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La calma del encinar
GESTOS QUE
DIGNIFICAN
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
El
26 de mayo de 1991 se celebraron en España elecciones autonómicas y municipales.
Hacia las diez de la noche, recibí una llamada de José Ramón Caso, secretario
general del CDS. Fue muy corta, para
felicitarme porque “en Extremadura, pese
a perder cinco diputados, con los tres
conseguidos habéis salvado los muebles,
pero el varapalo ha sido muy severo en todas las comunidades y municipios”. A
esa hora yo sabía casi como él, porque la televisión, la radio y el teléfono no
dejaban de adelantar el escrutinio con datos cada vez más alarmantes para el
CDS. Pero la llamada del secretario general trascendía a la mera felicitación y
antes de despedirse me alertó: “Si los datos que tenemos se confirman, en un
par de horas dimite el presidente, tenemos que impedirlo. ¡Llámalo!”.
Durante
las dos horas siguientes estuve llamando al teléfono directo de Suárez, pero se
agotaban las llamadas sin que lo descolgara. Supongo que a todos los
presidentes autonómicos del CDS nos pasó lo mismo. A las 12 de la noche los
comentaristas de las diferentes cadenas callaron y Adolfo Suárez ocupó las
pantallas para anunciar que, como presidente del CDS, se sentía responsable del
retroceso del partido y que dimitía con carácter irrevocable. Dos días después
convocó al comité nacional para ratificar una renuncia que mantuvo, pese a que
en la rueda de intervenciones todos le pedimos que siguiera.
Suárez ya había presentado su dimisión como
presidente del Gobierno porque consideró que era más útil a España yéndose que quedándose y ahora lo hacía como presidente del CDS,
porque se sentía responsable del retroceso del partido. Sabíamos que el CDS aún
no había superado la etapa de “proyecto personalista” y que sin Suárez no había
solución posible, pero me pareció un gesto
de dignidad su dimisión y al concluir el comité lo saludé en silencio, por
saber asumir una responsabilidad coral y obrar en consecuencia. El PSOE, AP, el
PCE… podían sobrevivir sin sus fundadores, pero el CDS aún no había superado esa
etapa inicial y la identificación del electorado era de CDSuárez… Salvando las
distancias ¿qué sería hoy de Ciudadanos sin Albert Rivera?
¿Y
este recordatorio? Dimitir no es un verbo que se conjugue frecuentemente en la
clase política y se me hace inevitable la comparación de ese gesto reiterado de
Suárez, con mastuerzos y ocurrentes, que
permanecen aferrados al puestecillo, pese a la evidencia de que, fracaso tras
fracaso, harían menos daño a su partido yéndose que quedándose. Perder el poder
y perder cuatro elecciones consecutivas, autonómicas, municipales, europeas y
generales, es un aldabonazo muy sonoro, pero los sordos abundan mucho en
política y no hay peor sordo que el que no quiere oír ya que sólo tiene dos
opciones, la sordera o la irrelevancia pues, a fin de cuentas, de lo único que
de verdad han ejercido es de chupópteros de un sistema en el que por encima de
todo prima el dedo del padrino.
Estos
días Fernández Vara ha pedido la dimisión de Monago, con lo que nuevamente
vuelvo a preguntarme quien asesora al líder socialista, porque no es normal que
un político tire piedras a su tejado. ¿Todavía no se ha enterado Vara de que mientras más Monago menos PP?
¡Pues vaya!
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