿Quién ganará el pulso final, Pedro Sánchez o Puigdemont? Hecho el recuento, seguro de que incluso los miembros/as del Gobierno apuestan por el huido y hasta Pedro Sánchez ha levantado la mano en su favor. Y otra más: ¿Y ahora qué? Como las estadísticas no suelen fallar, llegará al Congreso un nuevo texto, puño y letra de Puigdemont, que, resumidamente, diga: «Quedan amnistiados todos los delitos, pasados, presentes y futuros, incluido el terrorismo cuqui, relativos al ‘procés’. El Estado español reconoce su arbitrariedad y su brutalidad y, en el camino de la reparación con la noble nación catalana, se hará un listado para, vía compensaciones económicas, personales e institucionales, remediar en lo posible el error histórico cometido contra un país soberano. En caso de duda se requiere el arbitraje de Puigdemont, que será el que determine el alcance de la norma aprobada».


El Gobierno señala la posible negativa del Tribunal Constitucional para acceder a la nuevas enmiendas, pero, como todos, Puigdemont también sabe que ese crucero lo dirige Conde Pumpido, que recibe la ruta por teléfono. Unos días de enredos, de negaciones e imposibles, que después, Félix Bolaños (ni en la cárcel he conocido a un personaje con tanta cara) dirá que se ha arreglado con algunos arreglitos morfológicos y dos tildes que faltaban, pero que la negativa es la misma, aunque la propuesta es mucho más sólida, constitucional y ajustada a derecho.


Este fin de semana he leído a muchos analistas que a la legislatura le ha dado Puigdemont la puntilla, pero creo que han olvidado la trayectoria de Pedro Sánchez-Gobierno-socios-PSOE, dispuesto a aprobar en el Congreso que el sol salga por el oeste, aunque Sazatornil, el genial actor catalán, la emprenda a tiros con el astro.


Hasta pasadas las elecciones europeas, en las que Puigdemont revalidará su escaño, lo de mear sangre no va a ser una figura retórica. Pero aun meando sangre, seguirán.

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