La calma del encinar
LA ÚLTIMA CENA CON
MANUEL GARCÍA CARMONA
Tomás Martín Tamayo
Ayer descorché un rioja, edición especial de 2014, que el verano pasado me regaló Manolo García Carmona. En uno de los recesos de la primera ola del virus insaciable, nos juntamos para cenar, en mi casa de Villafranco, Julián Leal, Antonio Barquilla, Manolo García Carmona y yo. “Corvina salvaje a la plancha, sobre base de hierba buena” fue el anzuelo, aunque hubiera tenido el mismo atractivo “pan con aceite”. Recuerdo que Manolo, de parco comer y comedido beber, repitió y con su delicadeza habitual me pidió una para Charo: “Esto es un manjar, me llevo la que queda para mi mujer”. Charo, siempre su Charo.
Mascarilla
en ristre, Manolo nos esperaba en su
puerta, con un estuche de tres botellas: “Toma, ya me dirás, sé que tú sabrás
apreciarlo”. Cumpliendo la norma de “si bebes no conduzcas”, como se preveía
algo de “trasiego”, me tocó ser el sacrificado conductor. Al llegar a
Villafranco, una bandada de gorriones en retirada, camino de la dormida,
llamaron la atención a Julián Leal. El sol hizo un mutis al vernos llegar.
Noche serena y de calor soportable, que se desperezó en relente al filo de la
madrugada. Algún vecino andaba de celebración y los cohetes fueron gratis.
Manolo se mostraba especialmente relajado, sonreía y brindaba. Barquilla
sentencioso y premonitor, Julián con su retranca sabia. De fondo canciones de los 60, 70 y 80, bandas sonoras y quejidos
de “El Cabrero” hechos fandangos.
No
imagino un panorama más idílico y apetecible, una noche en calma, buena música,
una cena en armonía y la amistad sincera y bien regada de cuatro amigos que se
reúnen porque les da la gana. No hay justificación mayor. Para la ocasión
Barquilla ejerció de sommelier con los caldos que había llevado y Manolo bebió
animado y contento. Lo recuerdo pletórico, con fuerza, saboreando el momento y
la vida.
Hoy,
un año después, me estremece su ausencia, el recuerdo de su bonhomía, su
afabilidad y la elegancia natural que tenía incluso para levantar una copa de
champán. Cuando nos íbamos les regale un
“cubo musical” con las canciones que habíamos oído y un brote de trébol con
cuatro hojas. Sobre la maceta he vertido la primera copa del vino que he descorchado.
Manolo
García Carmona fue durante veinte años mi primer lector, el que recibía
directamente los artículos que yo
enviaba, el subdirector de HOY, sabiamente elegido por Teresiano Rodríguez
Núñez. Sabía capotear los temporales que le llegaban y las objeciones que me
hacía, que yo seguía con fe ciega, siempre eran para mejorar lo expuesto,
buscando la concisión, la aclaración oportuna…No era su misión pero se había
involucrado en mis artículos y cada vez que me llamaba era una diana certera.
Por eso le dediqué mi recopilatorio “222 artículos de HOY”. ¡Qué grande era!
La
cena de este año estaba en el calendario, pero se ha pospuesto porque así lo exige la situación
y porque en junio se nos fue Manolo. Su
ausencia duele y el trébol se ha secado.
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