jueves, 11 de diciembre de 2008

¿ALLÍ NO HA PASADO NADA?



El último tiro de ETA ha puesto en evidencia la patología colectiva que sufre todo el País Vasco, donde una nueva víctima es un suma y sigue que no altera el pulso de la vida cotidiana. Han aceptado a la violencia como a una vecina gritona a la que hay que soportar y cada pistoletazo tiene menos eco en sus conciencias. La mayor de la evidencias es que los compañeros de “cuatrola” de Ignacio Uria no alteraron la costumbre y como la canción de Chiquetete, en el mismo sitio y a la misma hora, ya estaban barajando las cartas, impasible el ademán. Los manguerazos del agua aún no habían disuelto la sangre del contertulio cuando otro nuevo ocupaba su silla porque dicen que la vida sigue, aunque el que ha estado con ellos los últimos veinte años, la haya perdido en la puerta del local, una hora antes. ¡Allí no ha pasado nada!

La imagen de los tres jugadores y el relevo, atentos a la suerte de sus cartas, se me antoja mucho más dramática que la del propio Uria, ensangrentado y con tres tiros en la cabeza, porque es la evidencia más palmaria de que sufren un cáncer para el que no hay quimioterapia posible. En Azpeitia, el pueblo donde nació y vivió setenta años Ignacio Uria, los duelos hay que hacerlos con sordina y así se explica que en la manifestación de repulsa apenas hubiera 20 personas en un pueblo de 12.000 habitantes. Allí lo más aconsejable es seguir la rutina con normalidad. Con la misma normalidad con que ETA siega la cuarta vida en lo que va de año.

Las imágenes de la televisión, mostrándonos a la víctima tendida en el suelo, con el torso desnudo y acribillado, no es nueva porque a lo largo de los 818 asesinatos de la banda, esa imagen se ha repetido muchas veces. También se han repetido los testimonios de repulsa y condena, los manifiestos colectivos, las declaraciones institucionales, los minutos de silencio y las socorridas manifestaciones detrás del cartel “ETA NO” o cualquier otra ocurrencia. No critico lo que se hace porque algo hay que hacer y de alguna forma, aunque sea absolutamente inútil, debemos darnos la oportunidad de expresar nuestro rechazo a las prácticas de unos pistoleros incapaces de revisar la inutilidad de sus asesinatos. El 7 de junio pasado cumplió ETA su cincuenta aniversario matándonos.

En cierto modo, cumplido el protocolo del dolor, todos volvemos a nuestras prácticas habituales, como los compañeros de partida de Ignacio Uria. En Azpeitia los socios políticos de ETA siguen gobernando el municipio, sin haberse molestado en condenar el asesinato. Lo mejor hubiera sido no permitir a ANV presentarse a las elecciones, porque dice la vicepresidenta del Gobierno que disolver la corporación y convocar nuevas elecciones es jurídicamente muy complicado. ¿Complicado? Eso ya se hizo en el ayuntamiento de Marbella, pero fue por corruptelas económicas. Está claro que el dinero duele más y exige más urgencias que la vida misma. Así nos va.

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