sábado, 1 de febrero de 2020


“Espuelas, Hoces y Cuchillas”
UN REFLEJO AJUSTADO DE FELICIANO CORREA

                                                       Tomás Martín Tamayo


Feliciano Correa no es el despistado que parece, próximo al nihilismo, ni fácil, a menos que uno tenga ciertas claves para saber interpretar su postura “giocondesca” y la socarronería transversal entre el pueblerino, incapaz de renunciar a sus orígenes, y el erudito cosmopolita y de pluma afilada, que puede dictar sentencias muy argumentadas con pocas palabras. Su sencillez es la del pozo que amablemente nos devuelve la imagen ondulante en su lámina de agua, pero que oculta una profundidad que puede engullirnos si nos precipitamos y caemos desde el brocal. “Espuelas, Hoces y Cuchillas” su última entrega, es un reflejo muy ajustado de su personalidad. Casi no necesita firma.

Feliciano Correa es más escritor de oficio que de beneficio y eso le ha permitido hacer una obra literaria densa, sobria y bien construida, pero a su imagen y semejanza porque escribe para disfrutar y al margen de tendencias al uso, en las que no se para. Viéndola en su conjunto, la obra literaria de Feliciano Correa, pese a su aparente dispersidad, es una suma y sigue, como sus “Libretillas Jerezanas”, en las que enmarca esta entrega.

“Espuelas, hoces y cuchillas”, de 476 páginas, es un libro de estructura incómoda, porque Feliciano Correa propende a impregnar sus obras con una pátina  de edición institucional, que castiga al lector que pretenda llevarla consigo para proseguir su lectura en lugares diferentes. Casi debería entregarla con un atril para soportar más de 3 kg., pero siendo un libro de peso no es un libro pesado, porque su autor conoce los resortes del oficio y sabe dar sosiego, acelerando y frenando, con saltos oportunos, que unen pasado y presente para facilitar la comprensión de ambos y hacerlos más inteligibles.

En “Espuelas, Hoces y Cuchillas” Feliciano Correa es fiel al mismo principio que mantiene en sus columnas periodistas, la libertad y la denuncia contundente, sin detenerse a contar los callos que pueda pisar. Aquí la denuncia parte desde el mismo prólogo y la alarga, sembrándola a voleo, por todo el texto, pero con  una cuidada pulcritud literaria, que logra, incluso en tramos pocos poéticos, un lirismo costumbrista que delata, además de sensibilidad, agudeza, capacidad de observación y una retentiva  fotográfica de las escenas que impresionaron su infancia. Es fácil imaginarlo correteando por las calles de Jerez de los Caballeros y en la España de la postguerra, reteniendo como una esponja los olores, los colores y la visión indeleble entre unas castas sociales tan evidentes que incluso las lleva al título de su obra: “Espuelas”, para los ricos, “Hoces”, para los campesinos y “Navajas” para los corchotaponeros como su abuelo, que tanto lo guio y del que tanto aprendió.

Los saltos históricos son continuos y no se arredra a la hora de relatar escenas escalofriantes que protagoniza el clero, o las “Espuelas”, como clase preponderante en un mundo sometido que, si lo viéramos en una película en blanco y negro, nos devolvería la imagen clásica del esclavismo. Pero Feliciano no cae en el panfleto y argumenta con datos incuestionables, exigencias del historiador que le da basamento. Así nos recuerda que en la tan añorada y progresista Constitución de 1812, se facturaba con carácter de perpetuidad, que España seria “católica, apostólica y romana” como credo único y verdadero.

La utilización de las instituciones por los jerarcas del momento, tiene muchas fotos literarias en este recordatorio, en el que Feliciano Correa nos cuenta que  pillos que “distraían” algunos enseres menores, hurtos famélicos al fin, eran considerados por “Espuelas” como plagas de bandoleros a los que había que erradicar. Su sentencia es granítica: “Embebidos en su altivez de potentados dueños, les molestaba el atrevimiento y la desfachatez de la “chusma” al entrar en sus tierras sin permiso. El pundonor herido les dañaba más que los robos”.

Pero “Espuelas, Hoces y Cuchillas” no es un mero desahogo literaio ni un desperezo memorístico porque, teniendo trazos de una sobria literatura, está sustentado en un trabajo profundo de documentación, al que el autor ha dedicado más de cinco años, con una cuidada selección de fotografías y unas notas a pie de página que delatan al historiador puntilloso, capaz de descender hasta lo anecdótico en su afán por presentar una realidad que no quiere enmascarar. Hay mucha honradez en este libro.

¿“Espuelas, Hoces y Cuchillas” es una novela, un ensayo, una autobiografía, una ucronía, un relato costumbrista, la exploración histórica de los dos últimos siglos en la Extremadura rural? Que el lector la juzgue y clasifique. Para mí es una fotografía literaria o un pie de foto con afortunadas incursiones de todos los géneros. Incluso el poético. Y la entrega de un autor sobrio, con oficio y resortes para enfrenarse a una lidia difícil, dejando al lector con ganas de saber y más entender. Somos lo que escribimos, este es el verdadero Feliciano Correa. Todos los demás son secundarios.


Feliciano Correa, “Espuelas, Hoces y Cuchillas”
476 páginas. 28 Euros.
Tecnigraf Editores, 2019




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