El son de los asombros
PEQUEÑO
RECORDATORIO (y III)
Tomás martín Tamayo
En diciembre pasado, el director de uno de los periódicos digitales de
más audiencia en España, me decía que el gabinete de comunicación que se había
montado en Extremadura tenía más medios y personal que el del presidente del
Gobierno. Yo le maticé que no era un gabinete de comunicación, sino de
propaganda personal de Monago. Y se lo expliqué: ¿Qué sabemos de la gestión que
se está haciendo en Agricultura, Turismo, Sanidad, Infraestructuras…? No
podemos juzgarla porque si lo están haciendo bien o mal, eso no preocupa en
absoluto al consejero de Ocurrencias que contrataron para aumentar los delirios de grandeza del presidente del ridículo gobex (con
minúsculas, por favor). Se ignora lo que hacen y se ignora quién lo hace,
porque los consejeros son peones desconocidos en un tablero en el que no hacen
ni sombra. Toda la cama la ocupa Monago y a sus pies, arrellanados en las alfombras,
andan desperdigados los consejeros, que se van a ir tan desconocidos como
llegaron. Si es que llegaron alguna vez. Todavía siguen en funciones, pero
invito a cualquier lector a que haga un esfuerzo mental para poner nombre y
careto a los responsables de cada uno de los departamentos. Además de la vice
Jejeje, el duendecillo de las ocurrencias
y el propio Monago ¿son capaces de acordarse de dos o tres más? ¡Pues
son nueve, con el de Ocurrencias y Recados y Asentimientos!
Desde fuera y con la tecnología puntera de “la cuenta de la vieja”,
algunos veníamos anunciando la deriva absurda de basarlo todo en fabricar una
marioneta a la que poder mover a placer, haciendo propuestas de marketing
político que ya quedaron añejas tras los primeros años de la Transición. Iván
Redondo, el gran artífice del fiasco mayor del PP en las elecciones autonómicas
de toda España, como estratega político no va más allá de las perogrulladas de
“doña Rogelia”, pero Monago se lo creyó porque le dijo que era bonito. Pobre, ahora si quiere protagonismo tendrá
que batirse en duelo con Mozito Feliz. Con la ignorancia del jugador compulsivo
puso todas las fichas en un número y en la primera ocasión la ruleta giró y le
hizo un corte de mangas. Sin tanta teoría, los que conocemos un poco a
Extremadura, sabíamos que no iba a pagar peaje para ver en plena calle como la
cabra se subía a la lata, en lo alto del taburete, mientras Redondo trompeteaba
y la vice Jejeje aporreaba el tambor. Por cierto ¿alguien ha vuelto a saber de
doña Jejeje desde la noche del 24 de mayo? Seguro que ya anda buscando nuevas
rutas en el navegador.
Desde enero he escrito en cinco artículos que iba a pasar lo que ha
pasado y que el tipo de las ocurrencias, una vez concluido su estrambótico
experimento, recogería sus bártulos para
montar la tienda en otra orilla. Parece que, pese a que tiene ofertas incluso
en Júpiter, nos quiere tanto y se siente tan identificado con Extremadura que
ha querido quedarse, pero ¿quién le paga a él y a su tropa el pastizal que
antes le pagábamos entre todos? No es lo mismo tirar del presupuesto de la
Junta que de los ingresos del PP y la criatura se nos despedía el domingo
pasado con un lloriqueo de culebrón venezolano que lo retrataba. ¿Ese es el
lumbreras que iluminaba el gobex? Hasta el primo de Manzano lo hubiera hecho
mejor. Es la primera vez que he leído un obituario escrito por el protagonista.
Capítulo cerrado, Iván Redondo se va, lamentablemente, porque sin los
movimientos de baile que imprimía a su marioneta nuestra vida será un poco más
aburrida. Adiós, Ivan, adiós, y no te preocupes, que ya encontrarás otro
Pinocho a tu medida. Acuérdate de
nosotros cuando estés asesorando al príncipe de
las galaxias y pídele que llueva café en el campo. Mejor jamones.
Al nuevo gobierno, ahora sí, Junta de Extremadura, le quedan flecos por
resolver y alguno con cierta urgencia, porque mantener los premios Ceres es
hacer seguidismo de una insensatez que sólo se explica en el gobex faraónico de
Monago y contando con una mediocre sectaria, como la todavía consejera de
Educación y Cultura. ¡Vaya papelón el de esta señora, que llegaba de refresco y
sin maliciar! Que la suerte nos proteja de estos espíritus puros a los que se
les cae la máscara antes de que concluya el Carnaval. ¡Tas lucío, Triniá!
El agua del río no besa dos veces la misma
piedra, la vida sigue, fluye y se
manifiesta, a pesar de los necios que creían tenerla escriturada en propiedad. ¿No habrá paz para los malvados? Enrique
Urbizo dice que no en su película, pero la paz debe llegar para todos, porque
sólo así viviremos en paz.
Y hasta Septiembre,
que yo también necesito aburrirme contando las estrellas.
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