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La calma del encinar
LOS RENACIDOS
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Pese a los
éxitos de Alejandro González Iñárritu y Leonardo DiCaprio en el reparto
de los Óscar, creo que “El Renacido” no es más que el “remix” de un “El Increíble Hulk”, que hubiera dirigido el
mismísimo Tarantino, con sus habituales exageraciones. Película espectacular
por lo que conlleva de espectáculo y ya está. Como el desfile de modelos que
hemos visto esta semana en el Congreso de los Diputados, en el que, con la
honrosa excepción de Albert Rivera, nadie pretendía algo que no fuera su propio
lucimiento sobre la pasarela. Son los renacidos del 20-D, con el agravante de
que lo pretendidamente nuevo y lo rechazado como evidentemente viejo, se han
dado la mano en el mismo escenario, luciendo los mismos tics interpretativos,
con lo que era imposible saber dónde habitaba el resabio y dónde la
regeneración.
A juzgar por lo visto, creo que la lectura que
todos hicieron del resultado del 20-D es que el electorado se confundió al no
facilitarles un acuerdo a dos bandas para que ellos no tuvieran que pasar por
el trágala de tenerse que entender, conformando un programa de intereses ajenos
a los del propio partido. Sigue la partitocracia, la vieja y denostada
partitocracia que sustentaba el caduco bipartidismo, incrementada ahora por los
que, supuestamente, llegaban para acabar con ella y con él. Prietas las filas,
no ha habido ni un solo acto de rebeldía y todos han votado a golpe de corneta, con lo que está claro que
la casta de ayer es la casta de hoy, pero incrementada por los que llegaron
para romperla.
¡Casta, casta y casta! Si planeamos sobre las
estrategias, vemos que todo se han comportado de la misma manera porque, en el
fondo y en la forma, todos son parecidos y obedecen a los mismos intereses. Días
antes del debate de investidura se sabía que, salvo ausencias por causa mayor o
sorpresas de última hora, el resultado de la votación iba a ser de 219 votos
negativos, una abstención y 130 positivos. No hubo ausencias ni sorpresas y ése fue el resultado
después de tanto bla, bla, en el que, como Antón Pirulero, cada cual siguió con
su juego. Ni un atisbo de concordancia, ni un ápice de generosidad, ni interés
por conjugar algún verbo conjuntamente.
El PP a
piñón fijo con un Rajoy que, pese a que se lució poniendo banderillas de fuego
al candidato, es una causa perdida, que está taponando las posibilidades del
partido a todos los niveles. Rajoy no lo sabe porque el desodorante del poder
lo despista, pero esta amortizado y políticamente es cada día más ruina que
rémora. Pedro Sánchez sin brújula, sin saber sumar, incapaz de medir sus
fuerzas y aferrándose a una responsabilidad mal entendida, como justificación de
su intento por escalar la cumbre del Everest en pelota viva. Pablo Iglesias en
la trinchera del “guerracivilismo” como mensaje de progresía y los demás,
perdidos en el onanismo de su propio regusto. Algo se vio en Albert Rivera que,
por lo menos, quiso interpretar una partitura diferente que nadie quiso
escuchar.
Esto es lo que hay, esto es lo que tenemos y lo
peor es que en junio no vamos a tener nada distinto porque con los mismos
mimbres no se hace una cesta diferente. “Los renacidos” tras el 20-D se comportan como pecios a la
deriva, incapaces de arribar a puerto alguno… ¡Sí, entre el cansancio,
decepción, aburrimiento y asco!
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