Engelbert Hunperdinck, a sus 76
años, no dirá nada a los menores de 30, pese a que si buscan en la discoteca de
sus padres pueden encontrar alguno de los 150 millones de discos que vendió. En
1967 desplazó a los Beatles del primer puesto en las listas de éxito con
“Release Mé”, una balada con la que recorrió el mundo y que por cantarla en
Arabia Saudita, ante un grupo de “petroricachos”, cobró 250.000 dólares de la
época, con avión de ida y vuelta. Por aquellos días Elvis y Sinatra tenían un
caché de 50.000 dólares. Ahora los ingleses lo han elegido para que represente
al Reino Unido en el próximo Festival de Eurovisión, y lo han hecho para ganar,
después de haber dejado en la cuneta a quince aspirantes, casi todos
veinteañeros, que compitieron con él por la nominación. Hunperdinck, después de
innumerables estiramientos faciales, implantes capilares y, según confiesa, “una
vida ordenada, con huevos, pescado y buen vino”, conserva casi intacta la
potencia vocal por la que se le llegó a comparar con Carusso, algo más que
justificado si tenemos en cuenta que a Alejandro Sánz lo comparan con Mozard…
¡Anda ya!
Pero este año el Eurofestival nos permitirá ver
en el escenario, además del exitoso Engelbert, a seis nonagenarias que representan
a Rusia. Suman 511 años y cantarán en udmurta, un dialecto perdido de una de
las ex repúblicas soviéticas. Defenderán los colores locales, ataviadas con vistosos
trajes del folklore de su tierra y con una coreografía de balanceos en la que
incluso llegan a levantar una pierna. Ojala no se rompan. Como en el caso de
los ingleses, las seis matriarcas rusas tuvieron que emplearse a fondo, porque
en la parrilla de salida había 60 aspirantes que no se lo pusieron fácil.
Después de mucho deliberar parece que el
jurado y los televidentes se vieron arrastrados por el ritmo trepidante de las
seis abuelas y el veredicto fue unánime para pasaportarlas ante las pantallas
europeas. La canción, o lo que sea, la han compuesto ellas mismas, a base de
mezclar ritmos del folklore udmurta y lo mejor es que nunca antes habían
actuado en público, ya que el conjunto lo formaron exclusivamente para competir
por la representación rusa en el Festival.
La pena es que, por dos votos, quedó
descolgada de la cita Lys Assia, una anciana de 85 años que compitió por la
representación de Suiza y que ya sabe lo que es el Festival, porque ganó el
primer certamen, en 1957. La ayudaron a subir al escenario y durante su actuación
se apoyaba en lo que podía para guardar la estabilidad desde sus altos tacones,
pero dicen que su voz tenía “bríos de juventud” y que fue la favorita del
público, que abucheó la decisión de los expertos al eliminarla. Lástima. El año
pasado lució su barba plateada Dino Merlin, “el abuelo”, representando a
Bosnia&Herzegovina, aunque el palmarés de la longevidad euro visiva lo
sigue teniendo una anciana moldava, de
97 años, que tocaba el tambor como una posesa. En España tenemos banquillo y
podemos sacar a Ráphael, a Julio Iglesias, a Massiel, a Salomé y, si queremos
reeditar el esperpento… ¡siempre nos quedará el Chiquilicuatre!
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