lunes, 13 de septiembre de 2021

 


 

                    


                      La ventana indiscreta

                     COMO POLLO SIN CABEZA

 

                                                                                  Tomás Martín Tamayo

Todavía me persigue una  imagen desde la infancia. En el cortijo de unos amigos de mi pueblo, la guardesa, con unas tijeras de podar, maestría y mucha experiencia, con certero tijeretazo le cortó la cabeza a un gallo. El pobre animal cayó al suelo, aleteó,  giró, se levantó y tambaleándose dio unos pasos por el corral, salpicando las paredes de sangre, mientras la cabeza, en el suelo, permanecía inerte y con los ojos apagados.

 Esa foto, anclada en mi memoria, ha vuelto estos días al leer que el Gobierno de Castilla y León había votado una iniciativa del PSOE en la que se afirmaba que “El deterioro de la red de atención primaria en el medio rural de Castilla y León está llevando a esta Comunidad a una situación insoportable e insostenible, desde el punto de vista de la cohesión social y territorial” Y concluye: “La Junta de Castilla y León lleva años abandonando y relegando la atención primaria a un segundo plano en cuestión de inversiones y de dotación de recursos”. Por extraño que parezca, el voto del grupo popular fue afirmativo.

 ¿Qué procede tras semejante reconocimiento? En coherencia, la dimisión del Gobierno, empezando por la de su presidente. Salir corriendo sin mirar hacia atrás o, en el más beatífico de los casos, convocar elecciones antes de salir del hemiciclo. Si en unos momentos en los que la Sanidad es clave para todos los sectores, los responsables de la misma reconocen que sus políticas están deteriorando la red de atención primaria, llevando a la Comunidad a una situación insoportable e insostenible”, en el minuto siguiente ya están sobrando. Nuevamente vi al gallo descabezado dando traspiés por el corral.

 ¿Verónica Casado, todavía consejera de Sanidad, levantó la mano para defender su gestión? No, puso su cabeza entre las hojas de la tijera y como sus compañeros de Cs, se abstuvo con mansedumbre, aunque después -¿soldado caído?- recibiera la solidaridad de los consejeros de Cultura y Empleo. Si el voto del PP resulta desconcertante, el de la consejera de Sanidad parece desternillante. Extraño también que siga al frente de la Sanidad, cuando ni ella misma es capaz de defender su gestión.

 ¿No tienen en la Junta “consejo de gobierno? ¿No hay reuniones de grupo, previas a los plenos? ¿No hay  acuerdos ni órganos de coordinación entre PP y Cs? Todos y cada uno de esos filtros podrían haber evitado un desajuste que pone a la Junta en una situación de difícil retorno, aunque Inés Arrimadas se apresure a hablar de normalidad, de cumplimiento del pacto y de agotar la legislatura.

 Igea, líder de Cs y vicepresidente, como portavoz tenía la misión de explicar lo que ni él mismo sabía y desde el fondo del armario dialéctico,  enfatizó que “La Consejería de Sanidad, Empleo, Cultura y yo somos la misma cosa”. ¿Y? Pudo elegir otro término, pero inconscientemente “cosificó” la presencia de Cs en el Gobierno, señalando además que el resto del Gobierno es otra cosa.

 La situación fue tan chirriante que el mismo Tudanca, más por sorpresa que por piedad, se mostró conciliador y no usó el descabello, pese a que con su iniciativa había metido un palo en las ruedas de la coalición. Si al Gobierno  “sanchista-leninista” le emana la oposición de su propio seno, en Castilla y León han dado una vuelta de tuerca porque, para ahorrar tiempo y esfuerzos, se suman directamente a la oposición. El pollo sin cabeza corre salpicando por el corral.

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