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La calma del encinar
PERPLEJO
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
En las campañas electorales debería establecerse un
límite para no descender de lo ético y no enfangar lo estético. Y para no hacer de ellas un “Sálvame” en el
que todo está permitido, incluso la necrofagia política para nutrirse de los
muertos. Días antes de iniciarse oficialmente la campaña, me rechinó la
presencia de Albert Rivera en Ávila, para hacerse la foto con la estatua de Suárez,
porque resultaba muy descarado el
intento de asimilarse a su memoria. No le niego al líder de Ciudadanos su
afinidad con el centro, porque las ideologías y los posicionamientos políticos
no tienen propietarios, pero desplazarse hasta Ávila buscando la fotito con la
imagen de Suárez, en los prolegómenos de la cita electoral… ¡Me pareció una
ocurrencia estrafalaria, propia de una
etapa cercana afortunadamente superada!
Pasé página porque a fin de cuentas yo fui uno más
entre los que quisimos y seguimos a Adolfo Suárez, y la familia parece que ha
depositado la defensa de su memoria en uno de sus cuatro hijos, Adolfo Suárez
Illana, que es el portavoz autorizado. Nada que objetar, creo que nadie puede
defender mejor a Suárez que su propio hijo. Pero una cosa es la herencia, su
memoria y el patrimonio documental, y otra bien diferente el posicionamiento
ideológico del centro político, que no era propiedad de Suárez. Por eso me
pareció un teatro callejero de mal gusto que Rajoy abriera su campaña electoral,
también en Ávila, siguiendo desvergonzadamente la senda del líder de
Ciudadanos, para hacerse la misma foto con la estatua de Suárez, pero con el
agravante de hacerse acompañar por Adolfo Suárez Illana, que se dejó utilizar
de forma poco “suarista”. ¡Perplejo!
Tal vez el portavoz de la familia no sepa que su
padre era muy reacio a utilizar a nadie, porque su pudor no se lo permitía, y
evitaba cualquier acto público en el que pudiera interpretarse que cogía un
tren oportunista en marcha. Durante una visita que hizo a Don Benito, teníamos
programada un recorrido por Feval, y ya
dentro del recinto alguien quiso llevarlo a un salón donde se daban cita
quinientos jubilados y pensionistas. Suárez me preguntó si aquello estaba
organizado por nosotros. Le dije que no.
Y en la misma puerta se dio la vuelta con evidente enfado: “¿Pretendéis
que politice con mi presencia una reunión de pensionistas que nada tienen que
ver con nosotros? ¿Con qué derecho entro yo ahí? Así se las gastaba, por lo que
yo creo que el paripé montado en Ávila por Rajoy y su propio hijo no coincide
mucho con lo que nos enseñó.
Además, pedir el voto para
el PP, delante de la estatua de su padre, se me antoja una falaz pretensión de
entregar un legado que no le corresponde. Algo bastante impúdico, porque Suárez
supo guardar siempre las distancias con el PSOE y con el PP, que fueron, al
alimón, los que finalmente mediaron con los bancos para estrangularnos
económicamente. Es verdad que su último acto público, cuando ya estaba enfermo
(¡!), fue en Albacete, para apoyar a su hijo que se presentaba como candidato
del PP, pero la cercanía era hacia él y no hacia la opción que representaba. Yo
creo que lo que hizo Adolfo Suárez
Illana en Ávila, Adolfo Suárez González no lo habría hecho jamás. Ni por Rajoy
ni por nadie.
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