La calma del encinar
DUELE BADAJOZ
Tomás Martín Tamayo
Badajoz es hoy una ciudad a la deriva, en la que cada uno hace lo que le apetece. Y como prueba, esos acelerados del patinete, con complejo de torpedos, que se han adueñado de las aceras. También bicicletas e incluso pequeñas motos. Entre los invasores, las losetas levantadas, las farolas, las vallas, las papeleras tiradas y los eternos cercados por obras, circular por la acera en Badajoz lleva camino de convertirse en una actividad complicada. ¿Y la policía municipal? Su superintendente -el titulito se las trae- estará muy ocupado contabilizando las horas extras que debe pasar al Ayuntamiento, en las que debería incluir las que dedica a pensar en las horas extras. Para ratificarlas siempre puede acudir a la ex delegada, que justificará hasta los segundos. Haberle retirado la delegación a esa señora es el gran acierto en el haber del alcalde. Pobre policía municipal, en la que abundan profesionales que se ven menoscabados por el tufillo que envuelve al colectivo. Es injusto, pero es.
En Navidad también duele este Badajoz, con una corporación en estado de semiletargo, sin ideas, sin impulso, cruzada de brazos y entregada a los enredos políticos de poner y quitar candidatos, deshojando la margarita de las elecciones, que es el afán que los une y ocupa. Años llevan con el tema de las candidaturas y donde lo tenían apuntalado, como Badajoz y Mérida, han improvisado para que se caiga. Lo de Mérida merece un punto y aparte. Badajoz es una ciudad sucia, que espera la redención de las lluvias capaces de arrastrar su cochambre y en la que, como un botijo de agua en el desierto, menos mal, parece que tiene a alguien en parques y jardines. Duele este Badajoz tan abandonado y mortecino, en el que el apagón de una farola se eterniza y - ¿para ahorrar? -, con cuatro lucecitas en el centro se ha despachado la iluminación navideña, pero manteniendo la liberación de todo el equipo de gobierno. Y uno más. ¿Para ahorrar? Sí, para ahorrar.
Duele este Badajoz, capitaneado por un alcalde sin autoridad, que salta de negociar con el PSOE a negociar con el PP, porque en las subastas el lote se le adjudica al mejor postor. Sí, fue una subasta. Dos años de bandazos porque, por un acuerdo entre Partido Popular y Ciudadanos, se repartieron los tiempos de la alcaldía. El resultado ha sido un alcalde con tres concejales en una corporación de veintisiete y zancadilleado por sus supuestos socios de legislatura. Así nos ha ido, así nos va.
Duele este Badajoz siempre a la espera, con el partido mayoritario en la oposición y los partidos minoritarios en el gobierno, pero pensando en las cábalas electorales. El PP madrugó para poner candidato y se desperezó para cambiarlo por otro, porque se precipitaron y tomaron decisiones que residían en Madrid, que es dónde se sabe lo que conviene a Badajoz. Apartan al candidato propio y eligen al que era de Ciudadanos porque, dicen, han sondeado su fuerte tirón electoral, pese a que, después de casi dos años de alcalde, solo lo conoce el 14% del electorado. Jugada perfecta que tendrá su reflejo en las urnas. Eso sí, en mayo, Madrid, que es el que sabe, culpará a los que en Badajoz no supieron conectar con el electorado. En Madrid está la materia gris y en Badajoz los que llevan el botijo. Feliz navidad.
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