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La calma del encinar
UNA PERSONA, UN
CARGO
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
La elección y posterior renuncia del
socialista Ramón Ropero, alcalde de Villafranca de los Barros, como candidato
al Senado por la provincia de Badajoz, se ha resuelto con celeridad y posiblemente
sin más daños que el de dejar en evidencia a la dirección del PSOE. Que lo vendan como quieran, pero lo que
hemos visto es que han querido quitarse de en medio al resistente Ropero,
poniéndole un chupete con azúcar en la boca y que este, que no se ha caído de
un guindo, les ha hecho un corte de mangas tan grande como la argucia que
tramaban contra su permanencia en la política de verdad. Ahora uno y otros
podrán intentar rentabilizarlo en su favor, uno vendiendo su renuncia a
Villafranca y a su electorado y los otros haciendo ver que ha predominado el
principio de autoridad, pero la verdad es que uno, Vara, se ha columpiado,
pasándose otra vez de listo, y que el otro, Ropero, ha empujado el columpio
hasta estrellarlo contra el suelo. ¿No podían haberlo hablado, tan lejos están?
Ropero es de los que ven detrás de las
esquinas y, como jugador de ajedrez, está pensando en el tercer o cuarto
movimiento posterior, por lo que parece evidente que entre una canonjía bien
remunerada pero inútil, como es el Senado, y ser alcalde de su pueblo y
vicepresidente de la Diputación, que es un poder efectivo y cercano, ha optado
por lo efectivo desechando el efectismo del relumbrón vacío. Él sabe que
apartarlo de su pueblo para mandarlo al Senado era una treta, excesivamente
infantil, para enviarlo a casa, echándolo de la política en cuatro años. Es
como ponerle la fecha de caducidad en la frente. Pasada esta legislatura el
candidato a alcalde de Villafranca sería su sustituto y sin el asidero del
municipio lo más probable es que lo dieran por amortizado y tampoco lo llevaran
para que repitiera en el Senado. Creo sinceramente que Ropero ha acertado.
Queda también en entredicho la utilidad
del Senado, ese mastodonte inútil que sólo sirve para recoger elefantes
moribundos, o asalariados a los que los partidos necesitan situar para no
pagarles ellos y que lo hagamos los demás. Una institución de luces y
coheterías, bien pertrechada de panderetas pero sin una función que no sea bla,
bla, bla. Por resumir: ¡El Senado es leche migá! Y lo digo en plan finolis,
porque un senador vasco de estrafalario peinado dice que “el Senado es una mierda
pinchada en un palo”. Pero en el todavía bipartidismo imperante, con su
partitocracia montada, es algo muy útil y por eso las mayorías parlamentarias
han pasado de un partido a otro, pero ninguno hace nada para evitarnos ese
costosísimo gasto de mantener a 324 senadores, con toda la parafernalia que
ello conlleva. Incluso mantienen los traductores del vasco y catalán, aunque
todos hablan español. ‘¡Hasta en la Torre de Babel fueron más realistas!
Y para acabar por donde empecé, la
dirección socialista debería consultar sus estrategias de régimen interior con
los propios afectados, para no volver a verse en el bochorno de que sus
argucias sean retransmitidas en vivo y en directo. Los listillos, que suelen
ser gansos de corto vuelo, tienen poco juego cuando se encuentran con un listo. Y es el caso.
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