DEL BUFÓN LA BUFONADA
Tomás Martín Tamayo
Jordi Évole lo resumía en un twist con gran dosis de cachondeo: “Messi
se empadronará en Extremadura para pagar menos impuestos”. Es decir, que
tras la bufonada sorprendente de bajar
los impuestos en Extremadura, el bufón ha quedado al descubierto y su cohetería
se ha apagado antes de alcanzar el estallido. Después del notición, impactante
para todos los medios de comunicación, cuando las aguas se serenaron enseñando
el fondo del estanque, la sorpresa devino en risa y esta nueva vuelta de tuerca
sitúa a Monago a la altura de aquellos que quieren vender a los guiris la
Puerta de Alcalá o la Giralda de Sevilla. Lo peor es que el cuento se
residencia en Extremadura y que, otra vez, hoy por la tómbola fiscal de Monago, como ayer por las
“expropiaciones de fincas” de Ibarra, Extremadura es diana de caricatos. Podían
esforzarse un poco y agudizar el ingenio para clavar sus alfileres en los verdaderos
protagonistas de las historietas, dejando al margen a una comunidad que ya
tiene bastante con saltar de don Poncio y caer en don Pilatos.
El último cohete de Monago, empeñado en romper cristales y en ser
“verso suelto” de su propia letrilla de carnaval, debió explotarle a Rajoy en
el mismísimo culo, pero abrió telediarios,
ocupó portadas, fue centro de tertulias, objeto de análisis y saltó fronteras
hasta colarse en redacciones francesas, alemanas, italianas… La noticia tenía
su enjundia, porque mientras el presidente del Gobierno y del PP, aconsejado
por un “comité de expertos”, el Banco de
España, la Unión Europea, el BCE y el Fondo Monetario estudia medidas de ajuste,
con subidas en casi todos los apartados, en Extremadura, una comunidad
considerada pobre, con el 37% de paro, aferrada a la solidaridad interterritorial
y que no es contribuyente neto, se rompían por tercera vez las directrices del
Gobierno (paga extra de los funcionarios e IVA cultural) y lograba el
trompetazo mediático anunciando la bajada del IRPF para el 90% de los
extremeños.
Asunto peliagudo y que demuestra poca sesera política, porque atrae
hacia Extremadura todas las miradas hostiles e incita a endurecer sus
exigencias a las comunidades contribuyentes, como Cataluña, que vienen
reclamando un trato fiscal asimétrico que las compense por sostener a las que
despectivamente llaman “regiones
parasitarias” del sistema. En el fondo de lo anunciado no hay nada, subyace
exclusivamente la megalomanía de un personaje, Monago, aficionado a los
repiques de campanas incluso para anunciar un estornudo. La rebaja del IRPF
sólo era un cohete más, una nueva liebre de trapo soltada sorpresivamente para
que se corriera detrás de ella y no se hablara de los 184.000 parados
extremeños. Objetivo cumplido, durante 24 horas Monago fue eje en todos los
informativos, con lo que la rentabilidad mediática estaba notablemente
amortizada. No se puede medir en euros el precio de semejante despliegue, desde
luego muy superior a los diez millones anunciados, pero ya es triste que una
región como Extremadura invierta en semejantes despropósitos.
Cuando se leyó la letra pequeña
se vio que la rebaja mayor, 170 euros, apenas alcanzará a 12.000 contribuyentes
y que el resto se beneficiará entre 0´85 y 24 euros/año. ¡Y para el 2015! Pobre
baza electoral la de rebajar para un café con porras, frente a los 200.000
parados que por esa fecha tendremos. Es decir, nada para nadie, aunque la Junta
de Extremadura emplee en la soflama fiscal diez millones de euros, de los que
el mayor y casi único beneficiario sería el propio Monago. ¿Era ese el
propósito final de la traca? No hay que descartarlo, sabiendo que estamos
gobernados por un equipo de asesores, dedicados exclusivamente al marketing
político. Su objetivo es comprar imagen sin saber con qué se paga. Monago es un
hombre foro, un político de pasarela, dedicado a vender “rebeldía”, a ser barón
rojo y verso suelto. Para gobernar ni
está ni se le espera.
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