La
calma del encinar
QUIERO LA INDEPENDENCIA
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Lo he planteado en mi casa: ¡Quiero la independencia! Y mi hijo, que es
el más tolerante, me ha respondido:
“Anda, saca a la perrilla y déjate de chorradas”. Pero esa actitud intolerante
hacia mis ansias de independencia no me va a doblegar. ¡Ya está bien, hombre, que
llevan toda la vida explotándome! O me hacen a mi medida un modelo de
aportación o me segrego. Estoy decidido a convocar un referéndum en el que sólo
pueda votar yo, porque los demás no tienen que inmiscuirse en algo tan legítimo
como es mi independencia. Ellos me quieren sometido, supeditado y atado al yugo
familiar, pero mi derecho a la autodeterminación no lo van a frenar.
¿Qué si de verdad me quiero ir de casa? ¡Ni que fuera tonto, joder!
Pues claro que no, pero ¿cómo aclaro ahora lo que me he gastado en juergas y lo
que he sisado? La verdad es que ando mal porque las cuentas no salen y como
gasto más de lo que tengo y el agujero crece, he considerado oportuno sacar a
pasear el tema de mi independencia, que siempre me ha resultado rentable. No
falla. Yo pido la independencia y ellos ponen más pasta y se hacen el distraído
con lo que robo, porque aunque saben que ni quiero ni puedo irme, les aburren
muchísimo las pataletas que monto. ¿Qué puedo hacer yo? Me declaro
independiente o voy a la cárcel. Tengo que elegir. Y además mis acreedores se
acojonan y me dejan en paz por un tiempo, porque aunque así tampoco cobran,
mantienen la esperanza de que el milagro se produzca algún día. Si me llevan la
contraria, además de no pagarles les voy a cobrar hasta por abrir la ventana.
La amenaza de declararme independiente sólo me reporta beneficios, ya que
se acogotan en mi casa y atemorizo a todo el bloque, que no dejan de hablar de
mí. Mis vecinos se están aprendiendo el truquillo y ellos, para decirlo de otra forma, han comenzado a reclamar la autodeterminación,
así es que cada vez que monto mi circo, todos hablan del lío, se ven presionados
y acceden a poner más pasta para que yo pueda seguir con mi tren de vida, permitiéndome
incluso tener picaderos repartidos por todas partes. Yo les llamo embajadas y
ellos tragan saliva. Así puedo seguir con las juergas, abastecer mis cuentecillas
secretas y hasta llevar un cámara a mi
lado para que inmortalice mis hazañas, que después visionan en el circuito
cerrado del bloque.
¿Qué adónde voy a ir yo? A ningún sitio, qué tontería. Voy a seguir
donde estoy, pero tengo que bailar mi sardana para continuar con este tren de
vida, que es lo que yo quiero. Y el que venga detrás que arree, que a mí me la
suda. ¡A vivir que son tres días! Sigo con el rollo de la independencia o ya lo
he dicho, acabo en la trena. Entrampado hasta las orejas, pero vivo como un
sultán y si en mi casa se arruinan pues
que aprendan y espabilen. Así es que venga, hoy toca desempolvar independencia
y mañana Dios dirá.
¡Pero si es que llevan toda la vida robándome!
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