sábado, 19 de septiembre de 2020

Los inventos del TBO

 LOS INVENTOS DEL TBO

 

                                                             Tomás Martín Tamayo

 

En mi casa teníamos una radio que mi madre, controlando el volumen, compartía con toda la calle. ¡Qué bien cantaba aquella “arradio”! Después llegó la lavadora eléctrica, “Otsein Rubi” o parecido. Medio pueblo pasó a ver el prodigioso invento, que no pasaba de ser una cuba blanca con patas y una hélice cerrada en el fondo, que hacía girar la ropa hasta que se desenchufaba. El detergente era de fabricación casera y consistía en rallar unas cuantas pastillas de jabón verde… ¡Qué invento!

 En 1967 pudimos seguir por televisión el primer trasplante de corazón: ¡Christian Barnard, cómo lo admiraba mi padre! Unos meses antes

 -Sorpresa, sorpresa-, desde Zafra llegó una camioneta con el milagro en una caja de madera,  una Telefunken que mi padre pagó “a dita” durante dos años. Los operarios que la trajeron emplearon todo el día para instalarla. Cuando empezaron a sintonizarla y vimos las primeras imágenes, borrosas, rayadas y en blanco y negro, no salíamos de nuestro asombro. Nadie podía tocarla, excepto mi padre y, en su ausencia, mi hermano Antonio que, además de ser el mayor, era un “manitas”.

 Y dos años después, todos reunidos, expectantes y en silencio, incluidos unos vecinos y mi abuela Cornelia, que nunca se lo creyó, vimos a Neil  Armstrong pisar la luna. La capacidad del hombre parecía imparable. ¿Más? Una nevera a la que había que echarle hielo, pero que lo mantenía muchas horas.

  Hemos crecido y nos lo hemos creído tanto que casi necesitábamos que un tsunami, un terremoto o el socorrido meteorito nos recordaran que somos mierdecillas pedantes  que podemos desaparecer por el zarpazo silencioso de un bichito invisible.

 Para compensar nuestra “insoportable levedad”, se nos recuerda que los científicos han descubierto que puede haber vida en Venus, un planeta a 40 millones de km  de la Tierra y al que tardaríamos en llegar 50 años… ¿Vamos a ir, van a venir? Para mí esto es tan útil como los inventos del TBO. La verdad es que Venus me importa menos que el tipo que acaba de echarme humo en plena mascarilla, porque al virus lo siento más cerca.

 Tanta ciencia, tanto adelanto, tanta luna, trasplante, velocidad supersónica,  Internet… y resulta que un bichito tiene acojonado a todo el planeta. Llegó sin avisar y, aunque no lo vemos ni oímos, tiene capacidad para modificar las relaciones sociales, costumbres, fronteras, la economía, la política, la medicina… Ya ha matado a un millón y, convirtiéndose en el mayor terrorista de la historia de la Humanidad, nos tiene a todos embozados, aislados, abobados, acojonados y huidos de nosotros mismos. No ha dado la cara, no ha hecho declaraciones ni ha salido en ningún programa de televisión pero, en apenas unos meses, se ha instalado en el centro de nuestras vidas y nos dirige, convirtiéndose en el HDLGP más grande que se recuerda. A su lado Calígula, Lenin, Hitler, Stalin, Pol Pot y demás camaradas del averno, son aprendices que jamás superarán la condición de utileros.

 Y la respuesta que estamos dando, siempre a rueda de su rueda y esperando el próximo zarpazo… Creo que esto lo resolverían mejor los dos  “científicos” que nos instalaron la vieja Telefunken en mi casa. Ellos consiguieron encenderla.

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