El son de
los asombros
EL DOMINGO…¡PAELLA!
Tomás Martín
Tamayo
Blog:
Cuentos del día a día
Según algunos sondeos, las elecciones al
Parlamento Europeo de mañana pueden alcanzar hasta el 60% de abstención, lo que
supone, debería suponer, un aldabonazo de alarma para los partidos
políticos, pero no ocurrirá porque para
ellos, en su enfermiza endogamia, lo que cuentan son puestos y no personas, escaños y no votos. Les da igual el 20%, que
el 60%, 80% de abstención, porque al final el reparto se hará entre los votos
depositados y en el pragmatismo en el que han caído, aunque sólo se depositaran
un centenar de votos, ellos, tan felices, son capaces de repartirse los 54
escaños que se disputan. No harán ninguna lectura negativa sobre la desafección
del electorado porque no les preocupa que
el ciudadano dé la espalda a esta democracia, tan embalsamada como los
propios partidos. Van a lo suyo y seguirán impertérritos con su negocio, su
ordeño, el toma y daca, el trapicheo, el parasitismo, la corrupción…
Un dilema para el electorado, porque no
votar lo deja todo igual y porque votar es entrar por el aro y aceptar un
sistema enfermo y parasitario, en el que unos pocos situados, que pueden
levantarse hasta 17.200 euros al mes, se dedican a representar comedias que no
hacen reír a nadie. Además ya se sabe que sólo habrá sorpresas sobre quien
devorará el despojo, porque en este
bipartidismo asentando, PP y PSOE, serán
una vez más los dos partidos que se disputen la gran pitanza de la presa. El
electorado, aunque sea escaso, acabará revalidando con su voto la podredumbre
que alimenta el sistema y votará lo mismo que detesta. Es decir, caerá en el
“síndrome de IU de Extremadura”, que critica, censura y se manifiesta contra el
PP, mientras que lo sostiene con su apoyo sin fisuras, haga lo que haga, diga
lo que diga y sea cual sea el resultado de sus políticas.
Se presentan 36 candidaturas a estas
elecciones europeas pero, salvo sorpresas que serían muy saludables, apenas
siete u ocho serán las que lleguen a la tierra de promisión. Es decir, más de
lo mismo, porque parece que, como el burro, vamos atados a la noria, girando,
girando, y sin saber salir del surco de nuestras propias huellas. Nos
lamentamos y echamos espumarajos contra un sistema que se sirve pero no nos
sirve, y en cada ocasión que se presenta lo apuntalamos con nuestro voto, con
una resignación que tiene más de enfermiza que de cristiana. Si los partidos
están enfermos, el electorado que los sostiene debe andar agónico. “¿Y si
hubiera una guerra y no fuera nadie?” Pues se acabó la guerra.
Eso, el “síndrome de IU-Ex”, se impone
lo bipolar en los partidos y en un electorado desorientado, siguiendo como
ratones locos al flautista de Hamelin. Dicen que sarna con gusto no pica. Mañana
a votar resignados y… ¡cinco años para rascarse y maldecir los picores! Pues yo
mañana tengo paella. Y p´a él.
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