Desde sus primero pasos, la mitificada Constitución de 1812 tuvo una
crítica incontestable: estaba alejada de la realidad de la calle. El propio
Muñoz Torrero, en una de sus intervenciones reconoce que en su aprobación faltó
la representación de sectores importantes que debieron ser consultados. El
recuento de los diputados constituyentes es elocuente: noventa y siete
eclesiásticos, ocho aristócratas, treinta y siete militares, dieciséis
catedráticos, sesenta abogados, cincuenta y cinco funcionarios, quince
latifundistas, nueve marinos, cinco comerciantes, cuatro escritores, dos
médicos y un arquitecto. Ni economistas, ni pequeños propietarios, jornaleros, arrendatarios, munícipes y
artesanos… con lo que el texto se inclinaba más hacía la política que hacia la
economía real.
Canónigos, militares, abogados,
aristócratas y funcionarios sumaban 257 de los 308 constituyentes, una mayoría absoluta que se dejó ver en el
articulado del texto. A pesar del sesgo, aquellas fueron unas cortes más
representativas de la realidad de la calle que las actuales, o que las de
cualquier parlamento regional. Ahora no hay gremios, personalidades ni
tendencias. La decisión de Rajoy es seguida por ciento ochenta y seis diputados
y la de Rubalcaba por ciento diez. Es lo mismo que decir que de los trescientos
cincuenta diputados del Congreso, la decisión de dos de ellos suma doscientos
noventa y seis. Si se estableciera el voto ponderado en las sesiones plenarias,
bastaba con la presencia de tres o cuatro diputados para poder hacer un
recuento real de los que la Constitución de 1812 reconocía como “representación
de la soberanía popular”.
Si nos centramos en el parlamento extremeño, más de lo mismo porque
aquí con la presencia de tres diputados podíamos ahorrarnos el trasiego de los
otros sesenta y dos. Si se analiza la tendencia de voto en la Asamblea de
Extremadura, se comprobará que a lo largo de sus treinta años de existencia,
con miles de votaciones, apenas ha habido media docena de “versos sueltos” y
que la uniformidad entre los diputados de cada formación ha sido total. Los
diputados votan lo que se les dice y la tendencia del grupo la marca el líder,
que como tiene el “cuaderno azul” es obedecido militarmente. Los diputados
votan según los dedos que levanta el portavoz o el secretario del grupo, porque
en la mayoría de las ocasiones no saben lo que se está debatiendo y necesitan
una guía visual para poder votar. Hablan entre ellos o por teléfono, hacen
crucigramas, ríen, leen, salen a fumar y se ausentan durante los debates, hasta
que vuelven al redil cuando el timbre los llama. Votar es lo único importante.
Algunos es lo único que saben hacer.
El parlamentarismo se ve así ninguneado porque la máxima de Alfonso
Guerra, “el que se mueve no sale en la foto”, se ha hecho universal. Y no salir
en la foto supone un drama para la mayoría de ellos, que carecen de un sueldo
en la vida civil y dependen exclusivamente de la política. Así es que, a pesar
de todo, aquellos diputados de las Cortes de Cádiz, podían tener y votar con
opinión y criterio. Ahora no hay ninguna de las dos cosas.
1 comentario:
Las Cortes franquistas se hicieron el harakiri merced a las buenas artes de Suárez y su gente, y cualquier cambio de la situación implicado algo del mismo calado, porque seria una Ley Orgánica en reforma y eso tiene que pasar por los 2/3 de nuestros bostezantes parlamentarios.
Así que mejor conseguir una reforma que al menos le de el nombre que merecen, cambiando el ultrajado de "Cortes" por el más adecuado de Cohortes, porque hoy estos, igual que aquellas de Roma tienen poca función más allá que la de dar mamporros hacia donde apunta el Jefe
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