sábado, 17 de diciembre de 2022

Placido.jpg LOS PAISAJES DE PLÁCIDO RAMÍREZ Tomás Martín Tamayo Plácido Ramírez: “Luz para un paisaje” Edt. Stela literaria Prólogo: Francisco Luis López-Arza 56 páginas PVP: 10 euros En la poliédrica personalidad de Plácido Ramírez se dan cita muchas facetas y para todas tiene tiempo y dedicación, pero la de poeta es el eje esencial porque Plácido, hombre eminentemente social, se expresa en clave poética incluso cuando escribe en prosa. Es poeta en su quehacer diario, en sus afanes, en su manera de manifestarse y, lo más difícil, incluso en la hora de los juicios, en los que siempre intenta ver la cara más amable, desplegando algún requiebro poético para distender. Es poeta y factura su prosa midiendo una rima invisible, dejando siempre la impronta de lo que realmente es. Yo sugerí a Ángel Ortiz, ex director de HOY, que le hiciera un hueco en el periódico a Plácido y me satisface haber acertado porque, desde entonces, nuestro poeta ha dado muchas vueltas gloriosas a la “plaza alta” desde la que se proyecta. En sus columnas de HOY, desde el rincón de “Plaza Alta, aborda el acontecer como espectador de primera fila, porque Plácido es y está. Está tanto que, a veces, bien parece que hay mil y un Placido, entre los que se reparten la tarea de cubrir una agenda que debe ser agotadora, porque es requerido, invitado, solicitado…Con Plácido cuentan dentro y fuera de Extremadura y es nuestro juglar más activo, el que se enfrenta al esfuerzo solidario con el mejor talante, con la palabra amable y la sonrisa cordial. No resalta su presencia ni acapara protagonismos que no le corresponden y, siempre poeta, con el recurso a mano de una prosa poética a la que sabe dar una visión muy personal. En esta novena entrega, “Luz para un paisaje”, Plácido Ramírez es fiel a su manera de sentir y expresar lo que siente, sin pretensiones evolutivas que, a juzgar por el resultado, no necesita. Su “tempo” es el mismo de los primeros poemas. Desde aquella “Vereda”, que publicó en 1982, toda su obra sigue el mismo sendero intimista, que imprime a su poética un rasgo “placidista”. En acertada expresión de Francisco Luis López-Arza, que pone un ajustado prólogo al poemario, “El dolor, el amor, la ternura, las tristezas, las añoranzas que expresa Plácido obedecen al sentir común, no a meras experiencias individuales”. Así es, el poeta no se enreda en experimentos epatantes y su expresión la toma, como prestada “del común” porque, rezando desde dentro, su rezo llega fuera. Hay poetas de confesionario, de púlpito y de calle, que es el sitio de Plácido. Incluso en esta ocasión, con el fondo de una sinfonía monocorde, que recuerda la sosegada cadencia del canto gregoriano, con personalísimas “coplas a la muerte de su padre”, Plácido lo hace con la expresión de la calle, haciéndose antes vecino que trovador. Estos veinticinco poemas de “Luz para un paisaje” no necesitan relecturas para poder llegar a su fondo, porque Plácido los ha escrito como él mismo es, a su imagen y semejanza: sencillo, cercano, sensible y entendible. No hay en ellos estridencias culteranas, afán de epatar ni la dificultad rebuscada con la que algunos se envuelven, para dar a sus versos un contenido que no tienen. ¿Leer e interpretar? Siempre consideré inútil leer versos que no se entienden. No es su caso. Plácido escribe lo que se lee y no hay que entrar en elucubraciones inútiles, ni en interpretaciones extrañas. Es sencillo y escribe sencillo, es asequible y escribe asequible, es directo y escribe directo. “Luz para un paisaje” lo dedica Plácido a su padre: “A mi padre, que desde allí donde se encuentre, me envía una luz con paisajes de infancia”, pero la dedicatoria es una justificación innecesaria, porque en cada uno de los poemas, está su padre y la mirada del niño que contempla el paisaje con un realismo que sobrecoge: “Cuanto frío, también en la mirada, acurrucados junto a madre, aferrados a su falda. Algún rezo en los labios. Alguna lágrima”. “Luz para un paisaje”, obra menor por su tamaño, deja tras su lectura el sabor de lo trascendente, de una obra mayor que no precisa de la abundancia para que su aroma, como un perfume exquisito, llegue en frasco pequeño.

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