miércoles, 2 de marzo de 2011

SILVIO SEXUSCONI


La naturaleza a veces es caprichosa y sus veleidades las demuestra con excepciones que rompen los esquemas de lo que se considera normal. Un cordero con tres cabezas, un chino con 2´55 metros de altura, un nepalí que no pasa de los 56 centímetros, una sandía de 74 kilos o un Silvio Berlusconi que a sus setenta y cinco años compagina el cargo de primer ministro de la República italiana y el de garañón europeo, en dura competencia con los dos ejemplares rutilantes que tenemos en España, el ex de Norma Duval, Marc Ostarcevit y el tigre de Ambiciones, Humberto Janeiro. Los tres copan el podio de la erótica europea, pero en el cajón más alto está don Silvio, que siguiendo la estela de Tiberio en las grutas de Capri, organiza festorros con un “bunga-bunga” desenfrenado en cualquiera de sus veinte mansiones.

Roma está empapelada con leyendas alusivas al furor de Berlusconi, al que han rebautizado como Sexusconi. En las Piazza de Popolo le gritan majaderías como “Al sexo bello lo ensucia un jefe feo”. ¿El asunto sería diferente si el jefe fuera bonito? Ardua cuestión que deberían clarificar las féminas que se manifiestan en Roma, Milán, Turín o Palermo contra la fealdad del semental porque, ¿no existiría abuso ni corrupción si Berlusconi luciera palmito de Brad Pitt? El Partido Demócrata se ha sumado a la algarabía, con la ilusión de derribar al Cavaliere y la aguerrida diputada Bárbara Pollastrini (juro que es cierto el nombre y el apellido) ha afirmado que “Todos estamos pagando un precio, pero las mujeres pagan un precio doble” ¿Qué habrá querido decir? El colmo sería que Sexusconi cobrara a las mujeres por sus servicios y, además, cobrara el doble. ¿El doble que a quién?

Lo peor de Italia es que está llena de italianos, pero es un país imaginativo donde todo se relativiza y donde el humor preside incluso los entierros, por eso mientras los demás nos hacemos cruces con las correrías de Berlusconi, ellos se ríen, hacen chistes y le prestan a la Pollastrini la misma atención que a las hazañas de su garañón oficial. En los sondeos de opinión Berlusconi gana popularidad y las correrías que se propagan sobre su bragueta la enmarcan en un intento de linchar al Cavaliere, quitándole en la cama lo que no logran arrebatarle en las urnas.

No acusan a Berlusconi de administrar mal, no lo censuran por malgastar, no se manifiestan por sus políticas antisociales, por ser medio lelo, por contradecirse, ni por hacer el ridículo en la UE. Los males de Berlusconi están en su “pollastrini” intima y eso le hace mucha gracia a los italianos. Parece que el pecado lo lleva en su entrepierna, que es algo muy italiano. Con 75 septiembres a sus espaldas, don Silvio debe tener más de Caidosconi que de Sexusconi, aunque la Pollastrini -¡qué sabrá ella!-diga lo contrario. Si la naturaleza no ha obrado un milagro, a don Silvio se le cayó el imperio hace mucho tiempo, aunque a él le guste hacer el paseíllo como semental porque eso le levanta el ánimo. Pero nada más.

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