La calma del
encinar
EL
ESPECTÁCULO
Tomás Martín Tamayo
Fue un acto
improvisado para contraprogramar la noticia del acercamiento de presos de ETA y
el traspaso de la competencia penitenciaria al País Vasco. Los de Bildu empujan,
se saben necesarios y el maquiavelito Redondo, empeñado en neutralizar con
alguna táctica de distracción, acudió al manual de las chorradas que había
escrito en Extremadura.
¡Y allí estaba el
insomne de los pantalones pitillos para recoger la rendición de las armas! A paso
marcial, escoltado por dos ministras a las que se sumaron cuatro más con carácter
de urgencia, fue directo hacia las tres filas que alfombraban el suelo con las
1400 armas que, según el libreto, habían pertenecido a ETA... ¿Y eso qué es lo
que es? La respuesta está en la cabecita de Iván Redondo, que había soñado
que su marioneta iba a estar acompañada
por ex presidentes, ex vicepresidentes, generales, ex altos cargos de Interior,
presidentes autonómicos, diputados, senadores y asociaciones de víctimas. Tenía
incluso preparado un ágape frugal, un brindis en el que el progresismo hecho
persona levantaría la copa mientras,
entre aplausos, recibiría una urnita con un fragmento de pistola, como recuerdo
del histórico momento.
Con semejante acompañamiento, el de la apolínea figura iba a pasar a la historia como héroe que había finiquitado el terrorismo
etarra, compartiendo el momento de gloria con todos los presentes. La chatarra
le oyó decir en directo aquello de “Quien entrega las armas, asume la derrota”,
frase para la historia en la que maquiavelito Redondo perdió otros cuatro
pelos. ¡Un sin vivir lo de este hombre con la cabellera! Nada de nada, a
semejante patochada no se prestó ni Zapatero y la figura más destacada fue la de Josep Lluís Trapero, el jefe de los Mossos. El
señor presidente tuvo que oír el estruendo de la apisonadora sentado en una
silla, con cara de palo y el mismo entusiasmo que si viera marionetas en una
barraca de feria. ¿Se estaría acordando de la señora madre de su asesor?
Después de
supervisar las tres rayas a pie de obra, solo le faltó sacar un canuto para esnifarlas, ya que el amasijo de armas,
escopetas de aire comprimido incluidas, se rendían ante él, entregándole la
llave de la paz en una actualizada “Rendición de Breda”. La diferencia es que
el esperpento no llevaba la firma de Velázquez sino de Redondo y eso tiene sus consecuencias.
Y cayeron truenos.
¿Cómo se destruyen armas requisadas a los terroristas de ETA, si todavía hay
casi 300 asesinatos sin resolver? Que no
cunda el pánico, “sottovoce” se aclara que está todo muy medido y que la
mayoría del “arsenal” destruido es chatarra recogida en las intervenciones de armas
de la Guardia Civil. Vamos, un teatrillo loco para un acto de propaganda sin precedentes.
Por su idiotez. ¿Y para eso el presidente del Gobierno y seis ministros? Y para
menos.
Mientras se entretienen
tirando cohetes, la Díaz Ayuso lanza el órdago de Madrid, dejando a PSOE y Cs
con los pies en una palangana de agua hirviendo. Para que no se distraigan, les
regalo la idea de que fundan la chatarra y con el metal extraído levanten una
estatua con la figura de Pedro Sánchez señalando a su gemelo, el sol de
amanecida. Y tan grande como la cruz del Valle de los Caídos. Sustituyéndola.
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