La calma del
encinar
UN NEGOCIO PARTICULAR
Tomás Martín Tamayo
Pablo Iglesias no
disimula, en su híper ego no cabe ese sofisma, tan recurrente en los partidos
políticos, sobre las decisiones colectivas y democráticas. Eso para él es bla,
bla, bla. La democracia es un concepto viejuno, lo moderno es el mando vertical
y desvergonzado, sin intermediarios ni para
cubrir las apariencias. Tonterías las precisas. Él manda y decide porque, desde
el principio, sentó las bases de que el “yoismo” es la columna vertebral de su
credo político. Cuando uno lo es todo, no necesita la concurrencia de las
partes.
Podemos es Pablo Iglesias y en Pablo Iglesias manda Pablo Iglesias, sus circunstancias, adláteres de pesebre, feligreses de cercanías, cónyuges de ocasión y franquiciados de la marca. Por eso, desde la configuración primigenia de la empresa, fue desprendiéndose de los estorbos que asomaban la cabeza, pretendiendo restarle protagonismo. En tres años dio el finiquito a todos los fundadores del tinglado “anticasta” y sus parejas han ido acaparando en la empresa puestos de responsabilidad, equiparables a la cercanía temporal que tienen con el dueño del negocio. ¿Se quedará de diputado en la Asamblea de Madrid si no logra su objetivo? Tararí.
Decide dejar la vicepresidencia del Gobierno para encabezar la candidatura de la marca en la Comunidad de Madrid y lo hace sin consultar a una feligresía a su servicio y a la que preguntó cuándo la compra de su casoplón. Podemos es un predio más, como el jardín, el invernadero o la casita de invitados, y hace lo que le da la gana pero, para que nadie pueda dudar de su mando en plaza, se apresura a hacer pública la (su) designación de la nueva vicepresidenta del Gobierno y de la nueva ministra, asumiendo de facto la prerrogativa del presidente del Gobierno, que queda como un chiquilicuatre, con la misión de ratificar en el BOE los nombramientos del dueño de Podemos. Y parece que del Consejo de Ministros. Entre el maquiavelito Redondo y el “vicemoñito” huido, a don Progreso le queda la firma.
Esta semana, una decena de medios coincidían en los mismos o parecidos titulares: “Yolanda Díaz, designada por Iglesias para ocupar la vicepresidencia del Gobierno”. “Iglesias cede el liderazgo de Podemos a Yolanda Díaz”. “Ione Belarra será la nueva ministra de Derechos Sociales, según Iglesias”, “Sánchez optó por aceptar las designaciones de Iglesias para evitar la confrontación”… ¿Debía Pablo Iglesias consultar con alguien el liderazgo que cedía dentro de su empresa o los nombramientos que hacía en el (su) Gobierno? En su cabeza no caben esas sutilezas, que sólo sirven para perder el tiempo. Bastante cedió al delegar en Pedro Sánchez la misión de comunicar al Rey sus nombramientos… ¡Qué papelón el de los pantalones pitillo!
Ni respeto institucional ni respeto personal, Pablo Iglesias se designó así mismo candidato desde una óptica absolutamente fascista/comunista, que es lo que mola, “para impedir que la ultraderecha se apodere de nuestras instituciones”. Y como no tenía que consultar a nadie, hizo los nombramientos que consideró oportunos en su empresa y para la vicepresidencia. Si algún día consulta será por condescendencia y para que los subordinados ratifiquen su decisión.
El que queda lindo es el figurín mega progresista, al que le hacen y le resuelven una crisis en su Gobierno mientras él traga saliva. Pasmarote para dar mera formalidad a las decisiones de Pablo Iglesias. Los dos se han retratado, uno porque no era y el otro porque no es.
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