Resultan algo pedantes las autocitas, salvo si sirven como
argumentación de base y éste es el caso. Desde que el Tribunal Constitucional
desautorizó la sentencia del Supremo,
impidiendo que los proetarras pudieran presentarse a las elecciones municipales
con nombres diversos -los mismos perros, distintos collares-, vengo sosteniendo
que esa era una decisión más política que jurídica, que estaba en la hoja de
ruta del Gobierno (entonces era el de Zapatero), que era fruto de un pacto con
ETA y que semejante decisión llevaría a los violentos hasta las instituciones,
forzándolas, intimidándolas o incluso presidiéndolas. Todo se cumplió y entre
Bildu y Aralar se hicieron con 103 municipios, algunos como el de San Sebastián, además de la Diputación Foral
de Guipuzcoa que, desde el primer día, sentó las bases de su inclinación
antiespañola y el respeto a las decisiones de ETA.
Digan lo que digan, blanca y en tetrabrik, comenzaba a aflorar la letra
pequeña de un pacto desconocido por el que ETA había depuesto su deriva
asesina, a cambio de que se le pusiera
alfombra electoral, permitiendo a sus acólitos políticos presentarse a las
elecciones municipales. La decisión del Tribunal Constitucional, que ya la
habían insinuado Zapatero, Arzallus, el PNV y la propia organización
terrorista, fue muy criticada por un sector importante de la judicatura, por
las víctimas del terrorismo y por el PP, que se puso al frente de la
manifestación denunciando el cambio de cromos. El ex ministro de Interior,
Mayor Oreja, nos aclaró el pacto secreto. ¿Recuerdan lo que dijo Rajoy al
respecto?: “Jaime Mayor Oreja sabe de lo que habla y hay que escucharlo”. O
sea.
Cuando el PP ganó las elecciones, con su holgada mayoría absoluta, se
comprometió con las víctimas del terrorismo a revisar todo aquello, buscando
nuevas pruebas para impedir que los etarras pudieran volver a presentarse a
las elecciones con el nombre de Bildu,
Batasuna, Sortu, Amaiur… o cualquier otra denominación, pero mientras tanto en
el Congreso de los Diputados, tras las elecciones del 20 de noviembre, y bajo
la denominación de Amaiur, una coalición fomada por proetarras, Eusko
Alkartasuna, Aralar…, lograba siete diputados y tres senadores, situándose como
primera fuerza en el País Vasco. Desde entonces no se ha hecho nada para
impedir que el brazo político de los violentos pudiera presentarse a las
elecciones autonómicas que se celebrarán mañana en el País Vasco. Y mañana se
verá como HP Bildu, si no consigue ganar las elecciones se hará con la llave
del Gobierno vasco, con lo que ETA habrá recorrido un tramo importante hacia su
objetivo final. YA tenemos el precio del “alto al fuego”.
No es necesario gastar mucho en sondeos, porque la deriva que se ha
señalado al electorado vasco dará el fruto apetecido -¿apetecido por todos?- y
de los 75 escaños en litigio alrededor de 50 caerán en manos independentistas,
que el mismo lunes iniciarán “la internacionalización del conflicto”, como
acertadamente lo ha definido Arthur Mas. Empezaremos a ver que el alto al fuego
indefinido de ETA tenía una contrapartida y que unos y otros han hecho su
papel. O su papelón. No sé porqué me he acordado de la película de Sergio
Leone, “La muerte tenía un precio”. Algún día sabremos cúal.
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