viernes, 2 de enero de 2009

CIPRIANO TINOCO


Cuando con frecuencia se denosta a la clase política en general, resaltando siempre su cara más negativa, es conveniente dejar una puerta abierta a la esperanza porque, afortunadamente, no todo es corrupción, ambición y patanismo. Entre los políticos, como entre los abogados, los maestros o los electricistas, los hay buenos, malos, mejorables y sobresalientes. El caso más evidente entre estos últimos es el de Cipriano Tinoco, veinte años alcalde de Los Santos de Maimona y uno de los últimos caballeros, todo un señor dentro y fuera de la política, que supo dejar una estela de buen hacer sin renunciar nunca a su bonhomía ni caer en lo estridente y chabacano. Pulcro y ajustado, estuvo arriba, abajo y fuera, pero jamás cayó en la malicia y nunca renunció a sus amigos, ideas y principios.

Sé que cada día está más bajo el listón de los políticos, que abundan los aprovechados sin otro bagaje que la sumisión, la traición y la desvergüenza. Sé que es urgente una regeneración de la clase política, generalmente aborregada y adocenada por el interés y la disciplina que imponen los partidos, sé que son muchos/as los/as que ejercen una descarada prostitución política y que para ponerse a salvo son capaces de vender una conciencia que no tienen, pero también sé que hay políticos de la estatura moral de Cipriano Tinoco, que entienden la política como un servicio a los ciudadanos, con una actitud generosa y una conciencia escrupulosa.

Cipriano Tinoco fue el primer alcalde de la etapa democrática en los Santos de Maimona, (formado al lado de Francisco Murillo, otro gran alcalde) y pronto se granjeó el respeto en todas las instituciones porque se veía con admiración el afán que ponía en todo lo concerniente a su pueblo y a su gente. Si un santeño entraba en prisión, allí estaba Cipriano; si alguien tenía un conflicto en los juzgados, allí estaba Cipriano; en el hospital estaba Cipriano, para cualquier gestión estaba Cipriano. Durante muchos años, sin asignación alguna como alcalde y en su coche particular, Cipriano fue el alcalde-recadero que exigían las circunstancias.

El pasado domingo lo enterramos y tras el pleno institucional (¡gracias, alcalde José Santiago!), mientras arropábamos a Celia, su inseparable compañera, el portavoz del PP, Manuel Lavado, concluyó así su intervención: “Que Dios lo tenga en su seno y que dentro del dolor por su pérdida, todos sepamos valorar con alegría la satisfacción de haberlo conocido”. Pues eso.

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