UN GRITO EN VOZ BAJA (Recensión literaria)
Tomás Martín Tamayo
El Ayuntamiento de Mérida, así se hace cultura sin pamplinas, ha editado
el segundo volumen de EL TIEMPO Y EL MAR, (título de su Poesía completa,) esmeradamente
preparado, como el primero, por Francisco López-Arzala, estudioso de la obra
poética de Rufino Félix. Un compendio
necesario porque la producción del poeta emeritense/universal, estaba muy
dispersa y, hasta ahora, requería un espinoso camino de indagación para llegar
a ella en su totalidad. En la compilación se incluyen poemas sueltos y muchos
inéditos que el poeta guardaba con celo.
Hace años, Antonio Salguero Carvajal, bibliófilo, crítico y
estudioso literario muy fiable, con motivo de un estudio que estaba haciendo de
la obra de Jesús Delgado Valhondo, me sugirió que entrara en la poética de
Rufino Félix Morillón, del que yo apenas había leído algún poema suelto. El
propio Jesús Delgado Valhondo me había regalado un ejemplar de “Tarde cerrada”(Kylix,
1989) y las dos sugerencias coincidían con el señalamiento público que había
hecho Ricardo Senabre, al considerar que Rufino Félix Morillón está “entre los
poetas imprescindibles de España”.
La obra de Rufino Félix no puede asimilarse con digestiones
apresuradas, porque presenta escarpados con cierta dificultad para una lectura rápida. Desde la sugerencia del
profesor Salguero, he ido leyendo todo lo que caía en mis manos del silencioso
poeta emeritense y hoy entiendo y agradezco que “mi corrector de cabecera” me
recomendaran la lectura de su obra. El poeta, maestro e historiador Moisés
Cayetano Rosado, que no es “regalón” al expresar sus emociones, se muestra así
de rotundo cuando escribe: “Rufino Félix Morillón es hoy día el más importante
poeta vivo que tenemos en Extremadura, y una de las voces más personales,
contundentes y firmes del panorama poético español. Nacido en Mérida en 1929,
viene a ser el continuador de la brillante trilogía que formaban Jesús Delgado
Valhondo, Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero…”.
La poética de Félix Morillón ha salido del ámbito de Mérida por su
propio impulso y, tal vez, pese a los esfuerzos del poeta para permanecer en el
rincón del intimismo geográfico emeritense, del que no hizo ningún esfuerzo por
salir. En los movimientos poéticos de los 70-80, en los que bajo el común
denominador de “Certámenes Poéticos Musicales” la poesía pisaba los escenarios
y las plazas de los pueblos, con voces tan reconocidas como las de Valhondo,
Pacheco, Lencero, Álvarez-Buiza, Lebrato, Zambrano, Cayetano Rosado, Chiscano,
Bellido Almeida, Plácido Ramírez, Corchete, Maria Rosa Vicente… No recuerdo la
presencia de Rufino Félix, pese a que gozaba del respeto de todos los
integrantes de la extraña cofradía. Aquello fue un revulsivo, un aldabonazo que
puso bajo las bombillas de muchas plazas la protesta hecha verso y el grito
hecho canción, con Pablo Guerrero, Luis Pastor, Víctor Miguel Mendoza, Nando
Juglar… ¿Dónde estaba Rufino Félix Morillón? Sin duda, gestando su obra. Se
entiende su ausencia porque Rufino es sinónimo de silencio y lo suyo es el
recogimiento, buscado y resignado, de la ostra. A los poetas consagrados
seguíamos como teloneros muchos jóvenes que, con desigual fortuna, ya teníamos
el aval, a veces pretencioso, de alguna obra impresa, pero por aquellos años
Rufino estaba en el paridero de su poética, porque su primer libro, “Tarde
cerrada” se publicó en 1989, rozando los sesenta años.
¿Qué se espera de un poeta tan tardío? Poco, más allá del desahogo que
le pudiera suponer la caricia de su primer libro, pero el cliché falla
estrepitosamente con Rufino Félix porque, habiendo comenzado tarde, (aunque
nunca es tarde cuando se tiene alma cantora), ha hecho “golpe a golpe, verso a
verso” una obra de largo recorrido que, por su calidad creciente, es reconocida
y comentada. Cuatro años después, cuando aún permanecía el eco de la sorpresa
que supuso “Tarde cerrada” continuó su vuelo con “Las ascuas”, con el que ganó
el Premio Ciudad de Salamanca.
En estos treinta años, desde la aparición de “Tarde Cerreada”, Rufino
Félix ha sacado siete poemarios más y tiene una ingente obra suelta que, para
fortuna del lector, se recoge en estos dos tomos de EL TIEMPO Y EL MAR.
Cuenta en RELOJ DE ARENA, (Antología de artículos publicados en HOY.
1992) que, a principios de 1950, asistía como espectador ocasional a la
Tertulia del Bodegón de la Victoria, en Mérida, para empaparse con los credos
poéticos de los allí reunidos, que llegaban al atrevimiento de recitar a
Machado, García Lorca, Hernández… Muy temprano buscó el refugio en la
literatura, cautivado por el teatro del Siglo de Oro y si pasó a la rima fue
por la necesidad de sorprender a una muchacha en la que se había fijado.
Aquellos primeros versos lo ataron a la rima, con la que se sentía capaz de
expresar sus sentimientos, pero envolviéndolos en papel-metáfora, para
huir de la frontalidad que tanto temen los tímidos como él. Este hilo fue el
que seguí cuando reseñé “Mar de yerba”, en HOY, el 6 de junio de 2002.
Francisco López-Arza Moreno, abre el primer tomo de EL TIEMPO Y EL MAR con un estudio crítico en el que disecciona con
escalpelo la obra de Rufino Félix Morillón, ahondando en los motivos de
inspiración, los tiempos, su evolución y trayectoria. Como método de trabajo
para conocer el mundo de uno de nuestros mejores poetas, sugiero la lectura
detenida del trabajo que sobre la misma hace López-Arza, ya que facilita la
comprensión de una poética singular. Los pies de página señalan acertadas claves
para entender el marco temporal y emocional del poeta.
Félix Morillo, que contempla el mundo desde la atalaya privilegiada de
sus 92 años con lucidez plena, mira el tiempo con la tranquilidad del que recorre la pradera sin herir la hierba:
La vida a los noventa
es creciente estertor
del tiempo que fenece
y se hace silente llanto
ante el cercano encuentro.
Rufino, que es de hablar sosegado, se adentra por el chispero del humor
socarrón para subrayar sus palabras, pero se hace solemne cuando araña en el
recuerdo y da voz al niño que sigue viviendo en él. “1936”, un poema
desgarrador, concluye:
Y durante tres años, el rayo fratricida
desgarró las conciencias;
mientras, la tierra se hizo anónima mortaja.
-El niño no sabía que llegaría a ser hombre
cubierto por el duelo de un tiempo ensangrentado-
Una constante fácilmente detectable en Rufino Félix es el sosiego y la
facilidad para gritar en voz baja. No hay estridencias, gestualidad brusca ni
desgarros en sus versos y el sentimiento profundo que su expresión delata,
queda apaciguado en la cadencia de un sentido profundamente estético. Cogiendo
la división de Valhondo entre los poetas de púlpitos y los de confesionario,
Rufino Félix, como él propio Jesús, se sumerge en el hondón del confesionario,
en la cesión íntima y el siseo contado sin estridencias.
Extremadura, “Una parda sementera/ donde labra el campesino/ y
alguna breve pradera”, en concisa definición de Morillón, tenemos poetas que
han sabido plasmar, con todas las inclemencias, la foto fija del tiempo
que vivieron pero, en su conjunto, la obra de Rufino Félix, trasciende al
tiempo y se desgrana con la serenidad que le presta una visión poética que
sorprende.
“Quien lee poesía
busca gozar momentos
de esplendor”
Así, con la aparente simpleza de ese convencimiento, que comparto,
Rufino Félix sigue esparciendo, a voleo, una obra que a todos nos llena de orgullo
porque en pocas ocasiones hay tanto motivo para decir: ¡Es uno de los nuestros!
Rufino Félix Morillón
EL TIEMPO Y EL MAR (I y II- 1369 Pag)
Estudio crítico de Francisco
López-Arza Moreno
Edt. Excmo. de
Mérida
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