Por fin hemos visto a doña Leonor y nuestro gozo es mayúsculo porque parece una niña como todas las demás niñas. La madre es como todas las madres y el padre, pese a que se le está aflojando la risa como a su hermana Elena, parece un padre más. Es decir, todo normal. Ya son siete las criaturitas que adornan la Casa Real, con un número en la espalda que determina su posición exacta en la sucesión dinástica. Los monárquicos, que son muchos menos que los “juancarlistas”, deben andar frotándose las manos de gozo, porque ahora no será necesario recurrir a ningún príncipe extranjero para que nos salve de la quema republicana, así es que los “amadeos” de turno deben mirar para otro sitio, porque en España tenemos para dar y tomar e incluso podemos exportar realeza a otros lugares. La sucesión al trono, que ya estaba garantizada con el príncipe, las princesas y los alevines reales, queda sellada con la llegada de doña Leonor, una niña “gordita, redondita y llorona en un momento dado”, en feliz descripción de la reina doña Sofía de Grecia. Una niña afortunadamente normal, “con una mezcla de todos”, como las otras 632 criaturas que nacieron aquella misma noche, aunque ésta no nació en un hospital de la Seguridad Social, llegó con el “doña” debajo del brazo y una credencial genética que la legitima para ser en su día jefa del Estado español y capitán general de los ejércitos, recogiendo la antorcha que encendiera en 1.468 la muy católica doña Isabel I de Castilla. Como se ve, todo muy moderno, muy actual, muy acorde con los tiempos presentes y futuros.
Doña Leonor, “que es una niña muy inteligente y viva”, según su bisabuela materna, doña Menchu, ha pegado tal acelerón al llegar que ya ve por el retrovisor a sus primos don Froilán, doña Victoria, Don Juan, Don Pablo, don Miguel y doña Irene, aunque con ésta última podrá compartir pupitre, muñecas y secretillos reales, porque supongo yo que estas niñas, con semejante carga genética, hasta los suspiros los tendrán diferentes, aunque hayan democratizado el color de su sangre y en una renuncia admirable la tengan roja, como todos los plebeyos. Se han democratizado tanto que en un gesto admirable, su mamá, la princesa doña Leticia, se ha sometido a una cesárea, como si fuera una mujer corriente. Incluso parece que tuvo dolores de parto y contracciones, lo que es el sumo de la igualdad y el colmo de la equiparación con las demás mujeres. ¿No es eso acercarse al pueblo? Una señora, experta en estas cuestiones y a la que denominan en las tertulias “analista de Zarzuela”, hacía hincapié en la sencillez del príncipe, al asegurar que “esto es lo más bonito que te puede ocurrir en la vida” y destacaba lo agradecido que tenemos que estar todos los españoles, porque los príncipes habían cumplido con una de sus misiones fundamentales. Para compensar, supongo yo que las “otras misiones fundamentales” deben ser menos placenteras. Además la gestación ha durado nueve meses, como la de las otras 632 criaturas que han tenido la dicha de compartir con doña Leonor la gloria de tan memorable día. Unos padres asturianos, emocionados, se lo contaban así a las cámaras de televisión: “no podremos olvidar este día, porque la historia nos recordará que nuestro hijo nació diez minutos después de nacer la futura reina de España”.
Todavía no se sabe nada de doña Leonor, salvo que pesó al nacer 3´540 kg., que todo el pasillo lo ha tenido lleno de canastillas y flores, que ha recibido la felicitación de la nobleza mundial y que llora, mama y duerme como una niña, pero ya se sabe que hablará perfectamente español, inglés, francés, alemán, griego e italiano. Se licenciará en Derecho, Sociología o Antropología y a los 21 años, tras su paso por las diferentes academias militares, recibirá los correspondientes despachos, como oficial de los tres Ejércitos, porque la criaturita también llega con el añadido de ser jefe o jefa de las Fuerzas Armadas.
Ahora tenemos que hacer un referéndum para modificar la Constitución en lo relativo a la sucesión monárquica, adaptándola para que el nacimiento posterior de un hermanito varón no le impida acceder al trono, como le ocurrió a su tita doña Elena, pero no creo que nos pregunten nada más sobre la monarquía, porque ya se sabe,”los experimentos con gaseosa” Lo importante es que ya tenemos rey padre, futuro rey hijo, dos futuras reinas y la casa llena de nietecillos.
¡Nuestra alegría es mayor que el Palacio Real, la Zarzuela, Marivent y el yate Fortuna juntos!
Doña Leonor, “que es una niña muy inteligente y viva”, según su bisabuela materna, doña Menchu, ha pegado tal acelerón al llegar que ya ve por el retrovisor a sus primos don Froilán, doña Victoria, Don Juan, Don Pablo, don Miguel y doña Irene, aunque con ésta última podrá compartir pupitre, muñecas y secretillos reales, porque supongo yo que estas niñas, con semejante carga genética, hasta los suspiros los tendrán diferentes, aunque hayan democratizado el color de su sangre y en una renuncia admirable la tengan roja, como todos los plebeyos. Se han democratizado tanto que en un gesto admirable, su mamá, la princesa doña Leticia, se ha sometido a una cesárea, como si fuera una mujer corriente. Incluso parece que tuvo dolores de parto y contracciones, lo que es el sumo de la igualdad y el colmo de la equiparación con las demás mujeres. ¿No es eso acercarse al pueblo? Una señora, experta en estas cuestiones y a la que denominan en las tertulias “analista de Zarzuela”, hacía hincapié en la sencillez del príncipe, al asegurar que “esto es lo más bonito que te puede ocurrir en la vida” y destacaba lo agradecido que tenemos que estar todos los españoles, porque los príncipes habían cumplido con una de sus misiones fundamentales. Para compensar, supongo yo que las “otras misiones fundamentales” deben ser menos placenteras. Además la gestación ha durado nueve meses, como la de las otras 632 criaturas que han tenido la dicha de compartir con doña Leonor la gloria de tan memorable día. Unos padres asturianos, emocionados, se lo contaban así a las cámaras de televisión: “no podremos olvidar este día, porque la historia nos recordará que nuestro hijo nació diez minutos después de nacer la futura reina de España”.
Todavía no se sabe nada de doña Leonor, salvo que pesó al nacer 3´540 kg., que todo el pasillo lo ha tenido lleno de canastillas y flores, que ha recibido la felicitación de la nobleza mundial y que llora, mama y duerme como una niña, pero ya se sabe que hablará perfectamente español, inglés, francés, alemán, griego e italiano. Se licenciará en Derecho, Sociología o Antropología y a los 21 años, tras su paso por las diferentes academias militares, recibirá los correspondientes despachos, como oficial de los tres Ejércitos, porque la criaturita también llega con el añadido de ser jefe o jefa de las Fuerzas Armadas.
Ahora tenemos que hacer un referéndum para modificar la Constitución en lo relativo a la sucesión monárquica, adaptándola para que el nacimiento posterior de un hermanito varón no le impida acceder al trono, como le ocurrió a su tita doña Elena, pero no creo que nos pregunten nada más sobre la monarquía, porque ya se sabe,”los experimentos con gaseosa” Lo importante es que ya tenemos rey padre, futuro rey hijo, dos futuras reinas y la casa llena de nietecillos.
¡Nuestra alegría es mayor que el Palacio Real, la Zarzuela, Marivent y el yate Fortuna juntos!
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