sábado, 27 de octubre de 2012

PSOE, MÁS DE LO MISMO


Después de Zapatero, el mayor error de los socialistas fue aceptar la nominación de Rubalcaba como candidato, y elegirlo secretario general del partido después. Con aquellas decisiones, inconcebibles en un partido curtido en mil batallas, supuestamente musculado y que pisa suelo, el PSOE se imponía a sí mismo un castigo severo, para conseguir los peores resultados de la reciente etapa. 110 diputados, 100 menos de los que consiguió en su mejor momento con Felipe González. ¿Pretendían que el electorado olvidara a Zapatero poniendo a Rubalcaba? Rubalcaba, con un pasado político tenebroso es, además de más feo que Zapatero, más de lo mismo, porque ¿qué hizo Zapatero que no hiciera Rubalcaba? Dada la agilidad analítica que siempre habían demostrado los socialistas, se esperaba que, pasado el sarampión de aquel intento fallido, recapacitaran de inmediato para subsanar el error, pero, erre que erre, fueron a más y eligieron a Rubalcaba para que dirigiera el partido desde la Secretaría General. También resulta extraño que Rubalcaba, al que se le considera listo, tuviera y tenga una visión tan alejada del rechazo que produce incluso en el electorado de izquierda.

El  benefactor “efecto Rubalcaba” sólo existió en la cabeza de los socialistas, porque en el electorado está catalogado y perfectamente amortizado. Y ya se sabe, “lo que no pué sé, no pué se, y además es imposible”. Días antes de las elecciones del 20-N, un socialista de primera fila me aseguraba que “todo el pescado está vendido, sólo nos queda admitir el error de haber puesto a Rubalcaba y agradecerle los servicios prestados inmediatamente después de las elecciones”. No lo hicieron, cerraron filas en torno a “Zapalcaba” y desde entonces vienen estrellándose en cada cita electoral, pero sin demostrar cintura ni capacidad alguna para entender lo que el electorado les grita desde las urnas. ¿Qué hace el PSOE? Como prueba de regeneración lucen como novedad al lado de Rubalcaba a Felipe González,  para que con su abultada chequera de yupi multisueldo y nuevo rico, hable de los pobres, y  a Alfonso Guerra, para que enristre su repertorio de los mismos chistes rancios de los setenta.

Rubalcaba no puede ocultar su pertenencia al club de la cal viva, al clan de los pelotazos, al cuchicheo vergonzante de las negociaciones con ETA, al cierre en falso del atentado del 11-M y a la falange del Faisán, porque así es como está catalogado en la memoria colectiva, aunque sea un pío varón incapaz de tropelía alguna. Su imagen de viejo caimán, único superviviente activo de etapas que se quieren olvidar, achica aún más las posibilidades de un PSOE que, después de Zapatero, necesitaba una catarsis profunda, capaz de cicatrizar las heridas causadas para reconciliarse con el electorado.  No escarmientan y en lugar de mirar la sombra de la foto fija que proyecta Rubalcaba, ahora, después de los fiascos en Galicia y País Vasco, continúan de perfil, sin pestañear, esperando el chaparrón que les caerá en Cataluña.

Como en política nada se hace al azar y son pocas las cosas que se improvisan, hasta se podía pensar que el PSOE ha decidido inmolarse, como hicieron los ratones siguiendo al flautista de Hamelin. Sarna con gusto no pica.

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