La calma del encinar
COSA NOSTRA CULTURAL (II)
Tomás Martín Tamayo
…Es verdad que algunos pueden relamerse con el “que me quiten lo
bailao” porque, mientras estuvieron aferrados a la teta del poder, su nivel
social y económico subió en la medida que descendió el de los que no se
alistaron. Incluso emergieron como autores - ¡luminarias de un día!-, porque
tenían todos los resortes del poder en sus manos. Tiempo para escribir, o
garabatear, editoriales, presentaciones, citas, publicidad y por supuesto,
buenas críticas porque ellos se lo guisaban y ellos se lo comían. Y como en
todas las autonomías se generaba el mismo vicio, llegaron a consolidar un
frente de influencia nacional, cordón sanitario para que todo quedara en
el clan. ¡”La famiglia”!
En Extremadura el intercambio de sillas era una constante y el que un
jueves presumía desde la presidencia de una asociación apesebrada, el lunes se
estrenaba en algún carguillo a medida, desde el que poder seguir medrando. O babeando.
Mientras lo emporcaban todo, haciendo de la acción cultural un coto privado,
qué gracioso, alguno escribía poesía. Sí, poesía eres tú. Y cuando la
teta se secaba o le señalaban la puerta por pretender volar más ato de lo que
le permitían sus alas de gallina, aclaraban que se sentían liberados de
la carga… ¡Como humoristas hubieran tenido mayor recorrido!
¿Firmar un panfleto vergonzante para alinearse durante una campaña
electoral? Prietas las filas que para eso estaban en nómina. ¡Ibarra dijo que
“el que paga manda!” Era necesario visibilizar que “el mundo de la cultura”
apostaba por el progreso y rechazaba la caspa y el blanco y negro.
Si en Extremadura era ese el pan cultural, a nivel nacional se
organizaba el despiporre, para hacerse visibles con el dedito en la ceja antes
de pasar por ventanilla. A este una subvención, al otro una película, giras,
representaciones, programas en televisión para los más cercanos porque al
“mundo de la cultura hay que protegerlo”.
Creo que el cine, el teatro, la televisión, los conciertos… son
actividades culturales de primer orden, mi vida quedaría mutilada sin cine y
sin música, pero si el resultado es bazofia, bazofia es y bazofia se queda,
aunque unos y otros se arropen para protegerse. Esa endogamia no evita
que el 40% de las películas subvencionadas no se estrenen en los cines. O
que un 70% de las que se estrenan pierden el eco mediático en apenas una
semana. ¡Cien millones de las arcas públicas para subvencionar el triste
empeño! Omito los títulos que no han llegado a recaudar 50 euros en taquilla,
pero encontrarlos es fácil. Maldito Google.
La cultura, como el río, sigue su curso y acaba por arrasar los
impedimentos que se interponen en su cauce, en su discurrir natural. Al final
los necios y los autócratas pasan y la cultura queda. Siempre ocurre lo mismo, aunque los monillos destetados lloriqueen por
su pitanza. Otros estábamos más musculados porque con PSOE o con PP la
dificultad era la misma.
¡Claro que no se puede generalizar! En el páramo brotan ramilletes de
margaritas. Mi admiración sincera hacia los grupos musicales y compañías de
teatro, capaces de mantener encendida la antorcha incluso en medio de un
vendaval.
Y falta el retrato de los caciques de nuevo cuño, los omnipresentes, los
acaparadores, los nuevos excelentísimos… Ellos tendrán otro día.
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