La calma del encinar
DON NADIE
Tomás Martín Tamayo

Me he acordado
de mi condición de “Don Nadie” porque me ha salido un tocayo en Sevilla. Es
sordomudo y algo “retrasado”, no tiene DNI, domicilio, familia, prestación ni
afiliación a la Seguridad Social, y está excluido de todos los sistemas, salvo
del judicial y el penitenciario, con los que mantiene una estrecha relación.
Este “Don Nadie”, de unos 50 años, es invisible para todo lo oficial, menos
para pasar por los juzgados y entrar en la prisión. Cáritas Diocesana está
empeñada en conseguirle un DNI, pero la policía no puede expedirlo hasta que no
tenga la inscripción en un registro civil y es requisito imprescindible
encontrar a dos personas que le reconozcan para poder hacerlo.
Mientras tanto
es “Don Nadie” y pasa frecuentes periodos en la cárcel, porque sus muchas
limitaciones no le limitan el hambre y, cuando esta le grita fuerte, roba, al
paso, lo que se encuentra. Para el hambre no es invisible. En su situación y
siendo “Don Nadie”, debería ser más inimputable que el Rey emérito, pero,
curioso, en la cárcel sí lo reciben, incluso con cinco identidades diferentes.
No sabe hablar, no oye y trata de comunicarse
con gestos ininteligibles. Tiene muchas cuentas pendientes con la Justicia y se
da la paradoja de que, en ocasiones, los jueces han aceptado como prueba “la
declaración del detenido”, con su firma bajo el “lee y conforme” final de los
escritos… ¿Cómo va a leer y conformar si no sabe leer, no oye, no habla e
incluso ignora el lenguaje de signos? "Cuando sale de los juzgados, mira
asustado hacia todos lados para ver si el furgón le lleva otra vez a la
cárcel", comentan desde Cáritas.
En nuestras
calles hay muchos “Don Nadie”, pero este tocayo sevillano es el líder, el guía,
el sacerdote supremo de la cofradía y merece el tratamiento de “Excelentísimo y
Reverendísimo Señor Don Nadie”. Los demás, a su lado, somos “Don Mucho”.
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