En Costa Rica, subiendo por la serpenteante carretera hacia el volcán Irazú, desde donde se divisa el Atlántico y el Pacífico, los guías señalan al paso a un pueblo, Cot, que no ofrece ningún atractivo turístico, pero que tiene una característica que lo hace único en todo el continente americano: En Cot no hay bares. No está prohibida la venta de alcohol y puede adquirirse en el mercado, pero no se permiten establecimientos donde el vecindario pueda reunirse para tomar unas copas. ¿Y por qué? El guía explica que muchas víctimas de la última erupción del Irazú se encontraban dentro de los bares... Desde entonces decidieron cerrarlos, como plegaria a Dios para que los protegiera de la próxima erupción.
Además de extrema, la medida de Cot no es efectista, porque sabemos que el consumo masivo de alcohol no se da precisamente en los establecimientos autorizados. En Moscú, durante la etapa comunista no había bares, pero era fácil encontrar a gente en la calle, a 20º bajo cero, compartiendo una botella de vodka que habían adquirido a escote. En España tenemos el botellón, que viene a ser lo mismo pero a lo bruto. Los expertos vaticinan que España sufrirá un incremento del 23% en el número de alcohólicos en los próximos 25 años, lo que supondrá un drama social que hoy no se quiere ver ni abordar. Los jóvenes que hoy se reúnen en una explanada para cogerse la cogorza semanal, son candidatos para seguir juntándose en clínicas de desintoxicación antes de cumplir los treinta. Cada día se bebe más y en cada estadística se reduce la edad en el inicio en la ingesta de alcohol. Los borrachines de hoy serán los borrachuzos de mañana.
En lo referido a la droga ya hemos aprendido y no admitimos bromas porque el problema ha superado la etapa de lo probable, pero el alcohol cuenta con tolerancia social. Sobre el papel está prohibida la venta de alcohol a menores, pero la facilidad de los jóvenes para adquirirlo, muchas veces incontrolado y de dudosa procedencia, es total y se hace a la vista de todos, sin que nadie se escandalice por ver a riadas de jovencitos y jovencitas, camino del lugar del encuentro, portando bolsas cargadas de botellas. El consumo aumenta tanto en el número de bebidas adquiridas como en la graduación alcohólica de las mismas. ¿Hacemos algo? Mirar para otro lado y sonreír. El llanto vendrá mañana.
La encuesta de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre el consumo de alcohol establece que los jóvenes comienzan a beberlo poco después de los trece años y que el consumo habitual se sitúa ante de los quince. El 84.2% de los escolares ha consumido alcohol en alguna ocasión y, entre ellos, el 50% lo consume al menos una vez por semana. El 41% de los escolares se han emborrachado en alguna ocasión y el 23.6% lo han hecho en el último mes. En la UE el incremento es genérico, pero España, a mucha distancia, se sitúa a la cabeza. Mañana será tarde si no queremos que con la resaca nos duela la cabeza a todos.
Además de extrema, la medida de Cot no es efectista, porque sabemos que el consumo masivo de alcohol no se da precisamente en los establecimientos autorizados. En Moscú, durante la etapa comunista no había bares, pero era fácil encontrar a gente en la calle, a 20º bajo cero, compartiendo una botella de vodka que habían adquirido a escote. En España tenemos el botellón, que viene a ser lo mismo pero a lo bruto. Los expertos vaticinan que España sufrirá un incremento del 23% en el número de alcohólicos en los próximos 25 años, lo que supondrá un drama social que hoy no se quiere ver ni abordar. Los jóvenes que hoy se reúnen en una explanada para cogerse la cogorza semanal, son candidatos para seguir juntándose en clínicas de desintoxicación antes de cumplir los treinta. Cada día se bebe más y en cada estadística se reduce la edad en el inicio en la ingesta de alcohol. Los borrachines de hoy serán los borrachuzos de mañana.
En lo referido a la droga ya hemos aprendido y no admitimos bromas porque el problema ha superado la etapa de lo probable, pero el alcohol cuenta con tolerancia social. Sobre el papel está prohibida la venta de alcohol a menores, pero la facilidad de los jóvenes para adquirirlo, muchas veces incontrolado y de dudosa procedencia, es total y se hace a la vista de todos, sin que nadie se escandalice por ver a riadas de jovencitos y jovencitas, camino del lugar del encuentro, portando bolsas cargadas de botellas. El consumo aumenta tanto en el número de bebidas adquiridas como en la graduación alcohólica de las mismas. ¿Hacemos algo? Mirar para otro lado y sonreír. El llanto vendrá mañana.
La encuesta de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre el consumo de alcohol establece que los jóvenes comienzan a beberlo poco después de los trece años y que el consumo habitual se sitúa ante de los quince. El 84.2% de los escolares ha consumido alcohol en alguna ocasión y, entre ellos, el 50% lo consume al menos una vez por semana. El 41% de los escolares se han emborrachado en alguna ocasión y el 23.6% lo han hecho en el último mes. En la UE el incremento es genérico, pero España, a mucha distancia, se sitúa a la cabeza. Mañana será tarde si no queremos que con la resaca nos duela la cabeza a todos.
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