Los jueces que logran portadas suelen ser los que dictan sentencias contrarias al sentido común, los que se consideran clavos del abanico, los que juzgan con las tripas ideológicas o los “garzonazos”, que son los que se meten en todos los charcos, chapotean en todas las heces, hacen el ridículo y después de mucho ruido no van a parte alguna. Los jueces sensatos, que son casi todos, pasan de puntillas, hacen su trabajo en silencio, estudian con rigor las causas que juzgan y difícilmente son noticia en algún medio de comunicación. ¿A qué jueces juzgamos? Juzgamos a los primeros, a los bocazas, a los divos, a los presumidos y a los que van de estrellas cinematográficas.
La Justicia es uno de los estamentos peor valorados y la razón del desapego social está en las patologías que sufren algunos togados y en la incapacidad del sistema para corregir los disparates de los jueces mariposas que liban de todas las flores. El CGPJ, politizado hasta las trancas, es incapaz de poner freno a tanto estrellato de pacotilla y su incompetencia es la causa principal de la desconfianza hacia el Sistema Judicial. El CGPJ es la evidencia más palmaria de que la división de los tres poderes en España es un suma y sigue del poder político, que se lo reparte como si se tratara de una bacalailla.
Cada día parece más claro que un juez puede hacer lo que le plazca, cometer atropellos, desvariar, permanecer de brazos cruzados o incluso ser causa de males superiores a los que pretenden corregir, sin que nadie los corrija, porque el corporativismo por una parte y el alineamiento ideológico por la otra, siempre ponen palos en las ruedas del sistema. Nuestra Justicia está viciada de intromisiones políticas y contra eso poco pueden hacer los jueces sensatos y que lo son de verdad. ¡Con esta dependencia política del Poder Judicial nunca pasaremos de un amago de democracia!
Todas las alarmas del sistema judicial se dispararon cuando Garzón emprendió su particular “cruzada general contra el franquismo”, pero eso no impidió que él continuara con el disparate. Al final, un minuto antes de que la Audiencia Nacional le cerrara la boca, Garzón tiró la toalla y, como sabíamos todos, se declara incompetente, porque “le han llegado pruebas inequívocas de que Franco ha muerto”. Tres meses dilapidando medios humanos y materiales para cerciorarse de que no tiene que tener miedo a Franco y que puede seguir con su divismo. ¿Alguna medida disciplinaria contra el autor de semejante despropósito? ¡Quita, hombre, cómo se te ocurre!
Ahora nos sale otro qué tal. Andamos con la paranoia de la inseguridad porque la calle es de los chorizos, pero resulta que “lo que supone un ataque y una vulneración de los derechos y libertades ciudadanas es el Crucifijo”, mientras que los musulmanes van imponiéndonos sus creencias. Treinta años con la misma Constitución, y hasta que no ha llegado ésta señoría no nos hemos enterado del atropello que supone el Crucifijo. ¿Dura Lex? ¡Si y muy divertida!
La Justicia es uno de los estamentos peor valorados y la razón del desapego social está en las patologías que sufren algunos togados y en la incapacidad del sistema para corregir los disparates de los jueces mariposas que liban de todas las flores. El CGPJ, politizado hasta las trancas, es incapaz de poner freno a tanto estrellato de pacotilla y su incompetencia es la causa principal de la desconfianza hacia el Sistema Judicial. El CGPJ es la evidencia más palmaria de que la división de los tres poderes en España es un suma y sigue del poder político, que se lo reparte como si se tratara de una bacalailla.
Cada día parece más claro que un juez puede hacer lo que le plazca, cometer atropellos, desvariar, permanecer de brazos cruzados o incluso ser causa de males superiores a los que pretenden corregir, sin que nadie los corrija, porque el corporativismo por una parte y el alineamiento ideológico por la otra, siempre ponen palos en las ruedas del sistema. Nuestra Justicia está viciada de intromisiones políticas y contra eso poco pueden hacer los jueces sensatos y que lo son de verdad. ¡Con esta dependencia política del Poder Judicial nunca pasaremos de un amago de democracia!
Todas las alarmas del sistema judicial se dispararon cuando Garzón emprendió su particular “cruzada general contra el franquismo”, pero eso no impidió que él continuara con el disparate. Al final, un minuto antes de que la Audiencia Nacional le cerrara la boca, Garzón tiró la toalla y, como sabíamos todos, se declara incompetente, porque “le han llegado pruebas inequívocas de que Franco ha muerto”. Tres meses dilapidando medios humanos y materiales para cerciorarse de que no tiene que tener miedo a Franco y que puede seguir con su divismo. ¿Alguna medida disciplinaria contra el autor de semejante despropósito? ¡Quita, hombre, cómo se te ocurre!
Ahora nos sale otro qué tal. Andamos con la paranoia de la inseguridad porque la calle es de los chorizos, pero resulta que “lo que supone un ataque y una vulneración de los derechos y libertades ciudadanas es el Crucifijo”, mientras que los musulmanes van imponiéndonos sus creencias. Treinta años con la misma Constitución, y hasta que no ha llegado ésta señoría no nos hemos enterado del atropello que supone el Crucifijo. ¿Dura Lex? ¡Si y muy divertida!
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