Antonio Machado, creo que con Miguel Hernández el poeta más rotundo de nuestra lengua, describió hace muchos años a “La España de charanga y pandereta”, que aún pervive, disfruta y se jalea con ruidos y musiquillas intrascendentes. ¿Qué puede hacerse cuando un pueblo que, como los ratones que seguían al flautista de Hamelin, está más pendiente de la charanga y la pedorrea que de la despensa de su casa y que hace más caso al ruido que a las nueces? España es un pueblo de gestos y desplantes toreros, de comadres y compadres que se contentan con el sustento que les da la charleta del bar y esa realidad, que ya describió Machado en “Del pasado efímero”, sigue siendo la constante que nos une en el ayer y el mañana. Malabarismo hortera, grandes gestos y grandes frases son parte esencial de nuestras constantes y por eso nos autodefinimos como un pueblo vitalista y alegre, siempre cerca de los extremos, siempre próximos a la sima, al sesteo y al desperezo.
¿Que por qué este inicio tan pesimista? La banal trifulca dialéctica entre el Rey, Zapatero, Hugo Chávez, Daniel Ortega y algún que otro grano de la misma espiga, ha evidenciado de nuevo que España, como Nicaragua, Cuba, Bolivia o Venezuela, se mueve por la impronta del orgullo y la pasión por los desplantes. El 93% de los españoles ignoraban que hubiera una “cumbre” iberoamericana y creo que aún subiría ese porcentaje si se preguntara sobre las dieciséis “cumbres” anteriores, pero un “quítate allá”, un “¿por qué no te callas?” entre mandatarios ha servido para que esa reunión, de repente, sea casi eje de nuestras vidas y motivo suficiente para que el sentimiento nos desborde, como la boda de una tonadillera y un torero. La mejor evidencia de que anduvimos por Sudamérica es que allí, como aquí, responden de igual forma a los resortes de la pasión y los desplantes toreros. Son excesivas las vísceras que ocupan nuestro cerebro y sólo así se explica que en Venezuela se admire a Chávez más por sus rancheras y corridos que por su política social. Y en España más de lo mismo.
El “¿por qué no te callas?” del Rey a Hugo Chávez, no puede ser motivo y justificación para relanzar la popularidad de uno o la impopularidad del otro, sin sobredimensionar lo anecdótico en detrimento de lo esencial. ¿Para qué era la “Cumbre”, cuales son los acuerdos tomados, qué aporta cada país, cual es la justificación y la filosofía de estos encuentros? A nadie le interesa porque lo único importante es la trifulca entre un parlanchín desmesurado y un Rey que lo es de España, pero que en aquel foro, como Jefe del Estado, estaba a la altura de muchos otros. Entre ellos Hugo Chávez, Daniel Ortega o Evo Morales, que se han apresurado a señalar que “el Rey de España ya no calla a ningún indio”.
Además resulta curioso que la respuesta popular es similar, aunque opuesta, en España que en Venezuela. Los medios oficialistas venezolanos están descendiendo incluso a los días de la Conquista, poniendo en cuestión la legitimidad de Hernán Cortes o Pizarro, y los españoles, cortados del mismo paño, hacen lo propio destacando la vacuidad de Hugo Chávez y la valentía y la gallarda intervención del Rey. Chávez ha aumentado su popularidad en Venezuela y en toda América latina y el Rey ve relanzada su figura y su aceptación en España, de tal forma que el 94% de los españoles aplauden con entusiasmo su “¿por qué no te callas?”, las cinco palabras más rentables y espontáneas que han salido de la boca del monarca en los últimos años.
En estas reflexiones a vuela pluma, no quiero entrar en las razones de uno u otros, sino señalar la pasión que solemos poner en lo superfluo y cómo asuntos de gravedad o largo alcance, se soslayan porque siempre es más fácil interpretar el gesto que el texto. En España tienen mucho tirón los carnavales porque la gente se cree las caretas. De todos modos si a Hugo Chávez le beneficia y al Rey le beneficia, parece equitativo felicitarlos a los dos, pero ¿qué hacían allí y cual es el cuerpo real de la anécdota? Silencio, sólo se oye el silencio.
¿Que por qué este inicio tan pesimista? La banal trifulca dialéctica entre el Rey, Zapatero, Hugo Chávez, Daniel Ortega y algún que otro grano de la misma espiga, ha evidenciado de nuevo que España, como Nicaragua, Cuba, Bolivia o Venezuela, se mueve por la impronta del orgullo y la pasión por los desplantes. El 93% de los españoles ignoraban que hubiera una “cumbre” iberoamericana y creo que aún subiría ese porcentaje si se preguntara sobre las dieciséis “cumbres” anteriores, pero un “quítate allá”, un “¿por qué no te callas?” entre mandatarios ha servido para que esa reunión, de repente, sea casi eje de nuestras vidas y motivo suficiente para que el sentimiento nos desborde, como la boda de una tonadillera y un torero. La mejor evidencia de que anduvimos por Sudamérica es que allí, como aquí, responden de igual forma a los resortes de la pasión y los desplantes toreros. Son excesivas las vísceras que ocupan nuestro cerebro y sólo así se explica que en Venezuela se admire a Chávez más por sus rancheras y corridos que por su política social. Y en España más de lo mismo.
El “¿por qué no te callas?” del Rey a Hugo Chávez, no puede ser motivo y justificación para relanzar la popularidad de uno o la impopularidad del otro, sin sobredimensionar lo anecdótico en detrimento de lo esencial. ¿Para qué era la “Cumbre”, cuales son los acuerdos tomados, qué aporta cada país, cual es la justificación y la filosofía de estos encuentros? A nadie le interesa porque lo único importante es la trifulca entre un parlanchín desmesurado y un Rey que lo es de España, pero que en aquel foro, como Jefe del Estado, estaba a la altura de muchos otros. Entre ellos Hugo Chávez, Daniel Ortega o Evo Morales, que se han apresurado a señalar que “el Rey de España ya no calla a ningún indio”.
Además resulta curioso que la respuesta popular es similar, aunque opuesta, en España que en Venezuela. Los medios oficialistas venezolanos están descendiendo incluso a los días de la Conquista, poniendo en cuestión la legitimidad de Hernán Cortes o Pizarro, y los españoles, cortados del mismo paño, hacen lo propio destacando la vacuidad de Hugo Chávez y la valentía y la gallarda intervención del Rey. Chávez ha aumentado su popularidad en Venezuela y en toda América latina y el Rey ve relanzada su figura y su aceptación en España, de tal forma que el 94% de los españoles aplauden con entusiasmo su “¿por qué no te callas?”, las cinco palabras más rentables y espontáneas que han salido de la boca del monarca en los últimos años.
En estas reflexiones a vuela pluma, no quiero entrar en las razones de uno u otros, sino señalar la pasión que solemos poner en lo superfluo y cómo asuntos de gravedad o largo alcance, se soslayan porque siempre es más fácil interpretar el gesto que el texto. En España tienen mucho tirón los carnavales porque la gente se cree las caretas. De todos modos si a Hugo Chávez le beneficia y al Rey le beneficia, parece equitativo felicitarlos a los dos, pero ¿qué hacían allí y cual es el cuerpo real de la anécdota? Silencio, sólo se oye el silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario