sábado, 7 de marzo de 2020

Voces que (me) quedan




                          La calma del encinar
                         VOCES QUE  (ME) QUEDAN
                        

                                             Tomás Martín Tamayo



Sigo escuchando, casi a diario, voces que han conseguido entrar en mí para configurar la banda sonora de mi vida. No deja de emocionarme la voz de Enrique Urquijo, casi me hiere la de Amaya Uranga (dentro y fuera de Mocedades), me deja tocado la de Manolo Tena, me llenan de evocaciones las de Chema Purón, Emilio José, Chavela, Elvis, Celentano,  Mina, Paul Anka, Enrique Guzmán, Bonnie Tyler y Enrique  Bunbury.  Soy más de voces y matices que de canciones y letras, aunque letras he escrito muchas, incluso carnavaleras. No necesito entender lo que dicen para emocionarme. Cuando escucho a Eric Burdon en “La Casa del Sol Naciente”, sé que es un lamento, me suena a denuncia y marginalidad, pero esa misma canción no me dice nada cuando la interpretan otros grupos. “In the Guetto” es un duelo en la voz de Elvis y un cachondeo en la del Principe Gitano… Háganme caso, ni se les ocurra buscarla, a no ser que necesiten una penitencia.

Fui a Madrid para oír a Leonard Cohen, porque su voz es un susurro, y me encontré con un caballero, un señor elegante,  que acariciaba el oído de cada uno de los presentes. Toda su discografía la llevo en el coche y el audio se conecta automáticamente con el encendido, de tal forma que no tengo que buscarlo.  

Hoy no se valora, pero El Dúo Dinámico fue un soplo de  frescura y modernidad. Ray Charles, Nat King Cole, Adamo, Platers, Morandi y Richard Anthony rompieron barreras y entraron en nuestras vidas a empujones, abriéndose camino en una sala que ya estaba muy abarrotada. Escuché en directo, cuatro veces, a Camarón y en tres me hizo sentir. La cuarta, un fiasco, fue en el Teatro Romano de Mérida.

Aznavour es un arrullo, Brell la decadencia, Di Capri la promesa juvenil, Larralde la fortaleza, Tom Jones la libertad, Cocker el sentimiento, Beatles la revolución, The Police el encuentro, Julio Iglesias la evocación, Serrat la caricia, Gatica la llamada, Nelson Ned el fracaso y Favio la añoranza. ¿Recuerdan a Joan Baptista Humet, a Nico Fidenco, Patty Pravo, Zanicchi? Todos ellos permanecen porque supieron aportar un matiz diferenciador. Puede sonar a añoranza pero ¿qué quedará de los flamenquitos, ruiditos y zumbaditos que hoy acaparan el mercado por un “me gusta” y supuestas audiciones en Internet, pero sin vender un disco? No cuidan la música, pasan de las letras y hasta en la indumentaria son iguales de mamarrachos. ¿Qué es lo que cuentan? ¿“Tuboescape, maletero”?

Nino Bravo, Modugno, Alberto Cortez, Cecilia, Mercedes Sosa, Tito Mora, Sinatra, Cole… no necesitaron envolverse en el ruido para camuflar su falta de recursos vocales. Todos ellos han muerto, pero siguen para dejar impronta de estilo personal, distinción y categoría musical. Incluso en los anuncios se recurre a los que fueron de verdad y supieron regalarnos fragmentos de tres minutos, que llevan decenios girando en nuestra memoria.
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