sábado, 10 de abril de 2021

Blog Cuentos del Día a Día/ La calma del encinar: LO QUE EL VIRUS SE LLEVÓ

 

                  La calma del encinar

                  LO QUE EL VIRUS SE LLEVÓ

 

                                         Tomás Martín Tamayo

 

 María Ortiz, directora de Onda Cero, publicó en Twitter: “Tuvo que venir una pandemia y un cierre de Comunidades para que los extremeños conocieran un poquito Extremadura. Al menos, algo bueno que contar”. Lleva razón María, la pandemia ha dado la vuelta a nuestras prioridades y hoy está antes Cantabria que Honolulu y antes Extremadura que Cantabria. Hemos empezado a ver nuestro entorno inmediato y resulta sorprendente la admiración de  algunos que acaban de conocer las Hurdes, el Valle del Jerte, Cáceres, Trujillo, Plasencia... Un amigo de Cabezuela del Valle, profesional del turismo, me aseguraba con algo de vergüenza: “Toda mi vida en el turismo y cuando estoy cerca de la jubilación, he conocido las maravillas de vuestros pueblos y su sorprendente gastronomía. Jerez de los Caballeros, Zafra, Llerena… deberían figurar en todas las guías turísticas… ¿Por qué  tenéis oculto al Guadiana o la Plaza Alta de Badajoz?”

 

Además,  muchos hemos descubierto el comercio de cercanía, la frutería de la esquina, la zapatería escondida, la mercería, la ferretería… ¡Yo he recorrido kilómetros hasta una multinacional del bricolaje, para comprar una lima de madera, que tenía, más barata, a 300 metros de mi casa! Cocinar, hacer ejercicios, comer en casa, ordenar ideas, libros y música. El saldo del maldito virus es desastroso, pero ha acelerado el fin de mucha tontuna y puesto en evidencia nuestra fragilidad como sociedad global.

 

El coronavirus ha cambiado nuestra visión, pero las consecuencias de su desperezo apenas han visto la luz porque los focos, todavía, no han salido de lo que se considera “mundo desarrollado”. ¿Qué está pasando en ese otro mundo -¿el tercero?- donde no hay recuentos, confinamientos, estadísticas, pruebas, vacunas, hospitales, mascarillas, distancia social…? Si no tienen agua para beber, lo de lavarse las manos… El virus nos obligará a ser más solidarios porque, frente a él no caben fronteras ni chequeras y nos salvamos todos o no se salva nadie. Bochornoso que unas cuantas multinacionales se estén forrando con vacunas que deberían ser de todos. ¿Si no hay dinero no hay vacunas? Se consiente porque hay mucha “pringue”.

 

Pero además de la mirada introspectiva que decía María Ortiz, el virus va a erradicar pamplinas como el besuqueo en cualquier presentación. Últimamente la costumbre estaba imponiéndose  en el saludo entre hombres y  algunos daban la mano, abrazaban y besaban, como si fuéramos sus padres, hermanos o amigos.  ¡Nos pasábamos de besucones! “He llegado a dar 1500 besos en un día”, le oí a Adolfo Suárez. Y lo decía con resignación, cuando iba a otra sesión maratoniana de besos.

 

El virus nos ha traído más higiene y no solo para las manos. La limpieza ha entrado en nuestros hábitos, mostradores, expositores, bares, restaurantes y cocinas. Algunos hemos descubierto que, con la coña de los aerosoles, estábamos compartiendo saliva con contertulios, cocineros, camareros, transportistas, reponedores, cajeros… ¿Cuántos aerosoles en una ración de boquerones?

 

Hemos hablado más con nuestro entorno, los que ahora se llaman convivientes, y descubierto nuestras casas, el silencio y la soledad. También hemos visto de cerca la irresponsabilidad de la manada de ñúes, a los que les importa nada la salud o la vida de sus padres, abuelos, hijos o vecinos. El virus se ha llevado muchas pamplinas, pero  ha traído otras nuevas, como la del saludito con los codos, imitando a las gallinas cluecas.

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