Desde hace algún tiempo, cada
vez que alguien me pregunta “¿te pagan?”, refiriéndose a lo que pudiera abonarme HOY por mantener
esta columna, suelo responder casi como el lazarillo de Tormes: “Si, a palos”.
Si nos ponemos estrictos y puntillosos es mentira, porque de HOY yo no recibo
ningún palo y sí alguna asignación, aunque sea meramente testimonial. Pero como
respuesta genérica sobre lo que recibimos, no es mentira, porque el que
mantiene una tribuna pública, opinando, no puede, ni debe, evitar que la gente
se posicione respecto a las opiniones que emitimos. Y ahí entra de todo y todo
hay que aceptarlo como un gaje del oficio. Del arriesgado oficio de escribir y
de opinar. Nadie nos obliga.
Pero entre los articulistas
también hay familias y es lógico que los que hacen crítica de televisión, hablan
de economía, de la prima de riesgo, de moda, de historia o del último retoque
nasal de Belén Esteban, reciban menos palos que los que, porque así lo hemos
decidido voluntariamente, intentamos tomar el pulso de la calle, señalamos el
día a día de nuestro entorno inmediato o comentamos el acontecer político. Esta
“especialidad” sí tiene respuestas que suelen llegar con pitos, aplausos y
palos, porque tenemos que aceptar que “donde las dan, las toman” y los que se sienten agraviados, además del
legítimo derecho de réplica tienen el no menos legítimo derecho de ponerte a
parir, retirarte el saludo, no responder a tus “buenos días” y apuntarte en su
personal listado de “indeseables”. Eso lo podríamos evitar estándonos callados,
“en boquita cerrada no entran moscas”, pero algunos queremos hablar y nos hemos
alineado con los versos de Manuel Pacheco: “En boquita cerrada no entran
moscas/ pero tampoco salen palabras. /Aunque las moscas entren/ ¡nunca tengas
la boca cerrada!
Después de treinta años de
presencia más o menos puntual en estas páginas, algunos ya hemos aprendido a
encogernos de hombros y a pagar con cierta naturalidad el peaje de la libertad
de expresión, que sigue estando en libertad vigilada. De una u otra forma,
según la educación y el nivel de tolerancia, la clase política suele dolerse mucho de cualquier aguijonazo e intentan
taponar la boca que les es incómoda. A lo largo de mi vida, ya es mal fario o
mala suerte, yo siempre he resultado incómodo para el poder, para los del piso
de arriba, para los que ostentando el mando, quieren también tentar la suerte
de decidir en el periódico. Casi siempre
fracasaron, pero el fracaso no los desmotiva para que sigan intentándolo por
cualquier procedimiento, descendiendo hasta la base o ascendiendo hasta la
cúpula. El resumen es que los políticos
pasan, el HOY sigue y, dentro de él, a algunos nos salieron canas.
“Te complicas la vida tanto que
incluso te odian los tuyos”. Eso lo he oído muchas veces, acompañado de
epítetos como “vendido”, “traidor”, “tonto útil”, “resentido”… Yo quiero
escribir y quiero hacerlo manteniendo una actitud crítica porque no me dedico a
los ecos de sociedad. Yo no sé escribir de bodas ni amoríos y reivindico mi
derecho a opinar y criticar, como acepto que sobre mí se opine. ¿Parece fácil?
Pues les garantizo a ustedes que es muy difícil. A mí no me gustaría ser el director
de este periódico.
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