La calma del encinar
LO QUE EL VIRUS SE LLEVÓ
Tomás
Martín Tamayo
Además, muchos hemos
descubierto el comercio de cercanía, la frutería de la esquina, la zapatería
escondida, la mercería, la ferretería… ¡Yo he recorrido kilómetros hasta una
multinacional del bricolaje, para comprar una lima de madera, que tenía, más
barata, a 300 metros de mi casa! Cocinar, hacer ejercicios, comer en casa,
ordenar ideas, libros y música. El saldo del maldito virus es desastroso, pero
ha acelerado el fin de mucha tontuna y puesto en evidencia nuestra fragilidad
como sociedad global.
El coronavirus ha cambiado nuestra visión, pero las
consecuencias de su desperezo apenas han visto la luz porque los focos, todavía,
no han salido de lo que se considera “mundo desarrollado”. ¿Qué está pasando en
ese otro mundo -¿el tercero?- donde no hay recuentos, confinamientos, estadísticas,
pruebas, vacunas, hospitales, mascarillas, distancia social…? Si no tienen agua
para beber, lo de lavarse las manos… El virus nos obligará a ser más solidarios
porque, frente a él no caben fronteras ni chequeras y nos salvamos todos o no
se salva nadie. Bochornoso que unas cuantas multinacionales se estén forrando
con vacunas que deberían ser de todos. ¿Si no hay dinero no hay vacunas? Se
consiente porque hay mucha “pringue”.
Pero además de la mirada introspectiva que decía María
Ortiz, el virus va a erradicar pamplinas como el besuqueo en cualquier
presentación. Últimamente la costumbre estaba imponiéndose en el saludo entre hombres y algunos daban la mano, abrazaban y besaban,
como si fuéramos sus padres, hermanos o amigos. ¡Nos pasábamos de besucones! “He llegado a dar
1500 besos en un día”, le oí a Adolfo Suárez. Y lo decía con resignación,
cuando iba a otra sesión maratoniana de besos.
El virus nos ha traído más higiene y no solo para las manos.
La limpieza ha entrado en nuestros hábitos, mostradores, expositores, bares,
restaurantes y cocinas. Algunos hemos descubierto que, con la coña de los
aerosoles, estábamos compartiendo saliva con contertulios, cocineros,
camareros, transportistas, reponedores, cajeros… ¿Cuántos aerosoles en una
ración de boquerones?
Hemos hablado más con nuestro entorno, los que ahora se
llaman convivientes, y descubierto nuestras casas, el silencio y la soledad.
También hemos visto de cerca la irresponsabilidad de la manada de ñúes, a los
que les importa nada la salud o la vida de sus padres, abuelos, hijos o vecinos.
El virus se ha llevado muchas pamplinas, pero
ha traído otras nuevas, como la del saludito con los codos, imitando a
las gallinas cluecas.
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