sábado, 14 de marzo de 2020

DON NADIE



                                  La calma del encinar
                         DON NADIE
                        

                                           Tomás Martín Tamayo

Tuve una novieta,  de aquellas de “quince años tiene mi amor”, que tenía que sortear dificultades para ir a los guateques conmigo, porque sus padres  le decían que yo era un “Don Nadie”. No es que ella fuera una “Montesco” y yo un “Capuleto”,  ella una “Zorongo” y yo un “Taranto”, pero los padres, analfabetos funcionales, se sentían ricos por tener unas fanegas de tierra y a mí me consideraban un “Don Nadie” porque, además de no poseer predios, estudiaba magisterio, algo que para ellos era como sentenciar a la niña a una economía de pocas fiestas. No sé qué habrá sido de ella, espero que encontrara al “tío Gilito” que sus padres añoraban, pero recuerdo que aquello de “Don Nadie” me hizo pupa, porque podía entender que no tener tierras fuera una limitación para ellos,  pero lo de “nadie”, con el recochineo de ponerle el don delante, se me antojaba ofensivo. Cosas de la poca edad, hoy no ser nadie sería como entrar en la arcadia de mis  sueños.

Me he acordado de mi condición de “Don Nadie” porque me ha salido un tocayo en Sevilla. Es sordomudo y algo “retrasado”, no tiene DNI, domicilio, familia, prestación ni afiliación a la Seguridad Social, y está excluido de todos los sistemas, salvo del judicial y el penitenciario, con los que mantiene una estrecha relación. Este “Don Nadie”, de unos 50 años, es invisible para todo lo oficial, menos para pasar por los juzgados y entrar en la prisión. Cáritas Diocesana está empeñada en conseguirle un DNI, pero la policía no puede expedirlo hasta que no tenga la inscripción en un registro civil y es requisito imprescindible encontrar a dos personas que le reconozcan para poder hacerlo.

Mientras tanto es “Don Nadie” y pasa frecuentes periodos en la cárcel, porque sus muchas limitaciones no le limitan el hambre y, cuando esta le grita fuerte, roba, al paso, lo que se encuentra. Para el hambre no es invisible. En su situación y siendo “Don Nadie”, debería ser más inimputable que el Rey emérito, pero, curioso, en la cárcel sí lo reciben, incluso con cinco identidades diferentes. No sabe hablar, no oye  y trata de comunicarse con gestos ininteligibles. Tiene muchas cuentas pendientes con la Justicia y se da la paradoja de que, en ocasiones, los jueces han aceptado como prueba “la declaración del detenido”, con su firma bajo el “lee y conforme” final de los escritos… ¿Cómo va a leer y conformar si no sabe leer, no oye, no habla e incluso ignora el lenguaje de signos? "Cuando sale de los juzgados, mira asustado hacia todos lados para ver si el furgón le lleva otra vez a la cárcel", comentan desde Cáritas.

En nuestras calles hay muchos “Don Nadie”, pero este tocayo sevillano es el líder, el guía, el sacerdote supremo de la cofradía y merece el tratamiento de “Excelentísimo y Reverendísimo Señor Don Nadie”. Los demás, a su lado, somos “Don Mucho”.
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