sábado, 25 de noviembre de 2023

 

Las niñas de ‘El resplandor’

Pedro Sánchez nos ha echado del Gobierno». ¡Qué amargura! La dos, luciendo pañuelos palestinos, entristecidas, juntas como las niñas de ‘El resplandor’ y a ratos, como las hermanas Izquierdo de Puerto Hurraco, salieron de la bancada azul, sin entender que el malvado PS no las había echado de ningún sitio, que a pesar de todo habían cumplido su legislatura, que era otro Gobierno, dependiendo de otras mayorías y que, como ellas, también dejaron de ser ministros otros siete, que no se fueron lloriqueando. Dos de ellos, Manuel Castells y Alberto Garzón, salieron de la misma cuota.


Daba un poco de penita verlas aisladas en el banco azul del Gobierno, esperando, resignadas, el día fatídico. Aferradas a él, parece que habían nacido allí y que nada ni nadie podría sacarlas de la moqueta, después de aquellos días de gloria en los que, protegidas por el «macho alfa» de la coleta y el moñito, se dedicaban a propagar paridas y parides. Se sentían seguras porque sabían que los disparates no las moverían de sus asientos, ya que ellas pertenecían a una cuota intocable. Ni siquiera dependían del presidente del Gobierno que, cogido por ahí mismo, tenía que ponerse de perfil y soportar las invectivas y contradicciones que emanaban del propio Gobierno. Para seguir en el Consejo de Ministros/as solo necesitaban la aprobación del hombre al que se lo debían todo y que la fortuna política había puesto en su camino para que las señalara con el dedo. Y con ese origen tan feminista, dependiendo del masculino, se dedicaron a pontificar sobre el femenino.


Pero el caudillín primero se hizo casta, después se enamoró de su sombra y acabó obnubilado y perdido en el magma de la soberbia: Creyó lo que le susurraron de que, con su prestigio y su tirón electoral, podía desplazar a Isabel Díaz Ayuso y consideró que la Comunidad de Madrid era una plataforma más alta que la de vicepresidente del Gobierno. Cayó en la trampa, lo engañaron y con los cantos de sirena que le pasaron del CIS de Tezanos dimitió, mientras que en el Gobierno suspiraban y en el PSOE se frotaban las manos. Se la pegó. Una vez más hizo el ridículo, pero como tiene la consistencia de un manto de légamo, él no podía aguantar en la oposición, para que la Ayuso lo toreara. También se fue, pero antes, como buen caudillo, lo dejó todo «atado y bien atado», repartiendo sus poderes y bendiciones. A la Belarra la hizo ministra y la dejó al mando de la coalición. A la madre de sus hijos le legó un puesto fijo en el Consejo de Ministros y a Yolanda Díaz, como «próxima presidenta del Gobierno», la sentó en la vicepresidencia que él dejaba para irse a las cruzadas, a luchar contra los infieles. Días de miel y rosas, las tres mosqueteras designadas iniciaban su andadura, pero, eso sí, dirigidas desde la distancia, porque el amo del cotarro feminista, seguía siendo el sumo pontífice machista.


‘Tempus fugit’, ellas lo han disfrutado, dejando un recuerdo imborrable por sus aportaciones legislativas, tan solventes y puntillosas. Doña Yolanda Díaz, «la traidora», con su pico de oro, las hará buenas, los depredadores sexuales que, por ellas, como «miembras» del Gobierno, están en libertad y los que quedan en rampa de salida no las olvidarán. Y sus víctimas tampoco.

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