La calma del encinar
CHUPANDO RUEDA
Tomás
Martín Tamayo
Un
chiste viejo y tontorrón: Una madre presenciaba una parada militar en la
que participaba su nene. El sargento ordenó “¡Izquierda!” y todos giraron a la
izquierda, menos el hijo, que lo hizo a la derecha. Al verlo, la madre no tuvo
dudas: “¡Ay, ay, el único que no se ha confundido es mi niño!”. Algo parecido
pudimos sentir durante las pasadas Navidades en las que todas las CC.AA se
cerraron, menos Extremadura y Galicia. ¿Se confundían todos, menos gallegos y
extremeños? Lucimiento efímero, como el de la Pedroche enseñando palurdez y
atragantando al personal con las uvas. Quince días después, el presidente
gallego reconocía el error: "Hubiera sido mejor no facilitar ninguna
aproximación familiar". En esos quince días Extremadura casi triplica sus
contagios.
El
consejero de Sanidad, tras la primera ola, apostó por ir “chupando rueda” en
feliz expresión ciclista para señalar al que huye del azote del viento. Una
postura conservadora, cegata y de resignación desesperante que, seguro, algunos
“voluntaristas” le desaconsejaron. Pero Vergeles no fue el único,
lamentablemente la quietud fue la elección en toda España porque, como suponía
un riesgo tomar medidas antes de que fueran estrictamente necesarias,
decidieron no cabrear al personal, que al final es el que decide con su
voto. Cero para una generación de políticos que, como vaticinó Vara, será
arrastrada hacia la insignificancia por el patógeno. Las estatuas de sal no
aguantan una ventisca.
¿Se
ignoraba que habría una segunda y tercera ola? ¡Pero si la hemos llamado a
gritos! Siendo un lego, adelanto que llegará la cuarta, la quinta, la
sexta…El remedio para detener el virus es la vacuna, pero con ella también
vamos tarde, “porque había que esperar a ver sus efectos”. ¡Ay, como escuecen
estas improvisaciones en una persona prudente como Vara! Por favor, que alguien
le recuerde que no somos tontos. Si yo fuera hijo de alguno de los vacunados
hoy estaría muy cabreado con el presidente de la Junta, por haber utilizado a
mi padre como una cobaya experimental. Planificar no es contar positivos y
muertos y si el virus nos cogió en bragas, la vacuna nos ha cogido en
calzoncillos. Es como morir de hambre con la despensa llena. ¿Por qué no se
cuenta con la Sanidad privada y con el Ejército?
¿Lo
esencial era salvar la economía, desde la restauración al castañero de la
esquina? ¿Había que salvar la chorrada del “Black Friday”, los puentes
festivos y la Navidad? Una decisión con riesgos que hoy lamentamos, porque en
Extremadura hemos pasado de estar medio mal a liderar el pelotón de los “listos
por los coj…”. ¿Nadie se pregunta por qué? ¿Alguien ha pensado en los que
llevan nueve meses responsablemente confinados?
Ahora,
ante la catástrofe, se cierran todos los pueblos, después de las cataplasmas
festivas de las Navidades. Ya no importa tanto la economía y nos apresuramos a
achicar agua de un bote al que, previamente, abrimos agujeros tan grandes como
nuestra inopia. Y cuando tomamos medidas las pusimos a partir de Reyes, para
que no se quebrara el júbilo de las fiestas. ¡Fiestas hasta el último aliento!
Ya tenemos la respuesta, ahora toca llanto. Dejémonos de enredos y aparquemos
el inútil empeño de justificar con paridas. No hay nada que observar, la
vacuna ya viene observada de origen y la prudencia, si es excesiva, es la peor
imprudencia. Prioridades. Que elijan de una puñetera vez y afronten las
consecuencias.____________________________
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