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La calma
del encinar
UN MUNDO MODERNO Y FELIZ
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Hoy es Viernes Santo y, como evidencia de lo mucho
que hemos progresado en estos 2000 años que nos separan de la crucifixión de
Jesucristo, es posible que aquí al lado, en la amiga Arabia Saudita,
crucifiquen a un muchacho que con 17 años tuvo el atrevimiento de participar en
una protesta callejera contra los sátrapas que allí pisotean los Derechos Humanos, los mismos que
besan familiarmente a nuestros reyes. Sin cortarse ni un pelo, a la vista de
todos. Y no olvidemos que la Semana Santa comenzó allí con la decapitación
pública de una mujer a la que arrastraron por el suelo hasta lograr que un cerco
de curiosos se parara para ver el espectáculo. Ahorcan en las plazas públicas,
uniendo dos grúas con una cuerda, mutilan a menores por robar unos botes de
leche… En la última década fueron crucificados 23 reos y, pese a la presión
internacional, se mantiene la sentencia contra Ali Mohammed Baqir al-Nimr, al
que hoy, qué casualidad, quieren decapitar y crucificar como aviso a navegantes.
¿Eso ocurre hoy? Sí, eso ocurre hoy, pero no lo busquemos en ningún telediario.
No solo se sigue crucificando en Arabia Saudita, también
en Yemen y en Sudán... El año pasado el Estado Islámico crucificó en Túnez a
cinco miembros de una familia, entre 50 y 17 años, con la grave acusación de
“ser cristianos”. Resulta paradójico que todavía nos estremezcamos hasta el
llanto con los pasos procesionales que representan los sufrimientos de la
crucifixión de Jesucristo, hace más de 2000 años, mientras seguimos permitiendo
réplicas de aquella salvajada, entre aplausos, abrazos y sonrisas complacientes,
al día de hoy y al lado de casa. ¿Y la comunidad internacional? Bien, gracias.
¿Qué diría Jesucristo?
La barbarie sigue anidando entre nosotros y el
primate del que procedemos no acaba de abandonarnos. ¿Tienen algún sentido los
atentados terroristas del pasado martes en Bruselas? ¿Solucionan algo esos
muertos, heridos y mutilados? En todo caso tiene el sentido del sin sentido
porque, aunque el terrorismo es difícil de combatir, se hace imposible cuando
por causas que se nos escapan no se va a la raíz del mal que lo alienta y solo
se ponen cataplasmas. Parece evidente que detrás de él se mueven intereses
estratégicos y económicos que nos superan a los que finalmente solemos ser sus
víctimas. Comemos y digerimos los que nos sirven en el plato y, en un acto de
fe cegato, aceptamos lo que nos dicen como verdades indiscutibles. Ahora,
mientras procesionamos vestidos de penitente, toda Europa buscando al tercer
brazo de la masacre de Bruselas, al tipo con sombrero y chaqueta que acompañaba
con un carrito a los dos fanáticos que se inmolaron. Hay que cogerlo, claro,
pero ¿eso resuelve algo? Hipocresía en EE.UU, en la Europa comunitaria y
cinismo en cada uno de sus integrantes, todos de perfil a la hora de juzgar
según un rasero de conveniencia. Escupimos hacia arriba y después nos
lamentamos de que el escupitajo nos caiga encima.
¿Por qué en el
llamado mundo civilizado sonreímos complacientes a los países que aportan
recursos económicos y materiales a los terroristas que acaban atentando contra
nosotros? Alguien podría estar cantando aquello de “no estamos locos, que
sabemos lo que queremos…” ¿Se ignora quién sufraga al llamado Estado Islámico?
¿Quién lo abastece de armamento sofisticado? ¿Los intereses “territoriales” de
los Emiratos? ¿Lo que mueve el petróleo de Arabia Saudita? Poderoso caballero
es don dinero. Francia sonríe, Italia aplaude, Alemania comprende, Bélgica
llora, Portugal silba, EE.UU valora su posición de aliada, España la abraza
fraternalmente porque nuestra monarquía tiene lazos “familiares” con sus
sátrapas. Los Derechos Humanos allí están torcidos ( Pacheco dixit), pero
parece que nos divierte más mostrar los estantes vacíos en los hipermercados de
Venezuela o hablar de las gilipolleces del mostrenco que ve pajaritos con la
cara de Hugo Chávez.
En 1968 se encontró en el noroeste de Jerusalén la
tumba de un hombre llamado Juan, hijo de Haggol, que murió crucificado hace
unos 2000 años. Tenía una osamenta fuerte, una estatura de 1´67 y cerca de
cuarenta años…El hallazgo se considera muy importante porque puede aportar
datos novedosos sobre la crucifixión y sus consecuencias… ¿Y por qué no
estudian en vivo y en directo las crucifixiones y sus consecuencias en los
crucificados de hoy? Material no falta y podían incluso monitorizarlos para
estudiar la evolución en cada paso. Misterio.
Domingo de Ramos, Semana Santa, Viernes Santo,
Domingo de Resurrección y el lunes romerías. Y no olvidemos el arroz con leche
y las torrijas.
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