El ex juez Baltasar Garzón ha sido absuelto
en el juicio por la investigación de los crímenes del franquismo y, -¡uffff,
menos mal!-, eso debe alegrarnos a todos
menos a Garzón y comparsa, que ya no podrán ir por el mundo paseando el
victimismo de ser silenciado por tribunales vendidos a la extrema derecha, aireando
que al gran héroe de la judicatura universal ha sido condenado y suspendido por
su defensa de la democracia y de las víctimas de fascismo. Se acabó el cuento.
Seguirán con sus lloros y pancartas, manifestándose por la suerte del supermán
plateado, pero su gran baza, que era poder enseñar una sentencia condenatoria
por haberse metido torticeramente en berenjenales que no le correspondían, ha
quedado desmontada por el Tribunal Supremo que, sin unanimidad, dice en su
sentencia que Garzón se equivocó pero no prevaricó. Una más, porque si lo hubieran condenado cada
vez que se equivocó, sumaría más penas que el Arropiero.
Bien, si ayer aceptamos la sentencia del mismo
tribunal que, por unanimidad, lo suspendió como juez por las escuchas ilegales
entre abogados y sus defendidos, aceptemos hoy esta, que lo descalifica como
instructor y lo ridiculiza como juez, pero lo absuelve porque, como indica en
su voto particular el magistrado partidario de su condena, es un ignorante que
desconoce “cuestiones esenciales”. Con una condena sin paliativos, un archivo
intencionado por prescripción y una absolución por ignorante, se cierran los
tres procesos que Garzón tenía abiertos. Gritos de plañideros y algarabías carnavalescas,
pero Garzón ya no es juez, lo que es malo para él y sus comparsas y bueno para
todos los demás. Dos a cero, brindemos por la Justicia. Como
decía mi abuela, “mientras que los que se cabreen sean ellos…”
“Es un insulto a la razón alegar desconocimiento
y, en todo caso habría que conducir no a la absolución, sino a una condena por
prevaricación, porque dar satisfacción a las justas pretensiones de los
familiares de las víctimas del franquismo no puede servir de coartada para
encarar una instrucción ilegal”, escribe el magistrado, argumentando su voto
discrepante con la sentencia absolutoria. Juzgando el veredicto por su
oportunidad, lo que ya es atrevimiento por mi parte, creo que la absolución ha
sido la peor condena que le podía caer a Garzón y Cia, porque si lo hubieran
condenado para él no supondría nada, porque ya está suspendido, pero le
quedaría el recurso de marear la perdiz con la coña de su lucha por la
democracia, contra las dictaduras y demás bla, bla, bla.
De momento están desmontando las carpas de
los circos que en países ejemplo de democracia, como Bolivia, Ecuador, Cuba,
Chile y Argentina habían levantado a la espera de una sentencia condenatoria.
Tendrán que guardar las pancartas para mejor ocasión, pero es notable el
revuelo internacional por la suspensión de la estrella estrellada. Tanto
que el Poder Judicial ha salido al paso
para defender el rigor del Supremo, regalándonos “un Perogrullo”: “No han
existido razones políticas ni extrajudiciales en las decisiones del Tribunal Supremo,
que se ciñó en todo momento a argumentos profesionales”. Mejor así, pero el
rigor ha coincidido con la oportunidad. ¡Uff, menos mal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario