La calma del encinar
¿Y MAÑANA, QUÉ?
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día

Que a la desvergüenza e
impunidad de muchos actores les quedan pocas representaciones es algo
que tienen asumido incluso ellos, pero como dice el filosofo Ortega
Cano, “mientras dure, dura”. Pero esta democracia un tanto
mutilada, aún renqueante, nos permite incluso el hastío, meter
muchos caretos en la taza del inodoro y tirar de la cadena. Aquí no
hay paracaidistas que hayan llegado llovidos del cielo porque los
partidos tradicionales, al bajar confiadamente la guardia, abrieron
la puerta a nuevas opciones que se gestaron incluso a la intemperie,
en los campamentos de la Puerta del Sol, las Ramblas de Barcelona o
en las plazas de nuestros pueblos. Después de cuarenta años de
franquismo y con modelo de Estado dirigido desde el mismo, España no
puede asimilarse a países de tradición democrática depurada, como
Inglaterra o EE.UU, que mantienen la alternancia entre dos opciones
que se renuevan permanentemente, cambiando para adaptarse a los
tiempos. Aquí hemos mejorados, pero en los resabios. Nuestro sistema
no puede permanecer encorsetado, como si siguiéramos en la dictadura
y, aunque cerrado por la nefasta partitocracia y con muchos tics del
pasado, el modelo elabora sus propios mecanismos de defensa, no sólo
por los nuevos que llegan para incorporarse a la escena, que también,
sino por la auto regeneración del propio sistema, que se ve en el
dilema de renovarse o morir.
¿Y mañana, qué?
Cualquier edificio, después de cuarenta años, necesita sanear y
repintar sus desconchones, aunque los cimientos permanezcan sólidos,
pero venimos de un pasado que no acaba de pasar y ese es un lastre
que emploma nuestras alas. Aún así progresamos adecuadamente y la
mejor evidencia son las corruptelas que han salido de las cloacas.
Eso, por penoso que resulte, es un signo de fortaleza del sistema.
¿Que queda mucho camino? Si, pero menos que cuando empezamos a
caminar hace cuarenta años. Mañana, que cada elector haga lo que
considere oportuno, porque tan malo me parece votar a la fuerza como
no votar. Conocemos las opciones reales mejor que nunca y en estas
elecciones es difícil alegar ignorancia. Ellos tienen cuatro años
para ejecutar y nosotros unas horas para decidir. Lo que llegue,
bienvenido sea.
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